¿Un cambio de régimen en Corea del Norte?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que las dos Coreas se encuentran técnicamente en guerra. No hay una paz entre ambos países sino un frágil armisticio plasmado en una zona “desmilitarizada” que separa a dos países que en realidad se conciben como uno sólo (piensen en la Alemania del Este y del Oeste durante la Guerra Fría). Este conflicto lleva congelado desde 1953, cuando finalizó la llamada Guerra de Corea. Una guerra de tres años de duración que dejó casi dos millones de muertos. ¿Sorprendidos? En Occidente la Guerra de Corea constituye una “guerra olvidada”: tuvo lugar al poco de terminar la II Guerra Mundial y fue eclipsada años más tarde por la televisada y manida Guerra de Vietnam.
Y aquí podría terminar la historia de no ser por el empeño del régimen norcoreano de dotarse de armas nucleares y de misiles intercontinentales con los que poder atacar Norteamérica. El surrealista régimen norcoreano siempre fue un incordio (acciones terroristas, secuestros, discursos amenazantes…) pero hasta los años noventa estaba en gran medida bajo control y aislado. Hoy continúa aislado, pero ya no está bajo control.
El problema es que desde 1994 Corea del Norte lleva desarrollando un programa nuclear que ha desestabilizado por completo la región (y el mundo: Corea del Norte ha estado detrás de los programas nucleares iraní y sirio). Bajo el liderazgo de Washington se han venido aplicando una serie de sanciones económicas y negociaciones diplomáticas que sólo han conseguido retrasar lo inevitable: Corea del Norte dispone de hoy en día de docenas de bombas nucleares y está a punto de desarrollar los misiles necesarios para lanzarlas a miles de kilómetros. Esto no debería sorprenderles: ningún país determinado a lograr una bomba nuclear ha sido jamás detenido mediante la estrategia del palo (sanciones) y la zanahoria (negociaciones). Los dos únicos “abortos” exitosos implicaron una acción militar que conllevó la completa destrucción de las instalaciones nucleares en Irak y en Siria. Ambas acciones fueron llevadas a cabo por Israel ante la negativa de Washington de tomar cartas en el asunto más allá de las consabidas sanciones económicas.
En Corea del Norte se ha dado un margen de tres décadas a la diplomacia y las sanciones económicas. El resultado ha sido un completo fracaso. Kim Il-sung, su hijo Kim Jong-il y su nieto Kim Jong-un han sido implacables y pacientes en su búsqueda de armas nucleares. Nada los ha disuadido ni los ha desviado de su objetivo. Cabe por tanto preguntarse si la única salida al atolladero sera descabezar el régimen que alienta ésta huida hacia adelante que pone en riesgo la paz mundial. Pero aquí hay que considerar la actitud de los principales actores con respecto a la posibilidad de un cambio de régimen:
- China no aceptaría nunca la caída del régimen norcoreano. Para empezar, Pyongyang es una herramienta indispensable en la política exterior china: hace las veces del perro ladrador y con rabia que el amo (China) usa para amedrentar a sus rivales en la región (principalmente Japón y Estados Unidos). El segundo motivo es que China tiene pavor de ver una Corea reunificada y aliada de occidente. Supondría la creación de una poderosa democracia de 76 millones de habitantes en su frontera.
- Japón tampoco está interesado en una unificación coreana: alteraría el equilibrio de poder en la región- disminuyendo el poder relativo de Japón a la hora de proyectarlo- y supondría el auge de un poderoso competidor económico.
- Estados Unidos perdería una de las principales excusas que le permiten mantener una notable presencia militar en Corea del Sur y Japón. Si el régimen de Corea del Norte cae ¿qué justificaría la presencia militar norteamericana en Japón y Corea? Gran parte de la arquitectura militar norteamericana en la región está construida bajo la premisa de contener Corea del Norte. Si el problema desaparece aumentaría la presión de China y otras potencias para que Washington se retire de la región.
- Corea del Sur tampoco está impaciente por ver la caída de Pyongyang: el efecto inmediato sería una gran inestabilidad y la llegada masiva de refugiados. El efecto a medio y largo plazo sería una costosa reunificación. Recordemos el caso alemán: la reunificación le costó a la próspera y liberal Alemania Occidental casi dos trillones de dólares.
Recapitulando: Sólo una acción militar podría detener el programa nuclear coreano; esta acción sólo sería eficaz si va encaminada a un cambio de régimen; pero los países son reacios u hostiles a tomar éste sendero. ¿A quién le interesa un cambio de régimen? Al pueblo norcoreano.
Javier Gil Guerrero es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid)