Defensa ficción

por Rafael L. Bardají, 23 de noviembre de 2013

(Publicado en La Gaceta, 23 de noviembre de 2013)

 Guste o no, a la defensa española le pasa lo mismo que a nuestro estado del bienestar: que es innegociable pero, al mismo tiempo, es insostenible porque no se puede pagar. Es más, así como los españoles quieren preservar todos los servicios públicos sin pagar más impuestos, nuestros responsables militares aspiran a conservar todas sus capacidades sin poder cubrir su factura. El tantra que tanto han repetido de “hacer más con menos” se ha revelado una falsedad. Con menos se hace menos por mucha racionalización del gasto que se inyecte. Lo he dicho en anteriores ocasiones y lo vuelvo a repetir: unos ejércitos pensados para el 2% del PIB no se pueden sostener con apenas el 0’5% del mismo.

 
El mal de la defensa española no es su nivel de gasto, sino el desajuste entre los medios presupuestarios a su disposición, su ambición y el volumen y estructura de las fuerzas armadas. Seguir planificando sobre el supuesto de que más pronto que tarde Defensa recuperará los más o menos 8 mil millones de euros de presupuesto es tan ingenuo como lo de “más con menos”. Aún peor, mantener las estructuras existentes condena inexorablemente a los ejércitos a un claro languidecer y a su progresiva marginación internacional. España tiene una defensa hueca. Esa es la realidad. Material que no se puede mantener, unidades con niveles de alistamiento muy por debajo de lo mínimo, caída dramática de las inversiones…
 
Trampear, además, va a ser cada vez más difícil. No es un secreto que a veces se recurre a partidas especiales para cubrir gastos que deberían estar imputados en otros sitios. La UME ha servido para comprar material al igual que el dinero de las misiones de paz. De hecho, cuando nuestros soldados vuelvan por fin de Afganistán y ya no se tengan que gastar los 400 millones de euros que cuesta su misión, va a surgir un serio problema pues la posibilidad de emplear parte de esos fondos para propósitos generales se evapora.
 
La defensa española necesita urgentemente un ajuste de realidad, no sólo presupuestario. Este le viene impuesto por la crisis y porque la sociedad española no ve la necesidad de pagar más por ella. Atrincherarse o bunquerizarse es una actitud suicida. España necesita su defensa, pero que sea realista en sus planteamientos, razonable en lo que debe gastar y rentable en su funcionamiento, es decir que logre ser suficientemente robusta a la vez que eficaz. Y eso es algo que hoy por hoy no lo es.
 
Lo que no nos merecemos los españoles es una defensa a lo soviético, instalada en la mentira y el autoengaño, una suerte de defensa ficción. Ha llegado la hora de diseñar la mejor defensa que nos permitan los 5.500 millones que estamos dispuestos a pagar por ella.