La España rota

por Rafael L. Bardají, 1 de octubre de 2018

(Publicado en eldebate.es, 1 de octubre de 2018)

 

Suele ocurrir que el peor enemigo de los pueblos resulta ser su propio gobierno. Spain is not different. Si el 1-O que se celebra como ensalzamiento del golpismo fue posible, lo fue menos por la determinación de los separatistas, como por la dejación del gobierno. Como responsable máximo del momento, le está bien empleado a Mariano Rajoy que le hayan echado del poder. La pena es que no le forzaran a dejarlo a tiempo los suyos propios y fuera la coalición de enemigos de España la que lo lograra, pero eso es una historia de la que alguien en el PP debería hacer autocrítica. Pero si Mariano Rajoy contemporizó con los instigadores del 1-O fue, en parte, porque su antecesor, Rodríguez Zapatero, había desatado antes la bestia. ¿Recuerdan su intervención en el Senado cuando dijo aquello de que no sabía lo que era la nación española y que no le importaba? Es una desgracia y una vergüenza nacional que ZP ande ahora bailándole el agua al dictador de Venezuela, pero eso es lo tiene querer jugar al socialismo del Siglo XXI.

 

El despropósito de los últimos 14 años, desde que se puso en marcha el nuevo estatuto de autonomía que reconocía a Cataluña como nación y la aupaba a un plano de igualdad a España, olvidando y confundiendo lo que es el todo y una parte, se ve ahora engordado por el gobierno de Pedro Sánchez quien, ansioso de mantenerse en el poder, está dispuesto a conseguirlo a cualquier precio. Se vio durante su investidura y se sigue viendo cada día con sus declaraciones sobre los posibles indultos y liberaciones de los presos involucrados en el proceso de independencia de Cataluña.

 

Si España está rota hoy no lo es porque un número (a determinar) de catalanes quieran separarse del resto de la nación española, implantar un régimen republicano e instaurar un sistema totalitario con el que llevar adelante su limpieza lingüística e identitaria. Ese grupo de separatistas, que no es mayoritario, dicho sea de paso, no tienen la fuerza necesaria para imponerse sobre el resto de los catalanes y mucho menos sobre el resto de españoles, por muy vocingueros y violentos que se muestren. No, si España está rota hoy lo es a causa de ese otro grupo de españoles que controla el poder en Madrid y que se niega a enfrentarse a los separatistas cara a cara. El PP no lo quiso hacer porque nunca entendió la irracionalidad de los separatistas a quien siempre creyó poder comprar y acallar con cheques más grandes y más continuados. El PSOE no lo quiere hacer porque sus líderes actuales no entienden -y no les gusta- lo que es la nación española y preferirían una España dividida y desigual, tribal más que federal.

 

Rajoy, por defender su “dignidad” personal prefirió ceder a los españoles a un gobierno frankestein, con elementos de extrema izquierda y separatistas; Sánchez, “el quemado”, no quiere bajarse del coche oficial, aunque la unidad de España sea el precio de su carburante. Ambos con algo en común: el abandono de eso que cose a los pueblos y une a las naciones, el bien común. Algo superior a cada uno de sus constituyentes y que da sentido a la convivencia y proyecto colectivo. Para ambos, el bien se limitaba a lo que les convenía -o conviene- a ellos personalmente por mucho que se les llene -o llenase-la boca de por el bien de España y los españoles.

 

De hecho, los españoles de bien lo han tenido bien claro y gracias a su movilización y el adorno simbólico de sus balcones con la bandera rojigualda, el emblema nacional, los separatistas no ganaron su batalla. Esa es la realidad.

 

Con Puigdemont huido -aunque amparado por la laxa legislación de esa no-nación que es Bélgica, los responsables directos de la ilegal declaración de independencia en la cárcel -provisionalmente de momento-, las fuerzas separatistas divididas sobre la estrategia a seguir, y media Cataluña movilizada contra la tiranía separatista, sería imaginable pensar que los independentistas catalanes han fracasado. Pero no. Y este no sólo se puede explicar por la actitud de Madrid. Un Madrid que durante años prefirió alimentar al cocodrilo y que ahora se muestra dispuesto a dejarlo suelto del todo.

 

España es mucho más que Cataluña y, sobre todo, en el aniversario del esperpéntico 1-O conviene recordarlo, mucho más fuerte que Cataluña. El problema es que nuestros queridos dirigentes políticos, socialistas y populares, se empeñan todos los días en convencernos de lo contrario. Ellos son los que han permitido que nuestro futuro esté roto. Cuando vengan las próximas elecciones -que ojalá sean lo antes posible- habrá que tenerlo en cuenta. No apoyen más a los enemigos de España, no voten tampoco a quien ha dejado que el separatismo haya llegado a donde ha llegado. Den su apoyo a quien defiende la unidad, la integridad de nuestra nación, voten a quien ha puesto a los separatistas en el juzgado, voten a la gente de bien que ama a España.