Diez mentiras sobre la Unión europea

por GEES, 13 de mayo de 2019

  1.    La Unión europea preserva la unidad de España

 

La Unión europea no prejuzga la organización interna de los Estados miembros. Desde el Génesis su orden geoestratégico depende de una única palabra: intereses, referida a los de cada nación. Así, puede favorecer a algunos Estados de la Unión que España preserve su unidad y a otros que no la preserve: este será el interés que cada uno defienda en la Unión y el precipitado de todos ellos el que se manifieste, o deje de hacerlo, en una posición común europea. No hay más que ver cómo se trató la euro-orden de detención de Puigdemont para comprobar hasta qué punto las leyes europeas son letra muerta en cuanto tocan intereses esenciales de las naciones y cómo fuimos tratados como un Estado sin garantías para varios órganos judiciales europeos, que forman parte de los Estados. Si queremos defender España habremos de hacerlo solos. Los hechos hablan.

 

 

  1.    La Unión europea trajo la libertad a España

 

El ingreso de España en la UE se produjo en 1986, cuando la Constitución de 1978 ya llevaba ocho años en vigor. El concepto de libertad, como dijo aquél, es discutido y discutible. Por ejemplo, puede ser que los españoles tuvieran más libertad económica cuando tenían menos deuda o menos participación del poder público en el PIB, elementos que han empeorado mucho desde el ingreso de España en la UE. O podría pensarse que se trata del respeto por parte de los poderes públicos a los derechos fundamentales de los ciudadanos que al positivizarse patológicamente han ido disminuyendo la esfera de libertad real de los ciudadanos. O podría ser que se midiese por el número de personas que siguen su vocación al elegir su trabajo en España, declive más difícil de demostrar aunque la ausencia de esperanza en el futuro que suponen las catastróficas cifras de natalidad apunta en este sentido. 

 

En el año 2009 el intelectual americano Charles Murray analizó en una conferencia el carácter insostenible del experimento de la UE basándose en su rechazo a dejar libertad en los cuatro ámbitos que proporcionan felicidad a las personas: la familia, la comunidad, la vocación y la fe. “El objetivo de la política es garantizar que estas instituciones sean robustas y vitales. Y he aquí el problema con el modelo europeo. No lo hace, debilita cada una de ellas”. Desde esa perspectiva, la libertad no ha dejado de disminuir desde nuestro ingreso en la Unión europea.

  

  1.    La Unión europea abre mercados.

 

Lo único que abre mercados es la calidad en la producción y la competitividad en los precios. La Unión europea se basa en la supresión de tasas aduaneras entre sus miembros a cambio de proteccionismo frente al exterior, en los márgenes de la OMC. Cuando España entró en la Unión (entonces comunidad económica europea) los mercados exteriores estaban ya repartidos entre sus miembros y las ventajas comerciales atribuidas en relación con las antiguas colonias británicas y sobre todo francesas, de modo que nunca pudo beneficiar, ni beneficiarse de su mucho más relevante comunidad histórica: Hispanoamérica. La llegada del Euro, al dotar a España de una moneda fuerte, dificultó aún más la posibilidad de ofrecer productos a precios asequibles a esos nuevos mercados. La reciente competitividad en ese ámbito ha venido por la reducción de nuestros costes de producción a costa de la disminución de empleos y salarios. El empeoramiento incesante de la educación y de la base demográficapara el crecimiento no harán más que oscurecer el horizonte en nuestra capacidad de resultar atractivos al exterior, salvo en el tradicional sector del “sol y playa”, pronto el meritorio, pero único, aliciente económico de nuestra patria. Y hay que reconocer que nuestra capacidad competitiva se base en que llueve más en Luxemburgo que en Almería, es deprimente. 

  

  1.    Los fondos europeos nos han enriquecido.

 

Los fondos europeos, en centenares de miles de millones durante décadas, nos han acostumbrado a vivir de la subvención, nos han obligado a invertir conforme a criterios ajenos y, sometidos al criterio de la cofinanciación, nos han obligado a endeudarnos hasta el límite de lo que España produce en un año. Hemos perdido de vista el concepto de inversión en términos de soberanía para aprender el de inversión en términos de lo que beneficia primariamente a otros. El coste de oportunidad de este dinero, dilapidado no sólo en incontables malversaciones que están en la mente de todos, es incalculable. Las masas de dinero dedicadas a invertir allí donde Bruselas pensaba que era más favorable para el conjunto de la Unión no ha producido ni convergencia ni una inversión digna de ese nombre, que propicie la producción, sino que ha dado al traste con la posibilidad de invertir en aquellos sectores y actividades que podrían haber hecho de España una nación más rica, próspera y grande.

 

Todo ello es ya agua pasada, puesto que España es ya contribuyente neto de la Unión y no es verosímil que vuelva a ser receptor neto. El último “regalo” de la Unión es el préstamo de decenas de miles de millones para saldar la crisis del Euro en la que nos metió de lleno Zapatero que poco antes nos había obligado a votar sí en el fallido proyecto de Constitución europea bajo el lema “los primeros en Europa”. De hecho fuimos los únicos, acompañados del Gran Ducado de Luxemburgo, patria del actual presidente de la Comisión, puesto que tras los “noes” de Francia y Países Bajos, la Constitución fue reciclada, a su modo ya tradicionalmente antidemocrático, por las elites europeas en el actualmente en vigor Tratado de Lisboa.

 

  1.    La Unión europea es el progreso económico liberal, los nacionalismos la pobreza proteccionista

 

La paridad de poder de compra de España con Alemania no cesa de alejarse desde nuestro ingreso en la Comunidad Económica Europea. El peso del Estado no cesa de crecer desde nuestro ingreso en la CEE y los niveles de desempleo y deuda pública (que no es más que un impuesto diferido sobre las cabezas de nuestros hijos) corren suerte pareja. Si en 1975 la economía española gastaba un 25% de su PIB en el Estado y se gestionaba con 1 millón de funcionarios, hoy gasta más de un 40% y encarga la gestión de su Estado a 3 millones de funcionarios.

 

 

  1.    La Unión europea garantiza el poder internacional de sus Estados miembros que estarían perdidos en el mundo globalizado y competitivo de hoy

 

El modelo comercial europeo está basado en la liberalización interna de los Estados (ausencia de tasas) y en el proteccionismo hacia afuera (imposición de tasas a los productos exteriores a la UE). El modelo político, desde el tratado de Maastricht en 1992, en el poder creciente del directorio Germano-francés. En ambos, los intereses de España quedan diluidos, pues no podemos favorecer a nuestra comunidad histórica (Hispanoamérica) mientras franceses e ingleses contaban con un sistema que favorecía a las importaciones procedentes de sus antiguas colonias (ACP). Políticamente la situación es aún más grotesca pues mientras los ingleses entregaron Hong Kong a la China comunista en 1997, Gibraltar sigue siendo poseído por ellos sin que se haya avanzado lo más mínimo en su devolución a España, antes bien, hay un retroceso constante en la influencia de España sobre el futuro de la colonia británica. En cuanto al peso internacional de España, queda en un segundo o tercer planoque le impide proyectarse en el exterior de acuerdo con su relevancia histórica, cultural y económica.

 

  1.    La Unión europea es moderna y dinámica, los nacionalismos son atrasados y escleróticos

 

La Unión europea se presenta como la cumbre de todas las tendencias sociales más atrevidas, desde la promoción del aborto a la LGTBI (de significado cada vez más omnicomprensivo) pasando por el uso de las drogas y la lucha contra el cambio climático. No obstante, el problema demográfico es cada vez más acuciante en Europa, siendo una de las razones que llevaron en 2015 a la canciller Merkel a perder el Norte invitando a todos los desposeídos del mundo a Alemania, que por obra y gracia de los tratados europeos es todo el espacio Schengen, incluida España. En nuestra nación, la tragedia del aborto se ve acompañada por una natalidad raquíticaen niveles nunca vistos en la historia contemporánea, que refleja una absoluta ausencia de esperanzaen el futuro. La división de la sociedad en grupos enfrentados los unos a los otros y victimizados hasta un paroxismo enfermizo no genera igualdad sino separación y su efecto letal sobre la vida en comunidad es cuestión de tiempo. Azuzar divisiones cosecha enfrentamientos como estamos viendo demasiado bien con los separatismos. El uso de España como puerto franco a la entrada de la droga que se consume “recreativamente” en toda la Unión es otra tragedia a la que es necesario poner fin lo antes posible. El papanatismo contra los combustibles fósiles, incluido el petróleo, que podría ser una solución a la endémica dependencia energética de España, está haciendo mucho daño a los más humildes, como se ha visto con la revuelta francesa de los chalecos amarillos. El deseo noble de preservar la naturaleza y la belleza de España y de combatir la polución debe empezar por limpiar de polución nuestras instituciones. La modernidad y el dinamismo no son equivalentes a su propaganda.

  

  1. La uniformización de las legislaciones de los Estados miembros fomenta la cooperación, el intercambio, el progreso económico y la transparencia. Los nacionalismos separan más y más a los pueblos

 

Quizá sea este aspecto aquél en el que la burocracia ha destruido más el sentido común en Europa. La prevalencia de todo lo políticamente correcto en todo el entramado burocrático de la Unión, que incluye no sólo a esos funcionarios bruselenses que se supone que no abultan más que los de un ayuntamiento sino a los de todos los estados nacionales convertidos en colaboradores necesarios de la burocracia uniformizadora, ha generado un ordenamiento jurídico cada vez más incomprensible y entorpecedor de la libertad económica y de mercado garantizada por nuestra Constitución. La reducción de las regulaciones, algunas de ellas adoptadas claramente en contra del interés de España como las agrícolas y pesqueras debido a nuestra entrada tardía en un club ya formado, es una tarea imperiosa y urgente. La existencia de Europa, y de España, precede a las de sus instituciones. Es esta comunidad histórica (Atenas, Roma, Jerusalén) la que genera una unidad espontánea de sus naciones, no la imposición de una pseudo-élite administrativo-burocrática no electa.

 

  1.    La Unión europea ayuda con sus subvenciones a los países menos desarrollados de esta para ir convergiendo hacia la media. Los nacionalismos son pobreza y estancamiento

 

Si quieres menos de algo, ponle un impuesto; si quieres más de algo, subvenciónalo. Así, hemos convergido en impuestos cada vez más altos y confiscatorios mientras nuestros sectores menos productivos se han hecho mayores gracias a la respiración artificial obtenida de las subvenciones. En cuanto a los fondos estructurales usados para el desarrollo de la red viaria o los más recientes – mil millonarios - usados para resolver la crisis de las cajas de ahorro (producida por la profusión política de las comunidades autónomas en primer término) tienen trampa. Las primeras porque obligan a una contribución equivalente en el lado español y obligan a su mantenimiento posterior encadenándonos a una red de infraestructuras sin poder decidir otras nuevas. La segunda porque implica una cesión de soberanía por mucho tiempo en la forma de la deuda que nos obligamos a devolver. Es mejor decidir por nosotros mismos las infraestructuras que necesitamos y las reformas políticas y económicas que nos pueden permitir ir saliendo del agujero de la deuda.

 

     10.  La Unión europea es la paz, los nacionalismos son la guerra

 

La paz con la que culmina la II Guerra Mundial es obra de la victoria aliada. Esta es la causa de la paz. Su preservación en Europa corre a cargo sustancialmente del liderazgo americano a través de la ayuda económica (Plan Marshall, que no llega a España) y Doctrina Truman (de defensa contra la expansión comunista). Se traduce sustancialmente en dos organizaciones internacionales, la OTAN cuyo tratado fundador es de 1949 y la OECE (hoy OCDE), cuyo tratado fundador es de 1948. Los padres fundadores de la Comunidad europea, en principio CECA no llegan hasta más tarde, 1951, y sólo 1957 para el tratado de la Comunidad Económica Europea y CEEA a las que España se adhiere en 1986. Si uno de sus principios es evidentemente la preservación de la paz entre las naciones a través de la cooperación comercial que haga menos rentable el conflicto, la base de su existencia es el compromiso americano de defensa frente al comunismo y de prevención del conflicto inter-europeo a través de la Alianza Atlántica. La UE no es la causa de la paz, sino su efecto.

 

En suma, la Unión se ha convertido, en su empeño de supervivencia, en lo contrario de lo que defendía el presidente americano Kennedy cuando se comprometió a luchar contra el comunismo en Europa y cualquier otro lugar del mundo. Parafraseando su conocido discurso las instituciones europeas parecen exclamar: Que toda nación sepa (…) que pagaremos todo precio, soportaremos toda carga, aguantaremos toda privación, apoyaremos a todo amigo, nos enfrentaremos a todo enemigo… para garantizar que nunca se haga la voluntad popular.