Lo que la retórica esconde

por Rafael L. Bardají, 14 de diciembre de 2013

(Publicado en La Gaceta, 14 de diciembre de 2013)

La semana que viene tendrá lugar una nueva cumbre europea. Se anuncia que va a girar sobre los temas de defensa, sobre los cuales, se supone, la UE ha desarrollado un interés especial. Pero la verdad es que no. El proyecto de una unión europea nació de la mano del antibelicismo y, hoy por hoy, la UE sigue siendo una entidad básicamente pacifista. Aún peor, en defensa, la UE es un gran engaño oculto tras una grandilocuente retórica. Una organización multinacional puede ser débil a pesar de contar con miembros fuertes; pero lo que es inimaginable es una organización fuerte si sus miembros son débiles. Y eso es lo que le sucede a la UE. Los ejércitos de sus estados miembros no han dejado de encoger, en un proceso de jibarización que dura ya dos décadas.

 

Los presupuestos de defensa no han dejado de caer y muchas capacidades militares consideradas esenciales simplemente se han perdido. Dicho de otra manera, el sueño de los federalistas europeos de antaño, esto es, crear un súper estado europeo con su banco, hacienda y ejército, ha pasado a ser no una virtud sino una imperiosa necesidad: salvo que se presten unos a otros unidades, se haga en conjunto lo que nadie puede hacer por separado, se especialicen las partes para dar cierto sentido a un todo, no habrá densa europea alguna. Y apenas la de sus miembros con alguna excepción. Ya no se trata de que la suma de todos construya algo superior, sino la de salvar entre todos el naufragio de cada uno. El problema es que ninguno de los estados miembros está dispuesto a perder su defensa, por pobre que ésta sea, por dos razones políticamente inconfesables: la primera, que la defensa europea es un camelo que sólo se sostiene en diapositivas de power point. Sus misiones son de prestación de servicios sociales y, hablando claro, cuando se trata temas de defensa, se reducen a temas industriales de defensa. Y ahora que vuelve el proteccionismo, poco recorrido queda en este plano; la segunda razón es que nadie se fía de que los socios salgan cuando se les necesite en defensa de uno, por mucho que se prometa sobre el papel. Las divergencias en la percepción de riesgos y amenazas siguen siendo abismal. Porque sólo a un ingeniero social y socialista se le puede olvidar la historia y los condicionantes estratégicos de las naciones. De hecho si hay alguna lección a aprender últimamente es que las alianzas tradicionales se han terminado. Ante el combate sólo se unen quienes en un momento determinado comparten intereses coincidentes. Ahí esta Libia, por ejemplo. Se diga lo que se diga, la UE seguirá tan desarmada como siempre. Y es que así debe ser. Por algo se ha hablado siempre de defensa nacional.