Kim Jong Il: la herencia del tirano

por Gerardo del Caz, 21 de diciembre de 2011

 

Desde Occidente a menudo se presentaba a este dictador como una curiosa y casi exótica mezcla de extravagancia y locura por su acomplejada personalidad que le llevó a utilizar zapatos de plataforma, someterse a liposucciones de forma regular o por detalles como ser uno de los mayores consumidores de coñac del mundo, su colección de 20.000 DVD, su pasión por Walt Disney o el secuestro de un cocinero italiano para que le prepara platos de pasta.

Lo relevante es que Kim Jong-Il ha tenido el dudoso mérito de hacer de su país un permanente foco de desestabilización y de tensión en Asia Oriental. Con sus constantes y sistemáticas violaciones de acuerdos suscritos, el régimen norcoreano se perpetuó mediante un continuo chantaje a sus vecinos amenazando con la inestabilidad o, directamente, coaccionando mediante el uso de la fuerza en pequeñas dosis como Corea del Sur puede atestiguar.

Con toda la precariedad del país es un error menospreciar la potencial amenaza del régimen de Pyongyang. Dotado de un ejercito de más de un millón de personas, con capacidad para atacar Corea del Sur o Japón y con una indeterminada capacidad nuclear, Pyongyang es un claro elemento perturbador del mapa geopolítico de Asia Oriental. El hecho de que ninguna agencia internacional de prensa ni ningún servicio de inteligencia tuviera conocimiento hasta el lunes de su muerte el sábado nos proporciona una idea del hermetismo y el férreo control sobre una población atemorizada, indefensa y tan absolutamente aislada del resto del mundo que carecen de una visión mínima de la situación.

Tal es la situación que en una dictadura del proletariado no hay ningún inconveniente doctrinal en seguir con la tradición hereditaria y , así, entregar el mando del país a Kim Jong-Un, un inexperto joven de 27 años del que se conoce su inmadurez y su propensión a las crisis depresivas.

Las incertidumbres son  múltiples. La transición actual será muy diferente de la 1994 y el interlocutor clave es China, el único país no hostil a Pyongyang y que por motivos ideológicos, comparte una cierta cercanía. China, no obstante, tiene en Corea del Norte un problema más que a un aliado. Cualquier problema supondría como mínimo una crisis humanitaria que afectaría a China y una situación que conllevaría perjuicios en sus relaciones con Japón y Corea del Sur con quien comparte intereses económicos.

El statu quo actual es difícilmente sostenible a largo plazo con un país que se muere de hambre y que obtiene réditos mediante la amenaza a los vecinos. La mejor alternativa sería una reunificación de las dos Coreas que, en la práctica, supondría el control del norte por parte de Seúl, algo a lo que Pekín se opone al perder capacidad e influencia y al temor a que una Corea del Sur heredara el arsenal militar del note.

Siendo posibilistas, lo que esta situación genera es una oportunidad de colaboración para que se materialice la primera acción internacional coordinada entre Estados Unidos y China. Y es China el país que tendrá que desempeñar un papel clave en esta situación que va a tener implicaciones en la estrategia estadounidense respecto al área Asia-Pacífico.