De la amenaza fantasma y el Estado zombie

por Rafael L. Bardají, 5 de octubre de 2017

Pubicado en La Gaceta, 5 de octubre 2017

Decía el historiador británico Arnold Toynbee, que las civilizaciones raramente mueren por amenazas externas, sino normalmente por suicidio. Yo había llegado a creer que los españoles, tan proclives a matarnos nosotros mismos cada cierto tiempo, ya habíamos superado esa etapa, pero veo que no. Igualmente, pensaba que de los presientes que habíamos sufrido los españoles el peor con creces había sido José Luis Rodríguez Zapatero, pero ahora, tras contemplar asombrado la inacción, equivocaciones y falta de pulso del actual gobierno, empiezo a pensar que ZP ha sido superado con creces por Mariano Rajoy, quien va a resultar mucho más dañino para España. Yo no soy abogado, pero supongo que un buen bufete podría empezar a estudiar acusar al presidente Rajoy y a sus ministros por dejación de funciones esenciales, eso que en inglés se llama “dereliction of duty” y nuestro código penal califica, en el capítulo II de su título XIX, como abandono del destino y omisión de perseguir delitos. Pero los bufetes buenos y conservadores son caros y cautos y no lo harán. Ni tampoco los de izquierdas, que están contentos con la pérdida del orden constitucional.

Cataluña se ha convertido en una amenaza fantasma. No es nada más que lo que era el 30 de septiembre, pues nadie ha reconocido su existencia como Estado independiente y sin eso, por mucho que los independentistas proclamen su república, de nada les sirve. Pero lo que sí ha pasado es que los españoles hemos podido constatar que el Estado, bajo la ausencia cobarde del gobierno y el silencio del monarca, ha pasado a ser un Estado Zombie. Camina, pero está muerto. Pero no lo han asesinado los catalanes, se ha matado a sí mismo por no hacer nada.

En estos días estamos asistiendo a múltiples y numerosas manifestaciones de repulsa a la situación creada en Cataluña por parte de ciudadanos españoles que, motivados por la ausencia de respuestas del Gobierno y las instituciones del estado, se movilizan para hacer oír su voz. Vox, el partido que encabeza Santiago Abascal y al que muchos han intentado ridiculizar sistemáticamente, impulsando estas manifestaciones públicas debería ser visto a partir de ahora como una fuerza seria y comprometida. Y en los libros de Historia que juzgarán la huelga permanente de Rajoy así como la rebelión de los catalanes, le acabará haciendo la justicia que se merece. 

Para unos cuantos, la esperanza reside en el pueblo español y en poder recuperar la Nación con sus acciones. Lo han escrito, entre otros, Pio Moa y Herman Tersch, a quienes admiro. Pero yo no soy tan optimista, desgraciadamente. Yo mismo, con mi familia, he participado en manifestaciones frente al ayuntamiento de mi ciudad, colgado la bandera nacional en un balcón de mi casa y me he revuelto en twitter contra lo que estaba pasando. Pero las voces de los españoles de bien no tienen instituciones que las recojan. El PP enviando notitas a sus sedes para que no participasen, una votación en el Congreso en la que ni un solo partido abogaba por aplicar el artículo 155 de la Constitución, un presidente que anuncia por la noche solemnemente que no ha habido referéndum, cuando todos habíamos podido ver las colas de las votaciones… Aún peor, un gobierno que permite que policías y Guardias Civiles –los que de verdad se jugaron el tipo por España el 1-O- sean expulsados de sus alojamientos por amenazas de alcaldes secesionistas y que no hace nada. N.A.D.A.

Ahora se confía que en cuanto la banda de Puigdemont declare formalmente la independencia, Rajoy no tenga más remedio que aplicar el 155 y retirar todas las competencias a la autonomía Catalana. Pero si llegara a hacerlo ahora tras meses de poder haberlo hecho (y evitar así el punto al que hemos llegado), ¿por cuánto tiempo estaría dispuesto a mantenerlo? ¿Y para crear qué nueva situación? Ya hemos visto como el ministro Guindos, aunque luego se desdijera, ofrecía un concierto económico a los secesionistas, incluso cuando ya se habían colocado éstos en plena ilegalidad. Esa es la verdadera cara y alma de nuestro actual gobierno. Si se aplica el 155 será para salvar su cara, temporalmente, apaciguar los ánimos de los españoles de a pie, pero poco más. En breve Cataluña recuperaría sus poderes y con promesas de más dinero.

Para mí, la credibilidad de este gobierno sólo se puede restituir si asume la parte de la responsabilidad que le compete en este desaguisado nacional al que nos ha llevado. Por ejemplo, cada vez que veo aquella foto de la vicepresidenta Soraya Sainz de Santamaría, riéndole las gracias a Oriol Junqueras, me entran ganas de vomitar. Rajoy debería cesarla de inmediato ya que no parece que ella se esté planteando dimitir, a pesar de ser la responsable número dos de los errores del gobierno.

En segundo lugar, también debería cesar al director del servicio de inteligencia de manera fulminante. El CNI, unos de los pocos servicios que aúna acción exterior e interior contra las amenazas a España, no ha servido para mucho, la verdad. O no sabía o no pasaba la información que necesitaba el gobierno, a quien le ha pillado todo por sorpresa, desde la estrategia política a lo táctico.

Igualmente, el ministro de asuntos exteriores, Alfonso Dastis, también tendría que ser cesado de inmediato. Ha tenido todo el tiempo del mundo para ir a ver al dictador cubano, pero no ha puesto empeño alguno en explicar, a través de las embajadas, a la prensa y expertos internacionales, la realidad catalana. No ha podido con su inacción dejar en mayor ridículo a su gobierno a la vez que acabar con lo poco que se había recuperado de la llamada marca España. Mucho socio, mucho socio, pero todos han sido tirones de oreja.

En fin, son sólo tres de muchos ejemplos, pero sin los cuales, me es imposible creer que haga lo que haga Mariano Rajoy va a servir para recuperar el orden, la ley y la confianza en España. Los catalanes han traspasado todas las líneas rojas imaginables. Alguien del entorno del presidente debería decirle que mirase, aunque fuese brevemente, la reacción del gobierno iraquí frente al referéndum del pueblo kurdo: les ha cerrado el espacio aéreo e incomunicado del resto del mundo. Eso es fácil lograrlo con Cataluña. Claro, que hay que querer y atreverse. Y cuando uno es un zombie, no tiene sentimientos.

Me cuesta decirlo, pero ante la debilidad del gobierno, las inconsistencias del PSOE, las locuras de Pablenin (tomando prestada la expresión de Federico) y la impotencia de los demás, me temo que no hay alternativa que pueda parar el asalto catalán a España. Es cuestión de tiempo que el régimen partitocrático salido del 78 y en el que aún andamos, se rinda. Y sería necesaria una auténtica revolución política para dar a luz a un nuevo régimen. Y, sincera y tristemente, no lo veo.

No sé cuál podría ser la mejor opción, pero de seguir como estamos, vamos a sufrir y a pagar cada centímetro de separación que creen los secesionistas catalanes. A lo mejor ha llegado la hora de acelerar lo inevitable, pero en nuestros términos. Empezando por Piqué, quien no debería jugar ni un partido más con la selección nacional. Se puede y se debe arrinconar social, comercial e institucionalmente a los secesionistas. Compren cava de Almendralejo y se planten ante las grandes cadenas alimenticias para que no distribuyan determinadas marcas aliadas con el independentismo. O dejen de comprarlas…y si todo eso falla pues habrá que pensar en otras medidas. La amputación es una terapia drástica, pero a la que se recurre en última instancia en medicina. España es grande y fuerte, a pesar de los políticos que tenemos, con o sin Cataluña.