Evolución y perspectivas del conflicto en Siria: el factor islamista

por Carlos Echeverría Jesús, 28 de febrero de 2013

Las revueltas en Siria, iniciadas como sus contemporáneas árabes en los primeros meses de 2010, degeneraron rápidamente, como sus ‘hermanas’ en Libia, en un agudo conflicto armado aunque en Siria su transformación en una guerra civil ha sido mucho más lento. También en Siria la intervención militar exterior ha existido, pero en este caso es de menor envergadura y mucho más sutil y todo ello obedece, por un lado. a la extremada sensibilidad del escenario de Oriente Próximo y, por otro, a las lecciones extraídas del caso libio. También en Siria, como en Libia, el factor islamista es importante a la hora de analizar el conflicto y los actores que en él interactúan.

 
La rápida evolución del conflicto en el primer año
 
Pese a no poder beneficiarse la oposición siria – profundamente dividida en facciones, como lo estuvo la libia del Consejo Nacional de Transición (CNT) – de un firme apoyo político, diplomático y militar exterior en sus primeros meses de activismo, el paso del tiempo nos ha demostrado que la firme voluntad de algunos de sus componentes y el creciente apoyo recibido por estos de actores muy variados, estatales y no estatales, les ha permitido seguir adelante haciendo frente a un régimen en buena medida totalitario apoyado en unas de las Fuerzas Armadas más potentes y mejor preparadas de la región. También en Siria las revueltas comenzaron con manifestaciones de protesta más o menos pacíficas, en este caso con su epicentro en Deraa, cerca de la frontera con Jordania, y que fueron reprimidas con dureza por el régimen, pero con similitud al proceso libio debemos recordar que, con la misma velocidad, el componente armado emergió enseguida en las filas opositoras acelerando la deriva militar y agudizando la represión.
 
Al no aplicarse para el conflicto sirio la fórmula de la ‘Responsabilidad de Proteger’ para canalizar un esfuerzo exterior de apoyo a los rebeldes – que instrumentalizada en Libia como lo fue quedó ya irremisiblemente marcada en negativo para el futuro – la emergencia de la oposición agrupada formalmente sobre el terreno bajo las siglas del Ejército Sirio Libre (en adelante, ESL) y su bandera verde, blanca y negra alternativa a la que sigue siendo a día de hoy la enseña nacional, fue ardua, y dichas siglas no podían ocultar las profundas divisiones existentes entre las personas y grupos que iban añadiendo caras y siglas al complejo espectro que quería erigirse en alternativa al régimen de Bashar El Assad. A los dos años del estallido de las revueltas en Siria iniciadas en marzo de 2011, debemos recordar que la Presidencia de El Assad expira formalmente en mayo de 2014, y ello si atendemos a la ficción electoral diseñada por un régimen de matriz totalitaria como es este, y a pesar del desgaste sufrido en veinticuatro meses de conflicto interno podemos comprobar que hoy por hoy resiste.
 
La experiencia vivida en Libia entre el 15 de febrero de 2011, fecha en la que se producían en Bengasi las primeras manifestaciones que constituyeron el punto de arranque de la oposición armada al régimen de Muammar El Gadaffi, y el 20 de octubre de aquel año, fecha en la que Gadaffi era asesinado, y sobre todo el caos que se aceleraría a continuación, tuvo consecuencias con respecto al conflicto sirio. La capacidad de actuar desde fuera contra el régimen de Damasco quedaba mermada al no alcanzarse consensos internacionales sólidos, y la desconfianza con respecto a los actores yihadistas y sus redes de apoyo internacionales se hizo cada vez más evidente. Cuando el 24 de diciembre de 2011 el hoy poderoso protagonista yihadista de las revueltas sirias, el Frente Al Nusra (Abhat Al Nusra), adquiría dramático protagonismo – con un ataque en Qazaz contra instalaciones de las fuerzas de seguridad que provocaban 55 muertos y más de 300 heridos – las sospechas se confirmaban.
 
En su primer año, las revueltas sirias habían permitido ir consolidándose sobre el terreno a grupos cada vez mejor armados y encuadrados para el combate, tanto en las filas de un ESL que se iba nutriendo de desertores del régimen, como en las del Frente Al Nusra que iba nutriendo sus filas con yihadistas foráneos. Además, el flujo de armas, tanto directo facilitadas por los apoyos estatales y no estatales a la oposición, como indirecto procedente de los arsenales liberados en escenarios de revueltas en la región, particularmente de Libia, les iba permitiendo sentirse cada vez más fuertes. En el terreno político diplomático los esfuerzos internacionales, reflejados en la frenética actividad del ex Secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) como Enviado Especial de la propia ONU y de la Liga de Estados Árabes, Kofi Annan, chocaba con las dificultades diplomáticas en términos regionales y globales, fuera de Siria, y con el enconamiento de los enfrentamientos entre un régimen que se mantenía firme y una oposición dividida pero que veía con optimismo el futuro en términos de seguir la estela de las revueltas árabes que habían ido consiguiendo apartar del poder a sus Jefes de Estado (Túnez, Egipto y Libia, por ese orden).
 
Finalmente, es importante destacar que, en agosto de 2011, la misma Turquía que había variado radicalmente su postura con respecto al régimen de Gadaffi lo hacía también con respecto al de Al Assad, abriendo con ello un frente que se ha mostrado cada vez más instrumental en el campo de batalla nutrido por los rebeldes.
 
La evolución a lo largo de 2012
 
El año 2012 comenzaba con la provocadora invitación lanzada en enero por el Emir de Qatar, Hamad Bin Khalifa Al Thani, que ocupaba entonces la Presidencia rotatoria de la Liga de Estados Árabes, a lanzar una intervención militar árabe en Siria. Ello provocó en el seno de la Organización la indignación de Argelia, país influyente en la Organización regional árabe que ha visto en estos años con desagrado las manipulaciones qataríes, primero contra Libia y luego contra Siria y, en general, su intento de inundar con sus abundantes fondos financieros los convulsos escenarios de revueltas árabes. El pasado año ha sido particularmente luctuoso en términos de bajas civiles y militares producidas, y terminaba con un balance preocupante para el régimen, sobre todo ante el reforzamiento de los rebeldes – y más aún preocupante por la creciente influencia entre estos de los yihadistas del Frente Al Nusra – en las regiones de Idlib y de la martirizada ciudad de Alepo, en la que combinan su activismo militar con el humanitario que tan hábilmente manejan los yihadistas, y con el progresivo asedio al cinturón de localidades que rodean la capital, Damasco.
 
Al terminar el año 2012 con más de 70.000 muertos, centenares de miles de refugiados y unos 160.000 opositores presos - según la oposición – dicho balance en cifras del conflicto es un reflejo dramático de su creciente dureza. En estos meses el control del régimen sirio sobre su propio territorio se ha visto mermado, sus filas han sufrido de importantes deserciones y las relaciones con algunos vecinos se han deteriorado. Esto último es particularmente visible con respecto a Turquía. Con Israel, el estado de guerra permanente entre ambos Estados desde hace décadas es ahora más evidente que nunca aunque las hostilidades no hayan llegado a desencadenarse, pero sí conviene recordar que se han producido escaramuzas en la región de los Altos del Golán, ocupada por Israel, o que este último ha realizado un ataque aéreo sobre instalaciones militares del país en enero de 2013. La proyección de desestabilización hacia fuera se ha venido manifestando también, y particularmente, en y desde el suelo libanés, con la expulsión de refugiados hacia su territorio, el flujo de armas y combatientes por la frontera con una creciente presencia de miembros de Hizbollah en suelo sirio y, por ende, con el estallido de tensiones y enfrentamientos intercomunitarios claramente visibles en la localidad de Trípoli. Finalmente, también ha sido importante el efecto desestabilizador en el vecino jordano, donde en los primeros meses de 2013 se prevé un incremento exponencial del número de refugiados que podría multiplicarse por dos entre enero y agosto de este año.
 
También en términos de deterioro de la cohesión nacional siria, desde julio de 2012 las milicias del Partido de la Unión Democrática (PYD), kurdo y vinculado a su vecino Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) activo en suelo turco desde hace décadas, controlan las regiones de mayoría kurda del norte y del noreste de Siria, marcan distancias con respecto tanto al régimen de Damasco como a los opositores a este (ESL y Frente Al Nusra) y dibujan un horizonte de posibles semejanzas entre este escenario y el de los vecinos iraquí y turco en clave de un pujante actor kurdo con aspiraciones más o menos independentistas pero en cualquier caso con una importante capacidad militar.
 
La hostilidad manifestada por el régimen turco hacia el sirio desde el verano de 2011 había llevado a una progresiva recomposición de las políticas tanto de Siria como de Irán con respecto a una cuestión, la kurda, que a ninguno de los dos les había venido siendo en el pasado fácil de gestionar. El régimen de Damasco ha jugado peligrosamente con el PYD, dándole cierto oxígeno para dañar con ello a Turquía pues con ello fortalecía al PKK, y lo mismo ha hecho Irán alcanzando con sus propios kurdos – el Partido por una Vida Democrática en el Kurdistán, cuyas posiciones ha bombardeado en años recientes para debilitar con ello su presencia en el oeste del territorio de la República Islámica – un entendimiento, a todas luces coyuntural, pero que no hace sino fortalecer también a la organización kurda por antonomasia en esta explosiva región que es un PKK que en las últimas semanas ha redoblado su activismo.
 
Los kurdos sirios ya habían sido reprimidos por el régimen de Bashar El Assad en 2004, un año después de constituirse el PYD como instrumento de reivindicación y en el contexto del agravamiento de la situación regional por efecto del conflicto iraquí que animó a los kurdos sirios a levantarse, pero habían permanecido al margen de las revueltas sirias al comprobar cómo estas entraban rápidamente en una espiral de violencia entre el régimen y elementos de la oposición apoyados por actores externos, particularmente de los islamistas y sus valedores. El PYD levanta sus defensas no sólo contra posibles ataques del régimen de Damasco sino particularmente contra actores interpuestos que considera que están manipulados por Turquía o por Qatar, Estados que tratan de debilitar, dividiéndolo, al movimiento kurdo. Mientras tanto la interacción entre kurdos sirios y kurdos iraquíes crece y, aunque en aparente hibernación, la ‘cuestión kurda’ podría emerger en el futuro si la desestabilización se extiende, el régimen implosiona y los actores islamistas radicalizados toman el control de la situación. Que estos últimos podrían hacerlo es más que evidente, sobre todo a la luz de estos años de jugosos apoyos políticos y materiales aportados por algunas petromonarquías del Golfo, tanto a los grupos armados (por Kuwait, Arabia Saudí y Qatar) como a los sectores políticos (a los Hermanos Musulmanes por parte de Qatar y al abanico de grupos salafistas por parte de Arabia Saudí, exactamente en la misma línea en lo que ambos países están actuando en Túnez o en Egipto).
 
La consolidación de los yihadistas del Frente Al Nusra y las incógnitas de cara al futuro
 
Los primeros meses de 2013 han mostrado hasta ahora la consolidación de la violencia sobre el terreno, por un lado, y el fracaso de los esfuerzos negociadores por otro, y todo ello en un escenario nuevo marcado desde noviembre de 2012 por un esfuerzo para unificar a la oposición que dio a luz, sospechosamente en Doha (Qatar), a la Coalición Nacional Siria de Fuerzas Revolucionarias y de la Oposición, liderada por el antiguo imam Moad Al Jatib.
 
Relevante y, por ello, ilustrativa, es la aceleración de los zarpazos del terrorismo yihadista en suelo sirio en las últimas semanas con especial letalidad en las más inmediatas. Destacable, y muy preocupante, es también el creciente número de extranjeros que mueren o que son detenidos una vez han abrazado sobre el terreno el estandarte negro de los yihadistas sirios: destacan entre estos los libios, los saudíes, los jordanos y los tunecinos, entre otros orígenes, en toda una llamada de atención al mundo exterior y, particularmente, a los países de los que son originarios estos terroristas foráneos. Un par de ejemplos sirven bien para ilustrar la nueva dinamización del yihadismo salafista global instrumentalizando el campo de batalla sirio. Uno es el de Muhammad Yasin Jarad, terrorista jordano muerto a mediados de enero pasado cuando combatía con el Frente Al Nusra en Al Suwayda: era primo de Abu Mussab Al Zarqawi, el sanguinario líder yihadista que actuó en la pasada década liderando Al Qaida en Irak, y su propio padre se había hecho también famoso al participar en Nayaf (Irak) en el atentado yihadista que costó la vida, en 2003, al líder shií Muhammar Baqir Al Hakim. El otro ejemplo, el del egipcio Ahmad Rafat (alias Abu Bara), originario de la región de Kufr Al Shaykh y que murió combatiendo con el Frente Al Nusra a principios de julio de 2012, y ello tras haber sido liberado de las cárceles egipcias al caer Mohamed Hosni Mubarak, haber ido a combatir en Libia contra las fuerzas de Gadaffi y, tras ser este derrocado, haber continuado su combate yihadista en el frente sirio. La muerte de este egipcio coincidió en el tiempo con la de algunos españoles originarios de Ceuta y con la de varios marroquíes procedentes de localidades próximas a la Ciudad Autónoma española como Castillejos.
 
De los zarpazos del terrorismo destacaremos los más recientes, en una selección que consideramos ilustrativa: el 3 de enero provocaban 11 muertos al hacer estallar un coche cargado de explosivos en una gasolinera en Damasco. El 15 de enero dos explosiones golpeaban la Universidad de Alepo en el primer día de exámenes, provocando también en el momento más de 80 muertos. El 21 de enero un suicida del Frente Al Nusra provocaba un número indeterminado de muertos entre milicianos del Baaz en la provincia de Hama. El 6 de febrero dos coches bomba provocaban la muerte, en Palmira, de 12 miembros de las fuerzas de seguridad. El 11 de febrero un microbús con matrícula siria estallaba en el paso fronterizo de Cilvegozu, en la frontera con Turquía, provocando en el momento 13 muertos y una treintena de heridos. Entre el 13 y el 14 de febrero morían en la feroz lucha por el control de Al Shaddadé, en la provincia de Hasaka fronteriza con Irak, un centenar de soldados el Ejército sirio y una treintena de yihadistas del Frente Al Nusra. Este último acabó haciéndose con el control de la ciudad confirmando con ello su progresiva consolidación en el campo de batalla.
 
Todo ello nos obliga a recordar, y denunciar de paso y de nuevo, la ingenuidad/irresponsabilidad con la que algunos actores occidentales han venido tomando decisiones con respecto al escenario sirio. Nada más crearse la susodicha Coalición Nacional Siria de Fuerzas Revolucionarias y de la Oposición en suelo qatarí, desde Washington se trataba de aplicar un correctivo a la deriva en marcha incluyendo al Frente Al Nusra – no lo olvidemos, el elemento armado más eficaz en términos de letalidad de la oposición sobre el terreno y contra el régimen de Damasco – en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado estadounidense. Si bien es cierto que estar incluido en dicha lista conlleva de inmediato la aplicación de una serie de medidas de control sobre el grupo en cuestión (embargo de bienes, prohibición de viajar a destinos concretos, etc), a nadie se le escapa cuán difícil será aplicar esto en un terreno tan volátil como es el campo de batalla sirio. Debemos plantearnos simplemente un par de agudas preguntas para entenderlo: ¿quién y cómo va a seleccionar los destinatarios de la ayuda militar, e incluso de otro tipo, para evitar en último término que esta caiga en manos de yihadistas del Frente Al Nusra, considerados ya terroristas, en medio del fragor de los combates? Y la segunda, ¿quién es tan ingenuo como para creerse que los aliados sobre el terreno en términos de adversarios/enemigos del régimen sirio (Qatar, Arabia Saudí, Turquía, elementos privados, ONGs, o los propios combatientes del ESL y de otros grupos y facciones) van a aplicar tales escrúpulos? En este sentido, seamos realistas, incluso la reciente decisión del Consejo de Ministros de la Unión Europea de mantener la prohibición de vender armas a la oposición siria – que tres Estados miembros (Francia, Italia y el Reino Unido) trataban de levantar – aparece como escasamente eficaz pues hemos de asumir que la fluidez con la que a día de hoy llega el apoyo (material, económico y humano en términos de militantes) a los grupos yihadistas en suelo sirio es enorme y difícilmente controlable.
 
Del dinamismo del Frente Al Nusra dan fe, aparte de los susodichos ataques, los dos atentados más recientes y de carácter simultáneo cometidos por el mismo, así como el contexto en el que se han producido. Tras haber tomado el Aeropuerto Militar de Taftanaz, el más importante del norte de Siria, sus yihadistas reaparecían con el doble atentado con coches bomba (al menos uno de ellos conducido por un suicida) en el distrito de Al Mazraa, en el centro de Damasco, el 21 de febrero. Morían en el momento 64 personas, y dos centenares resultaban heridas en un dantesco escenario que ha sido habitual durante años en escenarios como Irak, Pakistán o Afganistán y al que Siria va aproximándose peligrosamente. El doble atentado – que podía haber sido triple pues un tercer vehículo repleto de explosivos fue interceptado - dañaba tanto una sede del Partido Baaz como la Embajada de la Federación de Rusia pero, como ocurriera en atentados yihadistas previos en escenarios aparentemente similares – recordemos los ataques yihadistas contra instalaciones de la ONU en Argel, en 2007, o en la nigeriana Abuja años después, o contra objetivos de la OTAN en Afganistán en diversos años -, decenas o centenares de víctimas mortales o de heridos eran civiles aún cuando algunos de estos grupos, el Frente Al Nusra por ejemplo, han venido insistiendo en su propaganda en que sus objetivos son siempre selectivos. En cuanto al contexto, los atentados en el céntrico y estratégico distrito de Al Mazraa se producían horas o escasos días después de que fueran atacados objetivos también duros, y siempre en la capital, como uno de los Palacios del Presidente, el Estado Mayor de la Defensa o el Cuartel General del Ejército.
 
Finalmente, no está de más dedicar nuestra atención a la situación en el terreno diplomático, en el que los esfuerzos negociadores del Enviado Especial de la ONU y de la Liga Árabe, el ex Ministro de Asuntos Exteriores argelino Lakhdar Brahimi, se muestran estériles ante el enconamiento de la situación, y terminar con un vistazo al escenario regional. Una de las mejores dimensiones para comprobar las divisiones profundas que este conflicto está generando es la de la diplomacia intramusulmana. El mejor escenario para comprobarlo es la reciente Cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica (la OCI, creada en 1969), celebrada en El Cairo en los días 6 y 7 de febrero. La participación de Siria en la OCI está congelada desde agosto de 2012, y la Organización ha mostrado en la capital egipcia las profundas divisiones que la afectan a la hora de tratar cuestión tan sensible en términos intramusulmanes como es el conflicto sirio: los 26 Jefes de Estado que acudieron, de los 56 Miembros, escucharon el discurso inaugural del Presidente Mohamed Mursi en el que este llamaba a su homólogo sirio a dejar el poder, y el pequeño grupo ‘ad hoc’ creado para tratar del conflicto contó con la presencia del propio Mursi y de sus homólogos turco, Abdullah Gül, e iraní, Mahmud Ahmadineyad, pero no del monarca saudí que no quiso compartir mesa con el líder shií. Esta tensión entre suníes y shiíes está más agudizada que nunca en el mundo islámico, desde Pakistán hasta Irak o Bahrein, pero se sufre con especial crudeza en el escenario sirio.
 
Las tensiones no tienen sólo efectos en la dimensión intramusulmana, sino que también afectan al actor regional no musulmán por antonomasia: Israel. El régimen iraní acusaba el 16 de febrero a Israel de la muerte violenta en Siria del General Hasan Shateri, alto mando de la Brigada Al Quds de la Guardia Revolucionaria (Sepat Pasdarán), y prometía pronta venganza. El General Shateri es un ejemplo ilustrativo de la colaboración militar iraní con sus aliados en el exterior: asignado en 2006 como experto en reconstrucción posconflicto a la Embajada de Irán en Beirut, tras la guerra entre Hizbollah e Israel, pasó a compaginar tal actividad con su participación directa en el conflicto sirio en apoyo al régimen de Damasco.
 
Como colofón, recordemos que, aunque el 14 de febrero el régimen de Damasco mostró su disponibilidad a dialogar con la oposición siempre que en tal esfuerzo participen los EEUU y la Federación de Rusia, los antecedentes analizados anteriormente me llevan a ser profundamente escéptico ante esta “novedad” que tantas esperanzas ha despertado en algunos círculos en los últimos días. Parte de ellas se alimentan además con la supuesta evolución en la posición rusa, calificada como de un menor apoyo al régimen aliado de Siria, cuando en realidad Rusia está sumida en una profunda redefinición de sus relaciones con un Occidente al que el Kremlin achaca una inaceptable actitud de acoso y al que, difícilmente, va a hacerle concesiones ahora en un escenario tan complejo y tan comprometido como es el de Oriente Próximo. Los escenarios imaginados de transición política contando en parte con el Partido Baaz, pero en absoluto con la figura de Al Assad y sí la de alguno de sus vicepresidentes, pueden llenar páginas y páginas y alimentar esperanzas, pero la realidad de la guerra sobre el terreno, la redinamización de la cuestión kurda en toda la región, la creciente tensión intramusulmana entre suníes y shiíes y, sobre todo, la firme voluntad del yihadista salafista Al Nusra de no sacrificar nada de lo logrado hasta ahora por sus muyahidin (guerreros sagrados del Yihad) son realidades que podrán imponerse dramáticamente a aquellos.