El gran teatro del mundo

por Rafael L. Bardají, 4 de octubre de 2019

En una rueda de prensa tras anunciar su intención de presentarse a presidente de los Estados Unidos, un periodista le preguntó a Ronald Reagan: “¿Cómo es posible que un actor aspire a ser presidente?”. A lo que el candidato le respondió: ¿Cómo es posible que un presidente no sea un buen actor?’”.  Ronald Reagan es considerado un actor mediocre, pero logró ser un gran presidente. En España no escapamos a que la política se haya convertido en un gran teatro. El problema de los españoles es que, más que actores, tenemos grandes prestidigitadores en la política y que, por tanto, su gestión como líderes, dirigentes y cargos públicos está basada en una ilusión, un truco, un engaño.

 

Pedro Sánchez tiene una gran chistera de la que sacar un conejo, la intervención en Cataluña, con la que amaga para parecer el españolista que no es. Si así hipnotiza a votantes de Ciudadanos, mejor que mejor. Los dirigentes del PP dan un giro de 360º para abrazar ahora lo que rechazaban hace un año, pero envuelto en humo para que no se note demasiado la inconsistencia. En Podemos regalan antifaces para ocultar la distancia que media entre lo que dicen y lo que hacen.

 

Con todo, la gran ilusión de nuestro establishment es que todos sus componentes prometen salvar a España de sus demonios, aunque sea ellos responsables de desatarlos y sólo estén pensando en el gran aplauso que nos piden. Esto es, que les dejemos tranquilos cuatro años para disfrutar de sus cargos e influencias. Es lo que tiene el poder entendido como una función: que tarde o temprano se baja el telón y las mieles hay que saborearlas antes.

 

Un pueblo en el que su Quijote se abalanza contra molinos creyendo que son gigantes y donde sus grandes literatos ya nos avisan de la que vida es un sueño, deberíamos estar prevenidos contra los trileros de lo público. Pero la verdad es que no. Con las elecciones llega la lluvia de promesas, como si España fuera un gran bazar y su destino se jugase en el quien da más. Pero la realidad es que siempre, quien acaba dando son los de abajo, esa clase media camino de la extinción.

 

Reagan decía que “no hay respuestas fáciles, pero hay respuestas sencillas. Debemos tener el coraje  de hacer lo que sabemos que es moralmente correcto”. Lástima que en España, ya nos advirtiera Quevedo: 

“No olvides que es comedia nuestra vida 
y teatro de farsa el mundo todo, 
que muda el aparato por instantes 
y que todos en él somos farsantes”.
 

Se abre el telón  y aparecen nuestros políticos.