Corea amenazadora

por Manuel Coma, 9 de abril de 2013

(Publicado en La Razón, 7 de abril de 2013)

 

 La hormiga atómica que es Corea del Norte amenaza con lanzar misiles con cabezas nucleares contra el Sur, Hawai y la costa oeste de Estados Unidos y provoca una respuesta de la administración Obama más enérgica de lo habitual y un bostezo de una gran parte del mundo, incluidos la mayoría de los coreanos del Sur, especialmente los jóvenes para quienes la guerra de Corea es cosa de sus abuelos cuando eran niños.

Para Estados Unidos la única amenaza creíble es contra sus tropas estacionadas en el Sur, aquellas que están cerca de la frontera. Para los coreanos el verdadero peligro, determinado por lo menos cambiable del mundo, la geografía, es que el enorme Seul está a un tiro del más convencional cañón de sus hermanos del Norte, que tienen muchos apuntando a la extremamente vulnerable capital. El problema de Pyongyang es que ya ha entonado tantas veces esa canción, mientras el país se hundía hasta la muerte por hambre, y sus enfermedades asociadas, de millones de sus ciudadanos, que cada vez asusta menos. Para el resto del mundo y de manera inminente para sus vecinos más inmediatos, lo que incluye Japón, el problema es que en lo único en lo que el desgraciado país ha progresado es en armamento, aunque sea con mucha lentitud y sin haber llegado demasiado lejos, pero sí lo suficiente como para ser un gran proliferador de material y tecnología cuyo control constituye uno de los pilares del orden internacional, en el doble sentido de sistema de relaciones y del carácter relativamente estable y pacífico de dicho sistema. Por supuesto que los clientes de los frutos prohibidos del enorme esfuerzo norcoreano no son precisamente países tranquilizantes.
 
La principal característica diferencial de la actual ronda de amenazas es la frecuencia de su reiteración, sin contar con que sus avances acercan al amenazador un poco más a esa meta todavía lejana que constituye su ideal. A Obama le pillan de vuelta de los desaforados idealismos internacionalistas de sus inicios presidenciales, los que le valieron todo un premio nobel recién instalado en la Casa Blanca. Ya no apuesta por convencer a los ayatolas iraníes únicamente con arrumacos diplomáticos, sólo aspira a frenar a los israelíes y a que la consecución de los objetivos nucleares del régimen islámico pueda retrasarse lo suficiente como para que no le pille a él al mando de la nave americana. A ver si mientras tanto cae el régimen que él apoyó cuando a pocos meses de su toma de posesión muchos iraníes se lanzaron a un movimiento de protesta contra la manipulación de las elecciones. En Siria algo parecido. El joven presidente hereditario fue alabado por la actual administración americana como modernizador pero salió, rana. Ahora no sabe qué hacer, excepto que nada de implicación militar. Bueno es dejar ver un poco los dientes en Corea, en forma de un bombardero B-2, más caro que los enteros presupuestos de defensa de mucho países, con capacidad atómica y que hace las trece mil millas del viaje ida y vuelta sin repostar. En su día Obama inició la hazaña enviando tres a Libia. Es una pequeña pero formidable exhibición de fuerza que no es nada probable que impresione a Kim Jong Un, que de sobra sabe que los Estados Unidos tienen capacidad más que suficiente para borrar su país del mapa, pero que está convencido de que jamás la utilizará.
En estas condiciones la pregunta habitual es por qué ahora y por qué de forma tan insistente. Desde luego, el Norte nunca ha avisado de sus varios ataques a los del Sur. La insistencia podría explicarse para introducir un mínimo de novedad. Pero todo es hipotético. ¿Para conseguir nueva ayuda apaciguadora? ¿Para afianzar la legitimidad del joven líder entre sus militares? ¿Para tantear a la nueva presidenta del Sur? Nadie puede estar seguro.