Bianca, libera a Akbar Ganji

por Amir Taheri, 29 de diciembre de 2005

Todo comenzó como una tarde algo agradable, muy poco excitante. Habíamos escuchado un discurso del Secretario de Exteriores británico Jack Straw intentando “explicar” una vez más el mal del islamofascismo en términos pseudo-teológicos, más que políticos. Pero eso había sido compensado con un poema del gran poeta místico Roumi, recitado por el periodista iraní Nazanin Ansari.
 
Al margen del contingente usual de “la crema y la nata”, la mayor parte de los alrededor de 800 presentes eran gente de los medios y similares, llegados para aplaudir o abuchear mientras la Asociación de Prensa Extranjera de Londres concedía sus premios anuales.

La tarde era de especial interés para mí no sólo porque yo era uno de los jueces, sino también a causa de que las muchas noticias, artículos y programas de radio y televisión presentados a concurso versaban de temas que, de un modo u otro, tenían que ver con el Islam y Oriente Medio. De hecho, casi dos tercios de los premios concedidos eventualmente van a parar a artículos de esas materias.
 
Pero había un motivo aún más importante por el que me interesé en la ocasión allí. La FPA había decidido conceder su primerísimo premio de diálogo de culturas y civilizaciones a Akbar Ganji, un reportero iraní de investigación que está en huelga de hambre en la temida prisión de Teherán, Evin.
 
Junto a varios colegas, yo llevaba meses intentando persuadir a los medios occidentales de interesarse en Ganji, ex revolucionario jomeinista que hace campaña hoy por los derechos humanos y la democracia. Pero nunca llegamos a ninguna parte, a causa de un pequeño obstáculo. El Presidente norteamericano George W. Bush se había pronunciado públicamente en apoyo de Ganji y había pedido su inmediata liberación. Y eso, en lo que respecta a buena parte de los medios occidentales, supone dar el beso de la muerte.
 
¿Cómo podían aprobar su llamamiento a favor de Ganji los periódicos que retratan a Bush como “el mayor violador de derechos humanos”?
 
Para superar esa dificultad, algunos de los amigos de Ganji habían intentado persuadirle de hacer unos cuantos pronunciamientos antiamericanos, anti-Bush específicamente, declaraciones destinadas a que los medios occidentales le adoptasen como “héroe-mártir”.
 
Hace dos años se dio un consejo similar a Shirin Ebadi, la abogada iraní a la que se concedió el premio Nobel de la paz. Se le hizo entender un hecho crudo de la vida contemporánea: no serás aceptado como defensor de los derechos humanos a menos que ataques a Estados Unidos. Ebadi aceptó el consejo y utilizó su discurso durante la ceremonia del premio en Oslo para lanzar un amargo ataque contra Estados Unidos como archi-violador de los derechos humanos.
 
Para sorpresa de muchos iraníes, ella elogió a los alrededores de 400 terroristas detenidos en la bahía de Guantánamo, Cuba, pero no hizo mención a los niveles de presos políticos que languidecen en las mazmorras de los mulás por todo Irán, incluyendo a algunos de sus propios amigos y clientes.
 
¿Adoptaría Ganji una táctica similar con el fin de recibir la atención mediática? La respuesta llegó el pasado mes de enero y fue un firme ¡no!
 
El resultado fue que Ganji, probablemente el prisionero de conciencia más abierto y valiente de la República Islámica hoy, se convertía en un don nadie para los medios occidentales. Hasta los esfuerzos de Reporteros sin Fronteras o del Instituto Internacional de Prensa (IPI), entre otras organizaciones de periodistas, fracasaban a la hora de cambiar las posiciones hacia Ganji. En las principales publicaciones occidentales se han publicado centenares de editoriales expresando simpatía hacia los presos de la bahía de Guantánamo o de Abú Ghraib. Pero, que yo tenga conocimiento, no ha habido ni uno sólo en apoyo de Ganji o de los miles de presos políticos detenidos por los mulás.
 
Así que fue conmovedor ver a la FPA honrando a Ganji como defensor de la libertad. Un mensaje grabado de la esposa de Ganji, pasado de contrabando a través de Irán, creaba el momento más memorable de la tarde.
 
Pero las cosas se vinieron abajo cuando una dama menuda vestida completamente de negro era invitada a subir al escenario a hacer una entrega simbólica del premio a un Ganji ausente (los mulás no habían permitido siquiera que la esposa de Ganji se desplazase a Londres a asistir a la ceremonia). La dama en cuestión fue presentada como una tal Bianca Jagger, cuyo título es embajadora de Unicef. Cuál es su trabajo real es, no obstante, un misterio para mí. En cualquier caso, empezó contándonos sus recientes viajes a Teherán y Damasco, presumiblemente las dos capitales de los derechos humanos que más le gustan, y cómo le habían contado “funcionarios y otros” que otros occidentales y ella “carecían de autoridad moral” para hablar de derechos humanos y de libertad.
 
Continuó para decir que estaba muy bien recordar a Ganji y todo eso, pero que eso no debía impedirnos recordar a “los detenidos en la bahía de Guantánamo y Abú Ghraib, y en el resto de prisiones secretas” que se supone que gestiona Estados Unidos por todo el mundo. El resto del corto discurso no tuvo nada que ver con Ganji y todo que ver con la afirmación de que Estados Unidos extrae un placer casi sádico de practicar la tortura.
 
No pude creer lo que escuchaban mis oídos. Aquí estaba esta caricatura de “embajadora de Unicef” comparando a Ganji, un hombre que sólo ha luchado con su bolígrafo, con hombres capturados en los campos de batalla de Afganistán e Irak arma en mano.
 
Esos hombres tuvieron al menos acceso a abogados y pudieron ser visitados por la Cruz Roja. El propio abogado de Ganji fue hecho prisionero después de intentar defender a su cliente. No se ha permitido que ni la Cruz Roja ni nadie visite a Ganji.
 
También me sorprendió que la embajadora de Unicef no tuviera dificultad ninguna en equiparar a Estados Unidos, que es una democracia después de todo, con sistemas de comprobación y leyes de defensa, con la República Islámica, en la que un Guía Supremo autodeclarado afirma gobernar en representación de Alá.
 
En su ética Nicomaquea, Aristóteles advierte de cualquier confusión de categorías en lo que se refiere al bien y al mal. Traducido al discurso moderno, esto significa que imponer la equivalencia moral en nombre del multiculturalismo - o el esquema Nietzscheano de superar el bien y el mal - es señal de crasa inmoralidad.
 
Habiendo digerido mi cólera, dediqué una parte de lo que pensaba a la embajadora de Unicef. Ella pareció estar sorprendida. Nadie le había dicho nunca cosas parecidas, especialmente en una sociedad políticamente correcta de trajes de smoking y vestidos de gala.
 
“¿Es Ganji igual que un presunto terrorista de la bahía de Guantánamo?”, pregunté.
 
“Bien, sí, quiero decir no, quiero decir sí”, masculló. “Pero todos son presos, ¿no?”
 
Habiendo sido testigo del altercado verbal, un colega de la BBC me proporcionó el contexto de la embajadora de Unicef. Al parecer, estuvo casada una vez con un cantante británico de pop. Y eso, por supuesto, es suficiente para que seas apto para ser embajadora de Unicef recorriendo el mundo, atacando a las democracias occidentales y adulando a los tiranos de Teherán, Damasco y La Habana, entre otros.
 
Bien, fue una buena tarde - aunque como el ex-marido cantante de la señora canturreaba antes, “I got no satisfaction”. 

 
 
 
Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.