Del CoronaSánchez y otros virus

por Rafael L. Bardají, 23 de marzo de 2020

Como sociólogo sé que no hay causa directa y efecto, pero como fotógrafo lo que veo es que ha sido llegar al poder el socialcomunismo y en España hemos pasado a tener colas ante los supermercados, se nos restringe la libertad y se nos promete enfermedad y muerte. Es como si hubiéramos importado Venezuela aceleradamente. Pero no, ni en los mejores sueños de Pedro (Sánchez) y Pablo (Iglesias) lo hubieran logrado por sí mismos. No son ni tan listos ni tan hábiles a pesar de su maldad. De hecho, si España está donde está ahora mismo, encerrada en casa y muriendo en los hospitales se debe más a su estupidez e irresponsabilidad que a un plan maestro. Pero no por ello son menos culpables. Y, desde luego, si la oposición no espabila, harán que esta crisis les beneficie y acaben culminando el cambio de régimen que tanto codician.

 

Doctor muerte

 

Libre de control parlamentario, con las llamadas a la unidad nacional y la condena de toda crítica, Pedro Sánchez se ha convertido la televisión pública en la versión monclovita del vergonzoso “Aló Presidente” bolivariano. Pero antes de sus tediosas y vacuas comparecencias de este fin de semana pasado, el gobierno, último responsable de la gestión política de una nación, se ha escudado en unos supuestos “técnicos” en cuyos supuestos juicios ha basado su también supuesta estrategia y en cuyas manos ha abandonado su responsabilidad de informar debidamente a los españoles. Fernando Simón y su afirmación del 31 de enero de que “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado” pasará al Guinness de los récords de la estulticia, lo cual no tendría más relevancia sino fuera por la grave irresponsabilidad de que él era -y sigue siendo- el director del Centro de Coordinación y Alertas y emergencia Sanitarias. Esto es, quien tenía que estar llamando la atención de los gobernantes   y de la población en general. Quien quiera justificar su desconocimiento debería chequear sus apariciones públicas, pues todavía el 23 de febrero afirmaba con rotundidad “En España ni hay virus ni se está transmitiendo la enfermedad”.  No sólo era el mismo día que Italia bloqueaba 10 ciudades de la Lombardía, sino que ya había habido un fallecido por coronavirus en Valencia, el 13 de febrero. Sólo que el gobierno y los máximos responsables de Sanidad no lo sabían.

 

Así, mientras en Italia avanzaban hacia el confinamiento de cada vez más zonas del norte del país, el ministerio de Sanidad decía que era suficiente que las personas que hubieran estado en zonas de riesgo y no tuvieran síntomas, siguieran con su vida normal. Y eso que ya se conocía que el virus tardaba en incubarse de 2 a 14 días y que los contagiados asintomáticos podían perfectamente infectar a los demás.  Por eso no es de sorprender que Simón, el 28 de febrero, ya con 41 contagiados en España, dijera que “el riesgo está perfectamente delimitado, no es un riesgo poblacional”. Claro que el ministro de Sanidad, Illa, ya había declarado a España zona libre de virus tras el alta de los dos positivos (un alemán en la Gomera y el miembro de una familia británica de vacaciones en Mallorca) días antes. 

 

En fin, trágico fue ver a la subdirectora general de epidemiología reconoce r que no tenía ni idea de que el Valencia había viajado a la zona de contagio en Italia “porque a ella no le gusta el fútbol”. Mientras, el 112 de la comunidad valenciana no dejaba de sonar con personas que presentaban síntomas del coronavirus.

 

Pero nuestros doctores de la muerte, esos que ostentan cargos que dependen del gobierno, siguieron erre que erre. Mientras el confinamiento en China parecía ir dando resultados y en Italia se cerraban colegios, aquí nuestros especialistas gubernamentales decían cosas como que “cerrar colegios no reducirá riesgos, sino que los aumentaría” (Simón, 04 de marzo) en lo que se podía interpretar como una crítica a la Comunidad de Madrid que ya había anunciado dicha medida.

 

El colmo llegaría el 7 de marzo, cuando Simón, preguntado sobre la asistencia a las manifestaciones del domingo 8, contestó impasible: “Si mi hijo me pregunta si puede ir a la manifestación del 8M le diré que haga lo que quiera”. LA OMS, a la que tanto recurren ahora para justificar su inacción, ya estaba preparando la declaración de pandemia mundial y había pedido que no se permitieran actos de masas. Como también había pedido el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades una semana antes.

 

Políticos enterradores

 

A las feministas como la ministra Carmen Calvo quien decía el 7 de marzo “le iba la vida en la manifestación del 8M” nunca se pudieron imaginar lo literal de sus palabras. Seguramente, para los miembros del gobierno, cuya obsesión había pasado de exhumar al Gral. Franco a declarar el estado de emergencia climática (sí, hay que recordarlo: el Consejo de Ministros del Reino de España declaró el 21 de enero la emergencia climática y ambiental muestra de sus preocupaciones y prioridades), el “bichito” ese del pangolín chino no era nada. Pero hay que ver hoy las fotos de la cabecera de aquella manifestación de Madrid y empezar a contar los contagiados, desde la pareja del vicepresidente Iglesias, a la mujer del presidente, pasando por alguna ministra e, incluso, la propia madre de Sánchez…

 

Incluso ahora que sus voceros dicen que Sánchez hizo lo que estaba haciendo Trump porque poco tienen donde agarrarse, el presidente americano había cerrado sus fronteras a los chinos el 31 de enero y el 11 de marzo, justo tres días después del 8M se cerraba a los países del espacio Schengen. Lo se bien porque tuve que improvisar una ruta alternativa para poder llegar a los Estados Unidos sin problema, por causa mayor y sabiendo que era negativo, eso sí. Israel, al que luego volveré, también había adoptado la misma medida. Pero aquí, a pesar de que Italia no permitía vuelos a Milán, se dejaron que miles de italianos llegaran a nuestro suelo y que españoles continuaran con sus saltos a Italia sin control alguno ni a la llegada ni a la salida. Aún peor, cuando por fin se interrumpieron los vuelos con el norte de Italia, no se hizo nada para frenar la picaresca y soy testigo de cómo un grupo de mejicanos llegados a duras penas a Paris desde Italia, embarcaban en un avión rumbo a Madrid sin que nadie dijera o hiciera nada. Supoingo que a eso es a lo que se refiere Pedro Sánchez cuando canta eso de que “el virus no conoce de fronteras”.

 

El paréntesis israelí

 

A comienzos de febrero, por razones profesionales, tuve que desplazarme a Israel. Tuve que demostrar que no había estado en China en las dos semanas anteriores. Israel ya había prohibido los vuelos con China, para disgusto del gobierno de Pekín y a pesar de la fuerte relación económica entre los dos países. Días después Jerusalén impondría una cuarentena obligatoria para los españoles que llegaran a su suelo, precavidamente. Pero no cuento esto por relatar mi vida viajera. Lo digo porque allí fui testigo del trabajo de varias iniciativas privadas, pero alentadas desde el gobierno, para enfrentarse a una epidemia cuyo único imaginario era la película World War Z. Lo que aprendí fue muy básico, pero capaz de haber sido capaz de evitar muchos de los males que nos aquejan hoy, desde fallecimientos a confinamientos nacionales. 

 

Mientras que aquí se negaba el valor de los tests (en contra de las recomendaciones de la OMS y de la lógica) en Israel se veían como una pieza clave para cualquier estrategia de contención. Recordemos que el gobierno español ha usado el concepto “estrategia de contención” como sustitutivo de política de información y que ésta básicamente se reducía a decir “vigílate”. Pues bien, en Israel detectar a un portador, sintomático o asintomático, se veía como la primera pieza para poder abordar la ruta del virus. Una vez conocidos quienes eran portadores y con quien habían tenido una interacción, se podría aislar a todos aquellos potenciales de ser contagiados y transmitir el virus. Como bien dice el doctor Gregory House, todos los pacientes mienten, así que en vez de recabar la información sobre los movimientos de los portadores del coronavirus, los israelíes trabajaban para obtener una in formación totalmente fiable vía la geolocalización, esto es, reconstruyendo los movimientos a través de los movimientos del móvil. Es más, dadas las tecnologías de hoy en día, se podía localizar a todos los teléfonos que hubieran estado un determinado radio de acción del infectado. Si se actuaba pronto y rápido, se podría aislar a los enfermos sin tener que poner en cuarentena a toda la población y poner en peligro la economía nacional.

 

El 26 de febrero, el ministerio de sanidad israelí empezó las pruebas del sistema. El mismo día mis amigos me ofrecieron expandir el sistema a España. Al día siguiente lo comuniqué a responsables de sanidad de distintas comunidades autónomas, pero aún estoy esperando contestación. Soy consciente de los problemas sobre la férrea ley de protección de datos que un sistema así conlleva, ¿pero se trata de una emergencia nacional o no? 

 

Ahora que pasamos por una pandemia absolutamente descontrolada quizá ya no sea significativo, pero puede que un sistema así pueda prevenir de repuntes una vez que, dentro de nadie sabe cuándo, reduzcamos las urgencias. 

 

El virus antidemocrático

 

Yo no conozco ningún otro país donde un vicepresidente en cuarentena se la salte a la torera para asistir a un Consejo de Ministros y luchar en él por imponer medidas de corte comunista, como amplias nacionalizaciones y censura generalizada. Aún más grave, retrasando durante horas vitales la adopción de medidas que podrían haber paliado la arribada de enfermos a nuestros hospitales.  Podemos se ha lanzado en tromba a criticar lo privado para imponer su agenda estatalista, negando la evidencia: si no fuera por personas generosas como Amancio Ortega o Juan Roig (y muchos otros anónimos), España se habría colapsado ya hace días. Ya lo ha escrito aquí Federico Jiménez Losantos sobre esa acción comunista por naturaleza que es la requisa: “Se queda con todo y no sabe qué hacer con nada”.  El ataque constante a la sanidad privada es inmoral y ralla ya figuras delictivas. Pero eso no les inmuta. Cierran el Parlamento arbitrariamente; aprovechan el decreto de emergencia para colocar a Iglesias en la comisión de control del CNI; y mientras nos recuerda la agencia tributaria que no podemos saltarnos los plazos de los impuestos porque nos multarán, son capaces de concederles a los separatistas condenados un indulto encubierto a causa del coronavirus.

 

Los adalides de la transparencia, falsos como en todo, son incapaces de ofrecernos el más mínimo estudio científico-técnico sobre el que dicen estar basando sus decisiones. Ni aunque fuera copiado. Hasta para eso son inútiles. Si alguien quiere saber algo sobre la epidemia tiene que recurrir a la información que sí ofrecen otros gobiernos. Pero aquí de lo que solo sabe hablar este gobierno irresponsable es que no se le debe criticar. Mucho me temo que, si los partidos constitucionalistas que quedan no se espabilan, pronto llegaremos al punto en que no podamos criticarlo.

 

El coronavirus es una desgracia, amplificada por la ineptitud, la irresponsabilidad y, si, también la maldad de quienes no gobiernan. Del Covid-19, aunque debiéramos llamarlo nosotros Covid-8M, acabaremos saliendo, tocados, pero no hundidos. Del CoronaSánchez nos va a costar algo más.