La cruda realidad del populismo

por Juana de Arcos, 11 de febrero de 2019

Joseph Nye es un famoso politólogo y geo-estratega americano que alcanzó renombre mundial metiéndose con Bush junior en un libro de 2004 llamado Poder Blando. La geo-estrategia es la ciencia que estudia las relaciones de poder entre las naciones, de modo que es explicable que sea especialmente descarnada y lo que los profanos llaman cínica. Así, si excluimos a los griegos clásicos que en realidad lo inventaron todo, el primer especialista de la disciplina suele ser considerado Maquiavelo. Y ya sabemos lo que significa maquiavélico. En el mundo académico se denomina a esta tendencia predominante la escuela realista.

 

En los tiempos modernos, tan dominados por la literatura anglosajona, los principios del estudio geo-estratégico se remontan a la paz de Westphalia, que, resumiendo mucho, es el alborozo con el que el resto de naciones europeas aclaman la limitación del poder de España. Y en los contemporáneos, lo que se identifica con la palabra geo-estrategia es lo expuesto por un inmigrado alemán a los Estados Unidos llamado Hans Morgenthau en su libro “Política entre las naciones” de 1948. Es lo que se llama el paradigma de la vertiente realista, no sólo por oposición al idealismo y al utopismo, despreciado por pertenecer a tiempos lejanos, sino para reducir la naturaleza de su investigación a los datos positivos y tratar de hacer científica al máximo la geo-estrategia. 

 

De modo que, en geo-estrategia, en principio y salvo opinión mejor fundada, lo que hay son realistas y lo demás son paparruchas. Joseph Nye pertenece, como no, a esta perspectiva, que, por lo dicho, viene a ser prácticamente la única aceptada en sociedad. Si, además, como es el caso, acaba de obtener una victoria intelectual-mediática tan absoluta con la derrota en todos los círculos bien-pensantes del neoconservadurismo, tendencia idealista, que llevó a Bush a Irak, entonces lo que dice cualquier representante reconocido de los realistas, va a misa.

 

¿Y qué es lo que ha dicho Nye? Pues que la marea populista está en retroceso (Is the “Populist” Tide Retreating?, Project Syndicate, Feb. 2019). Y no se hable más. Ite missa est.

 

La facilidad con la que las afirmaciones de los realistas son admitidas sin más los ha vuelto perezosos. Así que Nye no aporta prueba alguna para su aserto, salvo que, según él, existe una disfunción política – sus palabras – tanto en Inglaterra por el Brexit como en Estados Unidos tras las elecciones de medio mandato. Como es extraño encontrar en personas inteligentes que se dedican a esto profesionalmente, y con aprovechamiento, la ausencia de demostración, lo que hay que concluir inequívocamente es que su deseo es convertir la palabra en realidad, lo que viene a conocerse en el mundo de los conceptos como “hacer propaganda”. Y probablemente la razón por la que hay que hacer propaganda anti-populista es porque, en el círculo en el que mueve Nye, vende. Y como vende, se paga. Y como se paga, se hace caja. Pero ¿por qué sería útil hacer propaganda contra una marea que está en retroceso? Pues, evidentemente, porque no lo está, y se pretende que lo esté.

 

Lo que Nye llama disfunción política se traduce en los Estados Unidos por un crecimiento económico nunca visto en la era Obama y por el mercado de trabajo más dinámico desde los ochenta, al menos. Y en Inglaterra, esa disfunción, lo que ha proporcionado es, además de la economía con menor desempleo, con Alemania,  de la Unión europea, hasta el 29 de marzo, el fracaso más absoluto de las predicciones de todos los institutos de opinión y económicos del establishment, incluido el Banco de Inglaterra, respecto a la posibilidad del Brexit. Sólo quienes viven resguardados en sus atalayas de las mareas del pueblo pueden considerar disfunción esto.

 

Pero podría ser que, aún así, la gente se hubiera cansado ya de pelear contra viento y marea contra las opiniones obligatorias en el mundo de los adultos realistas y que, además, la vertiente cultural y social, mucho más importante que la estrictamente económica, de este movimiento, estuviera decaída ante la imposibilidad de hacerse oír en los foros respetables. Lo cierto es que no parece.

 

Pero como una carece del argumento de autoridad de Nye proporcionará, sin ánimo de ser irrespetuosa, un par de pruebas al respecto. No hay encuesta en Francia que crea que el partido de Marine Le Pen no vaya a ganar las elecciones al Parlamento europeo. Tanto es así que el líder del movimiento populista italiano se ha reunido con los “gilets jaunes” franceses, lo que Macron ha considerado un casus belli. No sé cuántas mareas en retirada han causado guerras en la historia, pero es de suponer que fueron pocas. En el Reino Unido, se ha anunciado que el Gobierno está preparando, para el caso de un Brexit sin acuerdo, la rebaja de impuestos y la reducción de las tasas aduaneras. Es de esperar que la gente estará aterrada ante tan terrorífica circunstancia. Por fin, el grado de aceptación de Trump, el máximo representante de lo que llaman populismo, tras su discurso del Estado de la Unión está en alrededor de un 48% y ha cumplido, a medio mandato, más promesas electorales que ninguno de los mandatarios europeos en periodos más largos. Si esto es marea en retirada, que será cuando esté alta. 

 

Cuando Bush junior se encontró con la omnipresente escuela realista durante los tiempos de la guerra de Irak dijo: “Durante décadas las naciones libres toleraron opresión en Oriente Medio a cambio de estabilidad. En la práctica, esta perspectiva trajo poca estabilidad y mucha opresión, así que he cambiado esta política”.

 

Un poco como entonces, aunque el sujeto activo del cambio en lugar del presidente del país más poderoso del mundo sean ahora unas redivivas naciones occidentales: como lo de antes no funcionaba, se ha cambiado esa política.

 

Porque, evidentemente, lejos de ser las cosas como pretende Joseph Nye que sean para su propio beneficio, lo son de otro modo. Y lo que demuestra que las cosas sean así, que la cruda realidad realista sea otra que la que defienden los realistas más crudos de todos los partidos, es que los que quieren cambiar las cosas, lo hacen para el beneficio común y no en la defensa de un interés parcial.

 

Lo ha expuesto inmejorablemente John Waters en la revista religiosa First Things reaccionando precisamente contra otro de esos manifiestos propagandistas del establishment hiper-realista contrario a toda esperanza desmedida (The West Is Stirring, 31.1.19). Se trataba de contrarrestar el efecto de autores como Bernard-Henry Lévy, Orham Panuk, Milan Kundera o el mismísimo Salman Rushdie que habían publicado una colaboración (La casa europea en llamas, 27.1.19) en varios diarios occidentales alertando contra los peligros del populismo en Europa.  En ella se refieren en términos críticos a expresiones tales como alma o identidad. Waters les reprocha a cambio su ausencia de cualquier referencia cristiana al hablar de Europa e indica: “El fracaso del proyecto de la UE está causalmente vinculado al abandono de su rica herencia cristiana. Este abandono ha dejado un vacío que la economía, el liberalismo y el materialismo no han podido llenar”. Su desacuerdo alcanza un punto álgido cuando los autores apelan a la dirección de la historia, que tanto molestaba tanto a Havel como al propio Popper, enemigo de todo materialismo determinista. Para Waters la UE nunca se explicó a sí misma en términos culturales sino que se dedicó a recurrir a un lenguaje y una lógica de materialismo y democracia secular. Por fin, es la naturaleza burocrática de la UE la que ha llevado a tratar la cultura como irrelevante y no esencial, el alma como un anacronismo residual, la identidad como un problema y la fe como algo que, todo lo más, debe ser tolerado. En ausencia de una visión cultural y espiritual, la economía se ha convertido en todo - lo más importante, dijo un presidente del gobierno español – pero inevitablemente, ha redundado en nada. 

 

Como consecuencia de tantos años de propagar estas ideas como la única verdad posible se está preparando una reacción en todo el mundo libre. No es una revolución de derechas o de derecha populista, sino una reacción contra la intimidación, la mentira, la estupidez oficial y la corrección política. Concluye: la gente de Occidente se remueve en sus cimientos. Sí, Europa se está rompiendo por las costuras, pero no del modo en que los intelectuales oficiales creen. La hoguera de nuestras libertades ya ha ardido y la gente que fabrica y arregla las cosas se ha hartado y construye una nueva Europa, sobre las cenizas de la antigua.

 

Esto, Nye, es lo que está pasando. Revisa tu realismo y admira la marea.