Guerra en Ucrania: perspectivas distorsionadas

por Manuel Coma, 6 de marzo de 2023

Una forma de caracterizar la guerra en estos momentos es como una lucha por el tiempo. A favor o en contra. Putin, a favor. Apuesta a que el tiempo trabaja para él. Le supondrá mucho más sacrificio humano y económico, pero se lo puede permitir porque su país, su pueblo se lo consiente y, en todo caso, cuenta con contundentes medios para ahogar cualquier disidencia. Zalensky, los ucranianos, con muchos menos recursos propios, tienen prisa y su prisa se ha ido acelerando a lo largo del primer año de guerra. A la máquina de tiempo putiniana, Ucrania opone el numantinismo de su resistencia y el obstinado empuje popular. Si el país no hubiera sido una nación, el ataque ruso la habría creado. Más bien ha profundizado, solidificado sus raíces. La otra mitad del esfuerzo ucraniano es la ayuda occidental. También aquí los efectos no buscados, ni en absoluto previstos de la invasión han resultado decisivos: Europa, USA, Occidente y su brazo armado, OTAN, han despertado.

 

La Alianza Atlántica se estaba quedando poco a poco en una cáscara vacía. Los europeos nunca habían cumplido con los objetivos de gasto militar fijados colectivamente por todos. En conjunto somos demográficamente más, y más ricos que los americanos, pero ellos contribuyen con el 70%. El hecho de que en estos momentos el mayor obstáculo material para la continuidad de la ayuda sea que los arsenales se están quedando vacíos a ambos lados del Atlántico, sobre todo en munición de artillería, demuestra, por si hiciera falta, hasta qué punto es un fantástico embuste la acusación, que Putin repite cada vez que abre la boca, de que la OTAN representaba una amenaza para Rusia. Si Ucrania hubiera pertenecido a OTAN, Putin no hubiera atacado, por más que la manera rusa de pensar es que si la correlación de fuerzas fuera la inversa de la que es, ellos ya estarían cerca del Atlántico. Esa mentalidad propicia la idea de que el propósito occidental puede muy bien ser el mismo, sólo que en la dirección opuesta, hacia los Urales. De ahí que no resulte nada de descabellado calcular que si al dirigente ruso le dejásemos ahora conseguir sus objetivos y la OTAN, indirecta pero claramente, saliese derrotada, cumplirá, una vez que se haya repuesto, sus explícitas amenazas a los pequeños países bálticos que fueron repúblicas socialistas soviéticas y ahora son miembros OTAN, aunque probablemente empezaría por Moldova o Moldavia, que fue lo primero pero no es lo segundo. Y tras la restauración del imperio no está de más que se contemple su expansión.

 

Sin poner en duda la sinceridad de las múltiples declaraciones de Putin, desde hace años, no sólo desde Moscú, sino también en foros internacionales, de su deseo, y la convicción de su derecho, de restablecer los límites de la Unión Soviética, la creciente endeblez y escasa utilidad de la OTAN hasta el señalado despertar –en cuanto tal, ni siquiera participó contra el sátrapa libio Gadafi–, debe llevarnos a tener en cuenta los motivos internos del amo del Kremlin. No por errado deja de ser sincero en sus selectivos y sesgados ensayos históricos en los que «demuestra» que Ucrania no existe y nunca ha existido como nación y los ucranianos no son otro cosa que rusos y los que lo niegan no son más que nazis. Pero sea lo que sea, Putin ve a Ucrania como amenaza por lo que tiene de mal ejemplo: Que un país que él considera mucho más que pariente cercano, se proclame occidental, se desvincule de lo que Moscú llama «el mundo Ruso» en un sentido civilizacional en franca oposición a Occidente, que denuncia a sus oligarcas y corruptos, que quiera una economía de mercado y sobre todo libertad y libertades, no puede dejar de ser un pésimo ejemplo para la supervivencia del «régimen Putin». Lo es también, en grado máximo, lo que curiosamente parece haber pasado desapercibido, para la Bielorusia de Lukashenko. Mientras que Putin quería bielorusicizar Ucrania, muchos bielorusos quisieran ucranizar su país. Una amenaza tras otra para la nación imperial o el imperio nacional.

 

Para Putin ha salido desastroso, desde luego de momento, el haberse creído su propia retórica y sus artes como filósofo de la historia. ¡Cuánto mejor podría estar sin sesenta mil jóvenes muertos, incluidos oficiales del ejército que ahora se le queda corto, sin sanciones y viéndose en la necesidad de endurecer su régimen y exigir grandes sacrificios a la población y convirtiendo toda su grandeza en un auxiliar, puede que llegue a no pasar de servidor, de Pekín, cuando tiene el problema de que los chinos, ya varios millones, van colonizando una franja cada vez más ancha del sur de Siberia, fronteras arriba, y que han emprendido la construcción de 100 centrales nucleares que cortarán su dependencia del petróleo ruso, en todo caso cada vez más barato.