El virus son ellos

por Rafael L. Bardají, 7 de enero de 2021

Les había pedido a sus majestades los Reyes Magos que me trajeran el año que me han hecho perder, no el virus, sino nuestros gobernantes que, lejos de reaccionar a la pandemia con rigor, efectividad y mesura, eligieron improvisar, encerrarnos a todos, acusarnos de irresponsabilidad y abandonarnos criminalmente a nuestra suerte. Porque de ninguna otra manera puede calificarse una actuación que se jacta de haber impuesto las medidas más rigurosas de todo el planeta y encabezar el penoso ranking de muertes por millón de habitantes, de sanitarios contagiados, de falta de recursos básicos y, ahora, de carencia de un plan de vacunación que no esté motivado más que para ganancias electorales.

Hay quien desea olvidar cuanto antes el 2020. Craso error. El año pasado debe ser inolvidable, un antes y un después en nuestra memoria individual, familiar y colectiva porque lo que han hecho -y como lo han hecho- con todos nosotros no se puede olvidar. No se debe olvidar para que no dejemos que se reputa nunca más. Si pasamos página y llevamos estos meses al baúl de los olvidos, estaremos dando un cheque en blanco a nuestros dirigentes para que sigan con sus mismas decisiones definiendo a su antojo lo que es una emergencia nacional.

Se habla mucho de los fallecidos que el gobierno de Pedro y Pablo se niegan a admitir a pesar de las muchas instancias oficiales que les desacreditan. Pero se habla mucho menos de cómo dejaron morir a todos esos pobres desgraciados, solo, aislados, impedidos de recibir el cariño de los suyos. Uno tras otro, todos los días, mes tras mes. Y con sus restos, muchas veces, vagando de sitio en sitio, perdidos. No solo ha sido el gobierno socialcomunista un ejecutivo enterrador, ha sido esencialmente inhumano. Pero es que la izquierda siempre ha sido así, el enemigo número uno de la persona, de sus valores y de su alma.

Un gobierno que sólo tiene prisa para acabar con la educación religiosa y para aprobar la ley de la eutanasia, pero que no moviliza los recursos del Estado para acelerar una campaña de vacunación de la que venían presumiendo y que les ha servido durante meses para tener a los españoles esperanzados, dice mucho de sus prioridades. No podemos hacernos ilusiones, el año que acaba de empezar, el 2021, no va a ser mejor que el que hemos despedido. Que el gobierno esté dispuesto a usar las vacunas como un arma política a favor de sus socios y en contra de la oposición no augura nada bueno.

¿Cómo hemos podido llegar hasta esta lamentable situación? ¿Se puede caer aún más bajo?  Se puede porque España está infectada de un virus para el que no hay vacuna: la sed de venganza de la izquierda, la corrupción de las instituciones y el pesebrismo de los políticos. Sólo con educación, civismo e identidad nacional, el sentimiento de compartir un espacio, una cultura, una historia y un proyecto de futuro podría nuestra querida España curarse. Por eso el actual gobierno ataca todo lo que tiene que ver con su sanación. Del Parlamento a la Corona, pasando por una judicatura independiente y una prensa libre. Podremos criticar de Israel cuantas políticas queramos, pero es una envida que en menos de dos semanas estén rozando el 20% de su población vacunada. Porque allí sus dirigentes, sean de izquierda o conservadores, tienen una cosa muy clara: su principal responsabilidad es mantener a su pueblo sano y salvo.  Aquí, por contra, el Estado sólo nos quiere para exprimirnos con impuestos y poder pagar los privilegios de la clase política y los lujos de los inmigrantes ilegales. España, si, está muy enferma, pero no de coronavirus. El verdadero virus mortal son ellos, nuestros gobernantes.