Queridos Reyes Magos

por GEES, 30 de diciembre de 2018

 

Si ustedes leen la prensa y ven la televisión, lo que les recomendamos que hagan cada vez  menos, descubrirán que vivimos en tiempo de cambio y de cierta desorientación. Si tratan de acudir a las recomendaciones de los suplementos de cultura descubrirán que, más que ayudar, distraen. A nosotros también nos pasa, y por eso en la carta a los reyes magos de este año hemos llevado a cabo una selección que cubre campos muy distintos, pero que creemos que Melchor, Gaspar y Baltasar aprovarán con agrado. Tomen nota si quieren compartirlos con nosotros.
 
En primer lugar, vayamos al origen y fuente de nuestros males con The Fall of Western Civilization: How liberalism is destroying the West from within, de Shivaji Lokam y publicado por Entropy books. Durante décadas ha sido una idea dominante que el liberalismo era la filosofía política más avanzada de todas puesto que era la única que otorgaba plena libertad al individuo frente al Estado y frente a los demás. Desgraciadamente, el liberalismo colocó al individualismo como el eje de todas las cosas y, con el advenimiento de la sociedad de consumo de masas, redujo al individuo a una simple unidad económica cuya única racionalidad era maximizar su bienestar y beneficio como consumidor. De ahí que los liberales defiendan a capa y espada la globalización y el libre comercio: lo bueno sería ceder poder a mercados y bienes más baratos. Otras consideraciones, como el empleo y el desarrollo propio, serían secundarias. Igualmente, el liberalismo entendido como tolerancia absoluta acaba por equiparar y aceptar cualquier idea como válida siempre que no atente contra el bienestar global.  Da igual el catolicismo o el islamismo: para el liberalismo es la racionalidad económica lo decisivo. Pero sabemos muy bien, porque la Historia nos lo muestra, que la motivación de las personas son sus sentimientos y valores, no sus cálculos descarnados. El liberalismo, lejos de ser una ideología liberadora, acaba por pasar a ser una ideología suicida para los occidentales, despojados de sus señas más básicas de identidad e inermes frente a otras ideologías que sí manejan a la perfección los sentimientos de los individuos. Esta obra nos explica el cómo y el por qué de este suicidio colectivo y cómo podríamos volvernos autoinmunes a este complejo actual de que lo colectivo no importa, que lo nacional es un problema y que la moral es un atraso.
 
En la misma línea, un libro de hace un año: The Demon in Democracy: Totalitarian Temptations in Free Societies, de Ryszard Legutko. Legutko nació en Polonia en 1949: sabe muy bien de lo que habla cuando habla de totalitarismo. El comunismo y la democracia liberal tienen un tenebroso punto en común, que es la tendencia a expanderse a todas las dimensiones de la vida humana, politizándolas: pero manifiestamente, algunas dimensiones de la vida del hombre ni son políticas ni pueden encerrarse en los estrechos límites de la ideología liberal. Aquí se enmarca el asalto político que, en nombre de la democracia liberal, se establece contra instituciones antaño sagradas, como la familia y la tradición. No es casualidad que sea justo desde Polonía desde donde se observa la agresividad de la Unión Europea por legislar en todos los aspectos de la vida como un revival del totalitarismo soviético. El libro es imprescindible para entender la resistencia que los países del Este llevan a cabo contra las todopoderosas instituciones comunitarias.
 
Y es que el origen del régimen que llamamos democrático no es el liberalismo, sino la tradición política occidental. Por eso recuperamos The Conservative Foundations Of The Liberal Order de Daniel Mahoney. Se dice mucho estos días que el orden liberal - la economía científica y los gobiernos elegidos democráticamente en un entorno de Estado de Derecho - ya no tienen defensor. O sea que Fukuyama no sólo se equivocó en 1989 cuando escribió El fin de la historia, sino que somos ahora presa fácil de autoritarismos e iliberales varios. Orban sale mucho. Paparruchas. El hambre sin saciar que mueve los movimientos populares antiburocráticos y antielitistas es el hambre por la resurrección de una cultura en el sentido más amplio de la expresión, que es precisamente la civilización occidental (Roma, Atenas y la Cruz, Zubiri dixit). Ha dado lugar, más que a lo que sufrimos, a lo que somos por dentro. Mahoney, un escritor solvente, admirador de Solyenitsin, de quien celebramos su centenario, nos cuenta porqué es necesario para la preservación del orden liberal, de la paz del mundo, volver a las raíces culturales que forman este mundo.
 
Basándose en Tocqueville, Aron, Churchill, el mismo Solyenitsin (¡qué discurso en Harvard en 1978!) y otros pensadores, Mahoney nos da un baño de cultura que es justo lo que hace falta para la defensa de los pilares de Occidente. No son estos ni los del progresismo radical que se ha vuelto completamente loco, ni los de las grandes instituciones o cancillerías del mundo que manda, habitado por sujetos que lejos de ser liberales quieren seguir mandando siempre despóticamente a costa de ciudadanos convertidos en súbditos obedientes a sus cada vez más atrabiliarios caprichos. Quienes atrozmente califican este como el único mundo posible para garantizar la prosperidad y la justicia, hurtando cruelmente la esperanza a los humildes, erosionan en realidad cada día más con su inconmensurable egoísmo las bases de nuestra existencia.
 
Ya que hablamos de orígenes, ¿por qué no ir al primero de ellos? Anoten éste: The Old testament: A very short introduction de Michael Coogan y reeditado por Oxford University Press. Vivimos en un mundo frenético donde el tiempo no es que sea oro, como antaño, sino que es un bien imposible de disfrutar. Con las nuevas tecnologías y ansiedades sociales, la pausa, el tiempo libre, se han evaporado para la mayor parte de la humanidad. Hubiéramos recomendado la Biblia y en especial el Antiguo Testamento como una lectura vital en este 2019 en el que nos adentramos, pero plenamente conscientes de la dificultad de enfrentarse a cualquier cosa que exceda las 200 páginas, nos vamos a a conformar con sugerir la lectura de esta buena, ordenada y práctica introducción al Antiguo Testamento, un conjunto de libros donde se anclan nuestro origen, nuestras señas de identidad, nuestros valores y buena parte de nuestras instituciones. La Historia y la Historia Sagrada están fundadas sobre verdades inmutables, sobre pulsiones y pasiones: y especialmente sobre la fe, que constituye la parte más elevada del ser humano. Son todas las fuerzas vitales que se quieren negar desde hace años por casi todo el mundo, del comunismo al liberalismo. Pero con escaso éxito como podemos estar viendo en nuestros días. Aunque sea como un breve recordatorio, ya valdría la lectura de esta obrita.
 
Y es que la reivindicación de la cultura, con mayúscula, es una de las banderas por la que merece la pena luchar en esta época de consumismo, relativismo, burocracia y globalismo. Déjennos recomendarles el libro Notes Toward The Definition Of Culture, de nuestro querido T. S. Eliot. Las revoluciones empiezan en Inglaterra, que crea su marco intelectual (revolución gloriosa de 1689, Bill Of Rights), continúan en Francia que extiende al mundo con violencia lo creado por los ingleses amoldándolo a sus intereses (1789, más las invasiones napoleónicas) y terminan en Estados Unidos que las pone en su justa medida (1776, 1787, declaración de independencia y constitución americana). En efecto, el referéndum sobre el Brexit es de la primavera de 2016, la elección de Macron por los pelos de 2017 presagia la revolución francesa que hoy contemplamos y Trump fue elegido en noviembre de 2016. Ese es el tema de nuestro tiempo y por ahí van los tiros del mundo occidental. Aún es atrevido decir que Andalucía 2018 es el punto de inflexión en un sentido positivo, pero vaya usted a saber. El caso es que Eliot explicaba en su libro la diferencia entre elite y clase alta. Las elites van a ser barridas, pero sin duda alguien deberá gobernar porque el pueblo necesita representantes y guías. Para Eliot la diferencia radica en que la elite es sobrevenida y formada en técnicas – burocráticas y otras – mientras que la clase alta o dirigente, por nombre clásico aristocracia, basa su mérito en el conocimiento de disciplinas más fundamentales como la historia, la religión, la filosofía o la tradición. Sólo una selección por el mérito y la capacidad en las artes clásicas puede sacar al mundo occidental del marasmo tecnicista y burocrático que nos va a matar antes de aburrimiento y absurdo que de hambre. Aunque todo llegará si continúa la deriva. Hay que volver a lo que cuenta de veras. Estamos hartos de migajas que devalúan la sed humana de ideales y belleza.
 
Hablando de la Guerra cultural, les recomendamos también un libro que tiene por protagonista a un buen amigo del GEES: Bannon, always the rebel de Keith Koffler (Regnery) Quien no se lo pidiera el año pasado, que lo haga sin falta éste. El libro de Koffler, basado en unas largas conversaciones con Steve Bannon, la bestia parda del establishment político actual y de toda la izquierda mundial, es una buena biografía personal e intelectual que describe de manera sencilla la evolución y el pensamiento del entrevistado. Y lo hace no sólo a través de sus palabras, sino del análisis de las sucesivas obras que Bannon ha creado o promovido, particularmente sus películas documentales. No es un ensayo para entender la Casa Blanca de Trump, de la que Bannon salió no en muy buenos términos tras criticar a la hija del presidente y su marido y enfrentarse a todo el aparato administrativo, pero sí para comprender las coordenadas básicas de una persona culta, ávido lector, activista comprometido e ideólogo de peso. Bannon no es un tactista, sino un estratega que cree que vivimos en una confrontación global contra la ideología radical del islamismo que se encuentra en pleno asalto desde fuera y desde dentro de nuestras naciones. Tan peligroso es para Occidente Irán, como la creciente islamización de nuestras sociedades a manos de emigrantes que no se quieren integrar ni que aceptan ni respetan nuestros valores ni señas de identidad. Suena simplista, ya lo se, pero a lo largo de este libro, se pueden encontrar todas las claves y razones para llegar a esa conclusión. A disfrutarlo.
 
Y ¡Cómo no íbamos a recomendarles algo de Trump! El GEES adelantó la victoria de Trump, lo cual no era muy difícil a cambio de no leer fake news y leer cosas serias. Así que ahí va: Donald Trump, A President Like No Other. De Conrad Black. Se dice que Trump hizo sus dientes como empresario cobrando los alquileres de los pisos que su padre poseía en el barrio neoyorkino de Queens. Teniendo en cuenta a lo que nos enfrentamos, necesitamos a gente así, capaz de cobrar con intereses al progresismo radical sus desmanes de los últimos 50 años con los males que ha acarreado. Cuando Obama estaba a punto de llegar al poder anunció que estaba a pocos días de cambiar fundamentalmente los Estados Unidos de América. Lo espantoso es que casi lo logra. Ahora hay que reconstruir sin miramientos esa patológica deconstrucción obamita de la nación americana, que lleva desde la II Guerra Mundial siendo una fuerza para el bien en el mundo. Debemos regresar a la América de los padres fundadores, de Abraham Lincoln, de Harry Truman y de Ronald Reagan, la América de las posibilidades y de la inspirada frase de Jefferson en la declaración de independencia, la que permite la pursuit of happiness, la búsqueda de la felicidad. Conrad Black explica cómo y porqué Trump es el extraño sujeto elegido por la Providencia para llevar a cabo ese retorno a casa. No en vano, el Evangelio, que tras el paseo por el Antiguo Testamento les animamos a releer, invita a la humildad y a no juzgar. El chico de Queens es la esperanza hoy de los menesterosos y olvidados. Por de pronto ya ha conseguido que suban más los sueldos de los trabajadores de cuello azul que los de cuello blanco, que también mejoran. Hail to the Chief! En esta guerra, incomparablemente más peligrosa para Occidente que las amenazas de China, Irán o Rusia, necesitamos a este peculiar baluarte para defendernos de la Quinta Columna, similar a la que formaban los partidos comunistas de obediencia soviética en el último tercio del siglo pasado.
 
Hablando de identidad, de un buen conocido nuestro, con el que no siempre estamos de acuerdo pero que es imprescindible, es Identity (Profile books). No puede haber ninguna recensión de libros que no tenga en cuenta alguna obra del politólogo americano Francis Fukuyama. Desde la publicación de su artículo “El final de la Historia” en 1989, mucho de lo que ha escrito ha estado destinado a explicar, reinterpretar y defender lo que dijo por aquel entonces, aunque no siempre de manera convincente. Esta nueva obra suya no iba a ser diferente. Dicho lo cual, hay que reconocer al autor su capacidad para subirse a cualquier carro temático que esté de moda y moldearlo hasta hacerlo aparecer una debida prolongación de sus tesis del 89. Pero resulta tan sorprendente como difícil explicar que el cacareado triunfo del liberalismo tras la caída a los avernos del comunismo haya acabado en una lucha mortal entre regímenes autoritarios, como Rusia, capitalistas de estado, como China, revolucionarios, como Irán, por un lado, y movimientos populares nacionalistas por otro. Sea como fuere, Fukuyama intenta dar explicación a estos últimos desde el prisma de la identidad. Aunque él no se refiere a las tan en boga en la izquierda postmoderna (género, raza, tribus…), sino al deseo de las personas y grupos sociales a obtener reconocimiento por lo que son. Por mucho que le repugne al autor, el libro es un ensayo explicativo de cómo la distinción política entre izquierda y derecha se ha vuelto obsoleta y cómo el liberalismo ha entrado en una crisis profunda, atacado en buena parte por las políticas de identidad nacional. También deja meridanamente de manifiesto que el actual resentimiento anti establishment tiene una causa cultural y no meramente económica.   Aunque sólo fuera por eso, ya merecería la pena olvidarse de la arrogancia del autor y leer este libro.
 
Fukuyama no termina tampoco de entender lo que está pasando en todo el mundo en términos ideológicos. Nosotros confesamos que tampoco, así que también les recomendamos Right Here, Right Now. Politics and leadership in the Age of Disruption del exprimer ministro canadiense Stephen Harper publicado por Penguin. Normalmente el primer libro que publica un ex primer ministro suele ser una dorada justificación de sus años de gobierno. No es éste el caso. Harper, al frente de Canadá entre febrero del 2006 y noviembre del 2015, intenta, con bastante éxito, analizar qué está ocurriendo en la actual política internacional, su por qué y cómo combatir los aspectos más negativos haciendo avanzar los más positivos. Quizá lo más loable de todo sea su capacidad de autocrítica para contar cómo las elites políticas y financieras, incluido él mismo, abrazaron el globalismo sin  prestar la atención  necesaria a los efectos colaterales que para muchos de los ciudadanos de nuestros países occidentales eran claramente negativos. Con su obra realiza una crítica aguda del economicismo ligado al liberalismo y al globalismo y explica con claridad los fenómenos de Trump, Sanders, el Brexit y el descontento en buena parte de Europa. Pro lejos de sumarse al coro de los liberales y conservadores de toda la vida, busca cómo conjugar conservadurismo moral con populismo político. Sus recetas económicas o sobre emigración coinciden con muchas de las propuestas de fuerzas como Trump o la alt-right europea o Vox en España. Se trata de un libro escrito desde la sensatez y no desde un rígido marco ideológico al que nos tienen habituados tantos políticos y escritores por nuestros lares. Imprescindible.
 
El desorden ideológico es mayor en Francia, donde el macronismo, que ahora se trata de extender a España, ha resultado un experimento fallido. Previsiblemente fallido. Aquí les recomendamos Destin Français, de Éric Zemmour. Cuando Michel Houellebecq, un tipo talentoso pero trastornado, escribió su novela Sumisión vio con especial clarividencia los problemas de la Francia actual, prediciendo una guerra civil entre autóctonos y forasteros. En ello andamos. Hace muchos más años, el novelista Jean Raspail escribió en 1971 su relato Le camp des saints (absurdamente traducido por El desembarco) en el que la llegada a Francia de un barco de inmigrantes generaba tal desbarajuste en una sociedad enferma que daba al traste con Francia entera, en una insólita predicción de acontecimientos que se desarrollan en el presente. El caso es que Zemmour, un piednoir – es decir, un francés nacido en Argelia -, que además es judío, ha alcanzado una inigualable notoriedad en la Francia actual por su presencia como “polemista” en los medios y por uno de sus libros precedentes Le suicide Français, una explicación de las lamentables últimas tres décadas. Hoy Zemmour golpea de nuevo asegurando que la guerra civil es inevitable puesto que lo que quiere la comunidad histórica francesa es incompatible con lo que quiere la comunidad de acogida, precisamente aquella que comenzó a llegar a Francia huyendo de África, después de descolonizar Argelia, paradójicamente para que pudiera vivir libre, soberana e independiente en su tierra de la media luna. Francia, cuyo modelo republicano es el más apropiado para integrar al ajeno, ha fracasado ominosamente. Hoy, dos comunidades se enfrentan. Qué sucederá. Acaso no la profecía de Renaud Camus, el llamado grand remplacement o la sustitución de Francia por el Islam que traen consigo quienes salen despavoridos de sus países descolonizados y en manos de su cultura islámica, pero inhabitables por sus costumbres y atraso, pero sin duda un conflicto social sin precedentes. No se modifica la personalidad de las naciones sin dramas. Ojalá, este acabe bien, pero no será sin la ayuda de la Virgen de Lourdes.
 
Vayamos con España. De nuevo les instamos a releer España inteligible. Razón histórica de las Españas, de Julián Marías. Si ya lo pidieron el año pasado que se lo vuelvan a envolver y lo traigan de nuevo. Ahondando en la idea de Ortega de proyecto, que podía ser individual o colectivo, en función de la vocación recibida por personas o pueblos, Julián Marías, tan escandalosamente olvidado, escribió aún en el siglo pasado un libro excepcional sobre la personalidad de España. No se trata de la puesta en marcha del tan manido “sugestivo proyecto de vida en común” con el que Ortega se refería a la vocación de las naciones sino de la singularidad del proyecto ilusionante de España, con especial predilección por su condición de madre de otras Españas, de ahí el subtítulo. España fue la única nación transnacional, mucho más que Inglaterra o Portugal, por su verdadera autenticidad. Creó una comunidad histórica a través del “injerto” que era como Marías denominaba al mestizaje, y al modo general de aportación cultural de España, que se produjo en América dando a luz a millones de españolitos de todos los colores. Hizo todo aquello justo después de expulsar al Islam de España en la Reconquista que consistió en recuperar la España perdida, lo que significa que existía ya antes del 711. Dice así Marías que España se distingue de todas las naciones europeas, no sólo por ser la primera, sino porque tuvo que “elegir” que quería ser cristina, mientras que las demás, no sufriendo la invasión islámica, eran cristianas, porque qué otra cosa iban a ser. Hay que volver a Marías. Es imprescindible. No hay proyecto individual o colectivo que un español pueda hacer sin su enseñanza. No es un filósofo del pasado, es el único punto de partida para un ilusionante futuro.

Y por supuesto, para entender la España actual, no se pierdan Memoria del Comunismo, de Federico Jiménez Losantos. El libro de Federico es una de las obras que uno madura durante años antes de sentarse ante el ordenador, y se nota. El repaso histórico e intelectual desde los orígenes del comunismo es soberbio, pero hoy les recomendamos el libro para entender como el virus comunista se ha ido infiltrando en las últimas décadas en amplios sectores de las élites española: política, medios de comunicación, universidades.. La obra permite entender el fenómeno de Podemos como lo que es: el resultado de la desgana y la dejadez de la sociedad y la clase política para detectar y combatir la ideología que representa al Mal sobre la tierra. Si aún no lo tienen, ya están ustedes corriendo a la librería a comprarlo. Por cierto, este año que termina ha visto la reedición de un clásico en la lucha contra el totarlitarismo comunista y sus profetas: El opio de los intelectuales, de Raymond Aron. La denuncia que hace más de sesenta años realizó el francés de aquellos pensadores que contemporizaron con el comunismo vale por igual en el día de hoy. Pídánselo a Sus Majestades si no tienen ya este clásico del pensamiento. 
 
En fin, tenemos más, pero con éstos ya se harán ustedes con una buena colección para calentarse en tiempos oscuros. ¡Que los Reyes Magos dispersen con sus regalos de oro, incienso y mirra, las tinieblas que nos ciernen y estos presentes nos den la luz que ilumine nuestro camino! ¡Feliz Navidad!¡Feliz Epifanía del Señor!