Qué pensar del Brexit: un bloqueo insólito e inconstitucional

por GEES, 11 de septiembre de 2019

Los últimos acontecimientos han colocado al PM Boris Johnson en una terrible diatriba. Convertirse en el hombre para la eternidad de la película de Tomás Moro en que se enfrenta a Enrique VIII porque el Derecho, con mayúscula, no le permite el divorcio y su capricho político, y muere; o en el PM más breve de la historia de Inglaterra. Sólo le queda transformar cualquiera de las dos decisiones que se le plantean: desatender una ley inconstitucional o dimitir, en un “martirio” fecundo que logre como fruto el Brexit manifestado en voluntad popular.

 

Una opción que quizá contemple, aunque impediría celebrar elecciones antes del Brexit, sea no dar cumplimiento a la ley hasta el 19 de octubre, fecha final de las negociaciones con Bruselas e intentar permanecer en el Gobierno hasta el mismo 31 por la tarde – fecha a partir de la cual la UE considerará fuera al Reino Unido –. El Parlamento tendría ese perentorio plazo para nombrar a un nuevo PM que solicite la prórroga a la que obliga la ley. Aunque la ley prohíba un “Brexit sin acuerdo”, prevalecería la realidad de que el plazo dado por la UE ya habría vencido sin él, poniendo efectivamente al Reino Unido fuera de los tratados.

 

Porque no caben medias tintas, la del Brexit es la batalla decisiva– y la primera en el tiempo, al preceder el advenimiento de Trump en cinco meses – de las naciones occidentales entre la continuidad de un establishment despótico agotado y la  devolución de la libertad democrática a sus ciudadanos.

 

Interminables argucias burocráticas han llevado al establishment británico a negarle a su primer ministro el cumplimiento de su principal deber: hacer efectiva la voluntad popular libremente manifestada en referéndum hace más de tres años. 

 

Si, como ha manifestado: “prefiero estar muerto en una zanja” que dejar de cumplir la promesa de sacar al Reino Unido de la Unión Europea, viendo la personalidad que le adorna, es posible que acabe cumpliendo la promesa. Abriría una revolución sin precedentes en la lucha de los pueblos nacionales contra unas élites cuyo despotismo posmoderno y posdemocrático se ha convertido en el principal problemade Occidente.

 

UN ESTABLISHMENT DESBOCADO

 

Sin embargo, el poder de las élites y los establishmentses formidable. Su tergiversación de las normas para su propio provecho y su control absoluto de los medios de comunicación y de la agenda política hacen de esta revolución para reponer a los ciudadanos en el poder un empeño titánico. La última amenaza es meter a Johnson en la cárcel. A su aliado Jacob Rees-Mogg  le han prohibido promover su último libro.

 

En términos españoles, no puede caber duda que debe apoyarse a quien, por encima de la farisaica ley de los que mandan, siempre interpretada y prostituida en su favor, quiere hacer cumplir la voluntad de la nación. Porque eso precisamente es lo que viene sucediéndonos desde hace más de treinta años, que una interpretación exclusivista de la Constitución por parte de los progres ha hurtado la condición de ciudadaníaa más de la mitad de España. Entre los beneficios a los separatismos y el control de un estado elefantiásico y omnipresente a través de un establishmentque se cuela en todas las rendijas de la sociedad (familias, empresas, proyectos,…) no queda espacio para vivir en libertad.

 

QUÉ HACER

 

En términos concretos, un Reino Unido fuera de la Unión Europea, permitiría a España cerrar la verja de Gibraltar y establecer allí una frontera auténtica, que propiciase eventualmente su reclamación en viable.

 

En términos más generales, no puede ser que el interés de España sea apoyar una Unión Europea devenida en Pacto de Varsovia occidental: prohibido salir. Teme, con razón, que su proyecto, tras el Brexit, sería matizado por la necesidad de preservar las soberanías nacionales. Es decir, la garantía de la libertad interna, del progreso según los deseos de sus ciudadanos y de la resistencia a poderosas tendencias dictatoriales transformadoras de la sociedad. El interés de España está sin duda en apoyar la legitimidad democrática, en la esperanza que esta pueda además propiciar un cambio radical en la deriva anti-española y anti-democrática de los últimos gobiernos, propiciando, acaso, un nuevo modelo más acorde con la identidad nacional.

 

Uno de los defectos de la élite establecida, que pueden aprovechar las naciones, es su desconexión con la realidad de las corrientes profundas que operan en las sociedades occidentales. Leen los mismos periódicos, escuchan las mismas radios y televisiones, se conciertan con ellos mismos tomando decisiones que afectan al común pensando en sus solos intereses,… pero como consecuencia de ello, no saben lo que pasa. Y lo que pasa es que el hartazgo de las ciudadanías está llegando a un punto límite. Ya sean los chalecos amarillos o los periódicos amarillos que tanta audiencia tienen en Inglaterra, los auténticos portavoces de los intereses nacionales no salen en los telediarios. Pero existen y manifiestan su voluntad, una voluntad cada vez más exasperada por el carácter despótico de los poderes con mando en plaza. 

 

Por tanto, existe la necesidad imperiosa de seguir apoyando inequívocamente esa lucha entre naciones frente a poderes establecidos allí donde se plantee. Con la esperanza de que su extensión en el espíritu de los tiempos a todas las naciones occidentales desemboque en un cambio necesario que permita a Vox recoger las esperanzas mil veces despreciadas de muchos españoles. 

 

El artículo 2 de nuestra Constitución dice que la soberanía reside en el pueblo, del que emanan los poderes del Estado. Aquí y allá esto se ha convertido en un sarcasmo diabólico. Son los poderes del Estado – y del resto de la miríada de poderes establecidos favorecidos una y mil veces con apoyos económicos y otros, distribuidos en función de relaciones endogámicas contrarias al mérito y la capacidad – los que retienen la soberanía, resistiendo con sus mil tentáculos los tímidos intentos del pueblo por rehacerse con ella. 

 

En conclusión, el Brexit no es sólo una manifestación más de esta lucha de poder única en nuestro tiempo, sino la primera cronológicamente. Por añadidura, la debilitación de la Unión Europea -usurpador tecnocrático de soberanías y libertades sociales - debe ser un objetivo primordial. En suma, hay que apoyar a Johnson y su lucha, porque es la nuestra

 

Stephen Langton fue el arzobispo de Canterburry que logró unificar a los nobles que en 1215 obtuvieron de la Corona el acuerdo de concesión de derechos conocido como la Magna Carta, precursora de todo documento constitucional que requiere el respeto a los derechos de los gobernados para gobernar. Como redactor de la Secuencia del Espíritu Santo que rezamos en la liturgia de Pentecostés también ha pasado a la historia de la Iglesia. Es el momento de que interceda por Johnson. Y por nosotros.