Ginebra: un acuerdo histórico y peligroso

por Rafael L. Bardají, 2 de diciembre de 2013

(Publicado en Época, 1 de diciembre de 2013)

 

 El acuerdo alcanzado por el grupo de países denominado P-5 + 1 y ½ (esto es, las cinco potencias permanentes del Consejo de seguridad de la ONU más Alemania y la representante de la Unión Europea) con Irán sobre su programa nuclear ha sido calificado por sus defensores -los seguidores a pie juntillas del presidente Obama- como un “acuerdo histórico”, mientras que sus detractores –esencialmente Israel y las monarquías del Golfo- lo han criticado por considerarlo un “error histórico”.   En realidad es las dos cosas, un histórico acuerdo erróneo.

 
Vayamos por partes. Por qué es erróneo. Muy sencillo: primero, porque lo acordado deja intactas las capacidades iraníes de enriquecimiento de uranio. Irán sólo se ha comprometido a congelar la producción de uranio enriquecido al 3’5% en estos seis meses, de tal forma que al final de los mismos su stock no haya aumentado; sin embargo no se le ha exigido que desmantele sus centrifugadoras –cerca hoy de 20.000- que podrán ser renovadas a medida que sufran desperfectos o envejecimiento y, por lo tanto, en términos de infraestructura nuclear, Irán estará tan cerca de su bomba dentro de seis meses como ya lo está hoy. El acuerdo se ha centrado en el producto, no en el proceso para llegar al mismo, que queda intacto. Ciertamente, Irán acepta deshacerse del uranio que ha enriquecido al 20%, degradándolo para su uso militar, pero eso no es tan relevante como guardarse la capacidad de volver a elevar el grado de enriquecimiento cuando lo estime oportuno. De hecho Irán sale de Ginebra con algo que nunca antes se le había concedido: El derecho a enriquecer uranio, actividad que la ONU le exigía que abandonara por completo.
 
Es erróneo en segundo lugar porque a cambio de algo que hoy no existe, el aumentar la capacidad de enriquecimiento, esto es, un futurible, a Irán si se le concede compensaciones tangibles y reales, como es el levantamiento parcial de las sanciones que tanto han costado imponer a lo largo de los años. El régimen de Teherán va a ver cómo le entran a sus arcas más de 7 mil millones de dólares en este breve periodo. La idea, según la administración norteamericana, es abrir el apetito de los líderes iraníes y llevarles a más concesiones a cambio de mejorar la economía del país. Sin embargo, lo que puede suceder es todo lo contrario, que aliviados de la presión social de unos ciudadanos muy descontentos por cómo manejan el país y a las pésimas condiciones de vida a las que les han llevado, el régimen de los ayatolas se sentirá más fuerte y mejor dotado para negociar desde una mejor situación que en la actualidad. Lejos de mayores concesiones, los occidentales pueden esperar más intransigencia. No en balde Irán es el inventor del Bazar y todas sus ocultas reglas de juego.
 
Es erróneo en tercer lugar porque el acuerdo no sólo es limitado en el tiempo, sino que es aún más limitado en su concepción: sólo ve los aspectos técnicos del programa nuclear y abandona todo lo que lo rodea. Nada dice de otros componentes esenciales, como el conocimiento y las tecnologías para fabricar una cabeza atómica o los programas adyacentes de misiles de largo alcance, que pueden seguir adelante intocados. Aún peor, desvincula las tecnologías de la naturaleza y las actividades del régimen que, como bien sabemos, ha patrocinado el terrorismo, ha engañado a los inspectores de la AIEA de Viena y ha rechazado sistemáticamente cumplir las exigencias impuestas por las Naciones Unidas. Nada se dice de las ambiciones de dominación regional iraní ni de sus vinculaciones con Basher el Assad, a quien sostiene directamente, o Hizbollah y Hamas. Este acuerdo recuerda vivamente al que Obama consintió a Putin que elaborara sobre las armas químicas sirias. Aunque ya no se utilicen, las matazas continúan por otros medios. Igualmente, desvincular el programa nuclear de Irán de la naturaleza represiva, violenta y expansionista del régimen de Teherán no puede traernos un resultado feliz.
 
Es erróneo finalmente por cómo se ha gestado. Obama mantuvo al margen a sus aliados en la zonaasí como a sus socios europeos. De hecho, la negativa de París a firmar el acuerdo en la primera ronda de Ginebra, se debió en buena parte a encontrarse con un texto cerrado por los americanos al que sólo cabía adherirse.
 
Y eso nos lleva al por qué este acuerdo es muy peligroso. Pone en peligro el régimen de sanciones puesto que bien sabemos cómo acaban las sanciones selectivas: Nadie las cumple. Es más. este acuerdo interino apunta a una profunda reconfiguración de toda la zona de acuerdo con una nueva orientación de los Estados Unidos, que deja de lado a Israel y Arabia Saudí, sus tradicionales aliados en la región, para avanzar en un diálogo global con Irán. Obama quiere restablecer las buenas relaciones con Teherán y si ello exige hacer la vista gorda en Siria, aceptar un gobierno pro-iraní en Irak, entenderse tácticamente con los terroristas de Hezbollah y dejar que Irán sea un estado nuclear virtual –esto es, con la capacidad de producir una bomba en muy poco tiempo- pues se hace y punto. El problema es que Obama no acaba de entender el Oriente Medio y nadie en esa zona se va a quedar impasible. La proliferación que no quería América va a ser lo, único que acelera con sus prisas de firmar con Teherán.
 
Este acuerdo se basa en una doble ilusión: que nos podemos fiar de Irán y que si los iraníes no cumplen, volveremos a imponer nuevas sanciones. Y, sin embargo lo que hace en realidad es acabar con el régimen de sanciones sin que los ayatolas pongan fin a sus siniestras ambiciones. En seis meses no estarán más lejos de la bomba mientras que nosotros sí que lo estaremos de poder imponer más sanciones.