El pulpo Sánchez

por Rafael L. Bardají, 27 de mayo de 2021

¿Se acuerdan ustedes de Paul, aquel pulpo alemán que clavaba con precisión el siguiente campeón en el mundial de fútbol?  Pues bien, esta semana hemos sabido que nuestro flamante y siempre sonriente presidente, D. Pedro Sánchez, quiere asemejarse a la inteligencia del cefalópodo, no ya averiguando quién ganará el mundial, sino, nada más y nada menos, cómo será España (y el mundo) en 2050.

 

Hay quien atribuye la frase a Mark Twain o a Albert Einstein, yo, más humilde en mi intelectualidad, prefiero otorgarle la paternidad al jugador de béisbol americano Yogi Berra: “Hacer predicciones es muy difícil, particularmente sobre el futuro”. Quiero creer que Sánchez ya se habrá dado cuenta. No sólo se enteró de la dimisión de su vicepresidente primero por YouTube, sino que su flamante teatralización del informe España 02050 (que escribe con un cero a la izquierda), quedó apenas en nada porque en ese justo momento el Rey de Marruecos se la estaba jugando, impulsando a que miles de sus ciudadanos entraran por las buenas y por las malas en Ceuta. Un presidente que no ve lo que le va a suceder en unas pocas horas, pretende hacernos creer que tiene una infalible bola de cristal para saber qué va a ocurrir dentro de 30 años. Ahí es nada. 

 

En su descargo, nos cuenta que su informe ha sido redactado por los mejores expertos del momento. Pero pasa que los españoles estamos ya un poco hartos de sus expertos, cuando en verdad existen. Ahí quedó la historia del comité sobre la pandemia del que no se podía saber quién lo formaba porque no lo integraba nadie, siendo todo otra de sus mentiras. Aún más, sobre la capacidad de los expertos de ver el futuro se me viene a la cabeza una anécdota que alguien le debería haber contado ya a nuestro fatuo presidente: al comienzo de la década de los 80, el todavía correcto semanario The Economist llevó a cabo un sano ejercicio de futurología. Preguntó primero a relevantes expertos, luego a periodistas y políticos y, por último, al sindicato de basureros de Manchester, sobre cómo sería el mundo 10 años después. La revista guardó una década las respuestas y cuando finalmente las leyó, su sorpresa fue mayúscula: quien más se desvió fueron los expertos y quienes más acertaron, por su sentido común, fueron los basureros. Y quien todavía siga creyendo el sabio juicio de los expertos, por favor, que repase las ruedas de prensa de nuestro experto favorito, Fernando Simón, y sus cosas como “no va a habrá más de uno o dos casos, a lo sumo” y “no va a haber tercera ola”, entre otras muchas lindezas.

 

Es verdad que hay algunas profecías que se autocumplen. Me viene a la cabeza el caso del emperador romano Caracalla (Marco Antonio Severo en su nombre oficial). Consultando a alguno de sus augures predilectos, éste le dijo que iba a ser sucedido por el general Macrinus (no confundir con el senador Marcos Aurelio Macrino). Cuando el general supo de esa profecía, no tuvo más remedio que asesinar al césar antes de que éste le matara a él. Y, de esa forma, cerró el círculo haciendo realidad algo que no tenía por qué haber sucedido. Pero la mayoría de los augurios, se quedan en mera palabrería. O son muy vagos como para sacar conclusión alguna, o se refieren a acontecimientos muy remotos y lejanos en el tiempo y, por tanto, inverificables.  Nadie sabe a ciencia cierta qué predicciones concretas hizo Nostradamus, por ejemplo.

 

Lo bueno del informe España 02050, no obstante, es que sabemos, con casi certeza, que su contenido no se va a cumplir. Pero lo mejor, es que podemos impedir que se cumpla. La solución es verdaderamente simple: echar a Sánchez cuanto antes. No dentro de dos décadas, sino ya. Y para eso, créanme, no hace falta ninguna bola de cristal.