Santa ONU

por Rafael L. Bardají, 22 de diciembre de 2012

 

(Publicado en La Gaceta, 22 de diciembre de 2012)
 
La ONU es una de esas organizaciones que si no existieran no habría que crearlas. A su tradicional incompetencia se suman la corrupción y una  asentada enquina anti-occidental. No es necesario remontarse mucho en su historia. Tras qceptar en su asamblea anual a los palestinos como “estado no observador” (a pesar de no tener estado y ser de todo menos observadores), ¿cuántas resoluciones se han votado para condenar el bombardeo sirio del campo de refugiados de Yarmouk, donde se hacinan más de cien mil palestinos? Cero. ¿Cuántas resoluciones han demandado el cese de el Assad tras dos años de represión y violencia contra su propia población? Cero. En descarga de la ONU cabe decir que tampoco el líder de la autoridad palestina, Mahamud Abbas, ni el gobierno español dijeron nada al respecto en su encuentro del pasado martes.
 
Tal vez  la ONU estaba muy ocupada. De hecho, tras el bombardeo del día 16 su asamblea fue capaz de votar la cooperación con la Organización Mundial de la Francófona, el establecimiento de La Universidad de la Paz y sobre el territorio de Tokelau. Y, ah si, nueve resoluciones condenando a Israel. Todo un récord de urgencia y obsesión. Justo antes de salir corriendo las delegaciones para las ventajosas compras de Navidad de los almacenes de Manhattan.
 
Un embajador  en la ONU dijo un día “no haya nada malo con la ONU. Lo malo son sus miembros”. Razón tenía siendo como son una mayoría de déspotas y furibundos antiliberales. Pero es mucho peor. La ONU nació como el deseo de un gobierno mundial pronto frustrado por la rígida división Este-Oeste. Una vez superada ésta, sigue siendo un sueño imposible por el carácter anti-occidental de su naturaleza. Salvo que nosotros seamos suicidas.
 
Ahora bien, como mito, la ONU es imbatible. Por eso, más que cerrarla, que se traslade. La atractiva Manhattan fue un error. Mejor emplazarla en Sudán o en la República Centroafricana.