El futuro de Vox

por Rafael L. Bardají, 9 de julio de 2019

El mundo –y España muy en particular- está lleno de oráculos. Mucha gente sabe lo que va a pasar. Por ejemplo, Javier Maroto, el exalcalde popular de Vitoria, ex vicesecretario general del PP de Rajoy y actual vicesecretario general del PP de  Pablo Casado,  ha dicho recientemente que si Vox  “no reconsidera lo que está haciendo en Madrid y Murcia, tiene los días contados”. Yo no disfruto de ninguna bola de cristal pero ya le advierto de que, en mi experiencia personal, el futuro no es nunca lo que era. Muy a menudo se confunde los deseos con la realidad.

 

Vox, guste o no, tiene un pasado, vive un presente y le espera un futuro. Tan incierto como el de cualquiera, incluido el propio PP.  Pero puestos a confundir deseos con realidad, hagamos un pequeño ejercicio de política ficción: ¿Qué futuro quiere cada uno para Vox? En sus aledaños políticos, yo creo que la cosa está relativamente clara. Por un lado, a C’s le iría bien un Vox reducido pero en las instituciones, un poco a la Alianza popular de Manuel Fraga, una fuerza a la que seguir metiendo en el saco de los deplorables de extrema derecha para asir continuar preservando su virginidad del centro-liberal.  El centro necesita de los extremos y a la izquierda ya tiene a Sánchez y a los suyos. Al PP pretende sustituirlo, así que contar con un partido político a su derecha, bien  lejos, le viene bien. Como digo, es el modelo AP, fuerza vociferante, pero marginal.

 

Al Partido Popular la existencia de Vox le supone un fuerte dolor de cabeza. Aunque ya han silenciado su discurso sobre la fragmentación de la derecha, habida cuenta de que dejaba al desnudo buena parte de su debilidad, no cabe duda de que siguen viendo en Vox a un competidor directo por parte de sus votantes.  Situar a Vox, como hace C’s  como los deplorables españoles, no le vale porque el PP nació con la vocación de ser todo el espacio político a la derecha del PSOE, tal y como lo legó a definir en su momento José María Aznar. Creo que el proyecto de la actual dirección sigue en esa misma línea. De ahí que lo mejor para el PP sería un  Vox a la UPyD 2.0. Esto es, un partido nacido de un descontento temporal pero al que tumbaría finalmente la realidad del voto útil. 

 

Lógicamente a los líderes políticos se suman sus terminales mediáticas pues ya sabemos que muchos medios y periodistas andan ayunos de ayudas públicas y privadas y creen que la mejor forma de lograr los favores de sus adversarios es darle patadas, a ver si así se ablandan y acaban por contribuir a sus bolsillos. Con Vox no es distinto, me temo, aunque no sea ninguna sorpresa. Pero el problema no es de Vox, sino de una prensa deseosa de favores.

 

Y luego están los votantes, militantes y dirigentes de Vox, todos esos que han puesto en marcha un proyecto político y todos quienes han apostado por él. ¿Qué futuro se pueden plantear? Está claro que ser el sujeto dócil y pasivo de una política de apartheid dictada desde no se sabe donde y que niega las matemáticas electorales, no es su ideal; como tampoco creo que sea servir de muleta de un PP que necesita de los votos de Vox para convencer a C’s y poder formar gobiernos de coalición de los dos.  Vox sería el tonto útil que acabaría convertido, con el tiempo, en el voto inútil pues, ¿para qué votarle si para lo único que sirve es darles el poder a PP y C’s a cambio de nada? Ah, si, se dice desde los altares de la corrección política, sean las sedes de los partidos, los periódicos o las ondas de radio, para arrebatarles a la izquierda parte del poder. ¿En serio se piensa que por no investir en Murcia al presidente del PP y aceptar un gobierno PP-C’s todo está perdido y el cielo va a derrumbarse sobre nuestras cabezas?

 

España se enfrenta a una triple amenaza: Por un lado, el peligro real de ruptura territorial gracias a la comprensión que las fuerzas separatistas suscitan en la izquierda española, ya sea por su federalismo congénito o por su abrazo del derecho de autoderminación. Se trata del separatismo y del gobierno Sánchez y de sus socios prioritarios de Podemos. 

 

En segundo lugar, se enfrenta a una amenaza a su riqueza y bienestar, especialmente a causa de las políticas socialistas y comunistas de la izquierda de más gasto social, más impuestos a los ricos y clases medias, más estatismo y menos libertad para emprender. De nuevo nos topamos con Sánchez e Iglesias y sus respectivos acólitos. Pero, en menor medida, no podemos descuidar en este apartado que las políticas socialdemócratas y de mantenimiento del insostenible estado del bienestar llevadas a cabo en el pasado por el PP y que promete para el futuro C’s son un peligro igualmente para la creación de riqueza, la innovación y el emprendimiento, favoreciendo una España mediocre, subvencionada y clientelar.

 

Por último España se enfrenta a un ataque a su esencia nacional, producto de la combinación de un liberalismo que es más hedonista que liberal, del multiculturalismo que nos somete a la diversidad, de un laicismo radical que castiga nuestras raíces cristianas, de un buenismo que prefiere que se trate mejor a los extranjeros que a los nacionales, de una ideología de género supremacista que criminaliza al varón por el hecho de serlo, de una hipocresía social que prefiere siempre ocultar  la nacionalidad de los criminales cuando no son blancos o españoles, de una progresía que prefiere alzar a lo normal lo que es marginal y alimentar a todo aquello que suene moderno por el hecho de parecer serlo. Y, desgraciadamente, en este terreno de lo progre no sólo hay que culpar a toda la izquierda, sino muy especialmente a un centro derecha cobarde que renunció hace muchos años a dar la batalla cultural y de las ideas y que es tan responsable del lamentable estado en el que nos encontramos como socialistas y comunistas. En tanto que partido político, Vox está sólo en esta batalla.

 

El reto de Vox está en saber combinar estos tres frente en cada momento. Pero no puede renunciar a ninguno sin el riesgo de perder sus señas de identidad. Y quienes se empeñan en arrinconar al partido de Santiago Abascal y presionarle para que renuncie a algo que es vital en la historia y en el proyecto de Vox lo hacen ocultando algo: que su sueño es que Vox deje de existir o que se quede en un mero testimonio de cuatro o cinco diputados.

 

No es ese el futuro que yo ambiciono para Vox ni creo que sea el que esperan sus millones de votantes.