El espíritu de la Navidad

por Ignacio Cosidó, 29 de diciembre de 2006

(Publicado en el Diario Palentino, 24 de diciembre de 2006)

Tenemos cada vez más cosas para celebrar la Navidad, pero nos falta cada año más su espíritu. ¿Qué es el espíritu de la Navidad? Imagino que cada cual tendrá su propia respuesta, pero para mí, el espíritu de la Navidad tiene mucho que ver con el espíritu de Dios. Nos falta el sentido auténtico de una fiesta que conmemora la venida de Dios a la Tierra, nos falta el reflejo de ese Dios en nosotros para hacernos mejores, para despertar los mejores deseos en nuestros corazones, para sentirnos más hermanos entre nosotros y para albergar una alegría profunda y contagiosa en el alma. Ese es para mí el espíritu que nos falta.
 
Nos hemos quedado en el envoltorio sin descubrir cuál es el auténtico regalo de la Navidad. Cada año hay más luces y adornos más sofisticados que adornan nuestras calles, nuestras fachadas y nuestros hogares. Me gustan las luces de Navidad, especialmente las de nuestro Árbol cuando se reflejan en los asombrados ojos de mis hijos o las de las calles cuando se difuminan en la niebla. Para mí son un símbolo de la luz de Dios, pero no conviene confundir el espíritu con la electricidad. Son cosas distintas y tener cada vez más luces no significa que vivamos cada vez más el espíritu de la Navidad.
 
Cada año compramos más cosas para celebrar la Navidad. No voy a sumarme al discurso anticonsumista que se propaga estos días con bastante poco éxito a juzgar por las tiendas abarrotadas. Para el ser humano, la comida, además de ser una necesidad fisiológica, ha sido siempre un acto social. Por eso siempre que hemos querido celebrar algo importante hemos organizado un banquete. Cada uno según sus posibilidades y sus gustos, pero intentando llevar a la mesa lo mejor e invitando a los familiares y amigos para celebrar nuestra alegría.
 
Aún más que la comida me fascinan los regalos. Reconozco que me gusta más hacerlos que recibirlos. La ilusión de los niños en la Noche Buena o la mañana de Reyes es lo más parecido que conozco al espíritu de la Navidad que debería inundar nuestros corazones por el regalo de Dios. Regalar es una muestra de generosidad y de fraternidad. Significa desprenderte de algo tuyo para dárselo a los demás. En la mayoría de los casos, el tiempo que invertimos en las compras o el esfuerzo, no siempre fácil, de ponernos en la piel del otro para pensar que le gustaría, tiene en sí mucho más valor que el coste material del regalo. No creo que sea el consumo lo que esté matando el espíritu de la Navidad. El problema es que nos quedemos ahí, que convirtamos la Navidad en una expresión material, pero que abandonemos su espíritu.  
 
Ni siquiera me opongo a ese ejército de hombres de rojo escalando por las fachadas de las casas u omnipresentes en todos los escaparates que ha despertado las iras de más de un columnista. Personalmente me gustan más los tradicionales Reyes Magos, pero entiendo que es cuestión de gustos. En todo caso, tampoco creo que sea esa eclosión de 'papas noeles' la que estén acabando con el espíritu de la Navidad.
 
Por una vez y sin que sirva de precedente tampoco voy a echar la culpa a Rodriguez Zapatero y a su cruzada laica de esta falta de espíritu navideño que percibo en las calles. Me divierten los esfuerzos que hacen algunos por eludir cualquier referencia cristiana en estas fiestas, lo que además de imposible resulta patético, pero por desgracia el problema es esta ocasión es más profundo que el de un gobierno extravagante.
 
Por supuesto que el espíritu de la Navidad pervive en miles de hogares y en millones de corazones. El problema es que yo no siento a ese espíritu recorrer nuestras calles con la misma fuerza, no lo veo envolver con su magia estas Fiestas con la misma espesura, me cuesta encontrarlo en la expresión de mucha gente que camina apresurada por las calles o en los jóvenes que vuelven a sus casas de madrugada con una mirada perdida. Puede que tan sólo sea un problema de percepción personal. En todo caso, y sin ánimo de ofender a nadie, les deseo de corazón que el espíritu de la Navidad les acompañe a todos estos días.