Sobre la resiliencia

por César Pintado, 11 de noviembre de 2017

Introducción

En un momento en que el DAESH parece decidido a llevar la guerra a las calles de Europa, se hace especialmente patente la necesidad de reforzar lo que podemos denominar el frente doméstico. No es suficiente tener unos recursos militares, policiales y de inteligencia que garanticen determinado nivel de seguridad si la sociedad no está preparada para encajar los daños que inevitablemente sufrirá.

Tan evidente es esa necesidad que los miembros fundadores de la OTAN ya recogieron en el Tratado de Washington el principio de resiliencia, pero no fue hasta la Cumbre de Varsovia en julio de 2016 cuando los líderes de los Estados miembros emitieron una declaración oficial en la que se comprometían a seguir reforzando la resiliencia contra todo el espectro de amenazas.

Visto que el concepto, sin ser nuevo, vuelve a estar en el centro del análisis de seguridad y defensa, conviene revisitarlo para una reflexión actualizada.

 

El Concepto

La disuasión y la resiliencia aparecen como dos caras de una misma moneda. Mientras que la primera incluye la dimensión militar, la segunda se refiere más bien a la preparación principalmente civil que permite al estamento militar realizar su misión. Es decir, reduciendo la vulnerabilidad de la sociedad limita la eficacia (y por ende la probabilidad) de un ataque a la misma, lo que refuerza la disuasión. La resiliencia es pues una labor en la que cada nación debe centrarse para proteger su modo de vida y al tiempo ser un aliado digno de confianza. No es necesario recordar las reacciones que en España siguieron al 11-M y que culminaron con un inesperado vuelco electoral y la retirada de las tropas de Irak mes y medio después.

A pesar de su actualidad, no hay una definición común de resiliencia. En física se define como la capacidad de un material para “recuperar su tamaño y forma tras la deformación causada especialmente por un estrés compresivo”.[1] Aunque puede en ecología se define más bien como “medida de la capacidad de un ecosistema para absorber cambios y seguir persistiendo”.[2] La resiliencia se entiende en general como la “capacidad de la comunidad, servicios, área o infraestructuras para detectar, prevenir y, si es necesario, soportar, manejar y recuperarse de desafíos disruptivos”.[3]

Los académicos aún no han cerrado el debate sobre las formas de resiliencia: el concepto más sencillo se refiere a la capacidad de recuperación tras un suceso lesivo; otros encardinan el concepto no sólo en la capacidad de un sistema para recuperarse, sino también en la capacidad de extraer lecciones, adaptarse y reducir la probabilidad de sufrir el mismo suceso. Lo que parece claro es que, dependiendo de si el sistema es una infraestructura o una sociedad, los recursos y herramientas no son los mismos, pero todo está sujeto a los valores, cultura y actitudes de una organización.[4]

Partiendo de la noción generalizada de que la seguridad nunca puede ser completa y de que debemos vivir en un entorno relativamente volátil, nos estamos desplazando de una posición de políticas orientadas casi exclusivamente a la prevención y protección contra las amenazas hacia otra enfocada en mitigar las consecuencias.

 

Resiliencia y Nuevas Amenazas

En los últimos años se ha analizado con profusión la nueva forma de guerra que Rusia está poniendo en práctica, desarrollando todo el espectro de operaciones, desde el uso de medios de comunicación hasta el bombardeo aéreo. Se trata de una estrategia híbrida que no sólo ha desafiado a los gobiernos y a las sociedades de Occidente, sino también a los analistas de defensa.

Si bien la llamada guerra híbrida ha quedado recogida en la Estrategia de Seguridad Nacional española, sigue sin haber un verdadero acuerdo intelectual que permita la adopción de medidas específicas. La comunidad académica se inclina hacia que, contra las amenazas híbridas y otros desafíos como la inmigración ilegal, el ciberterrorismo o el yihadismo, es necesario un enfoque integral que incluya a todos los estamentos de la sociedad.

En el artículo “Defending the arteries of society”, Franklin Kramer, Hand Binnendijik y Dan Hamilton, identifican la incómoda realidad de que nuestras sociedades son ahora el objetivo [5] y que uno de los mayores desafíos es la gestión de las amenazas. Sostienen asimismo que Occidente ha bajado la guardia y que sus sociedades se han debilitado reduciendo el presupuesto de defensa merced a una falsa sensación de seguridad.

Lo cierto es que la mayoría de los gobiernos europeos llevan años recortando los fondos destinados a defensa y confiando en sus recursos civiles para necesidades otrora cubiertas con recursos militares. Un ejemplo de ello es que en operaciones de envergadura de la OTAN, alrededor del 90% del transporte militar es realizado con medios civiles. Más del 50% de las comunicaciones militares se transmiten a través de satélites civiles. Y aproximadamente el 75% del apoyo de nación anfitriona a fuerzas de la OTAN procede del comercio local.[6]

El problema es que hasta hace poco tiempo la OTAN ha basado la resiliencia más en los elementos esenciales que mantienen las capacidades críticas (como determinadas infraestructuras o la continuidad del gobierno) que en las sociedades mismas. Los objetivos de  la nueva resiliencia esbozada en la Cumbre de Varsovia pasan por asumirla como una tarea estratégica, reforzar la preparación civil y los valores occidentales comunes. Y esa tarea empieza en casa.[7] Dada la interdependencia cívico-militar anteriormente descrita, se impone diseñar un nuevo marco para las nuevas amenazas.

 

El Nuevo Marco

La buena noticia es que desde la reunión de ministros de defensa de la OTAN de febrero de 2016, hay un acuerdo común en las áreas críticas para alcanzar esa resiliencia:[8]

  • Transporte civil.
  • Comunicaciones civiles.
  • Suministro de energía.
  • Suministro de agua y comida.
  • Gestión de movimientos de población a gran escala.
  • Continuidad del gobierno.
  • Soportar bajas masivas.

Ya no es suficiente con construir una defensa más flexible, mejor integrada y de enfoque más amplio. Se trata una resiliencia disuasoria, de convencer al adversario de que su ataque, aunque cause daños, fracasará.

La OTAN puede proporcionar los conceptos y los requisitos, pero su implementación corresponde a los Estados miembros. Por expresarlo brevemente, una política de resiliencia puede dividirse en seis tareas fundamentales:

  • Dedicar tiempo y recursos a evaluar las vulnerabilidades a nivel nacional.
  • Modificar o desarrollar la legislación para proporcionar al gobierno del Estado miembro más flexibilidad en la gestión de crisis.
  • Desarrollar una política de Estado coherente dirigida a aumentar la resiliencia, tanto en la dimensión física (redes e infraestructuras) como en la psicológica (educación e información).
  • Mejorar la colaboración con las autoridades civiles y el sector privado.
  • Abrir o reforzar la colaboración con otras organizaciones para combinar capacidades, tanto en el plano económico como en el social.
  • Revisar y actualizar los documentos de planeamiento para valorar las nuevas amenazas.

Se trata obviamente de tareas de calado y complejidad que exceden el marco de una legislatura y que como tales deben integrar una verdadera política de Estado. Se hace necesario concienciar a los estudiantes, no sólo militares, sino también diplomáticos y funcionarios, de que la resiliencia y la disuasión son facetas esenciales de la política de defensa.

Desarrollar esa conciencia implica cubrir los tres tipos principales de amenaza: armas de destrucción masiva, conflicto convencional y ataques de tipo OTW (por Other Than War y que podemos traducir como distintos a una guerra). Esta última categoría es la que incluye las hipótesis más probables, como ataques terroristas, ciberataques o insurrecciones. Si en la era anterior a Internet, las coaliciones o sus Estados miembros confiaban en la contrapropaganda para contrarrestar la acción enemiga sobre la opinión pública, hoy la acción y la reacción son mucho más complejas. No obstante, las operaciones de la OTAN en la pasada década ofrecen ejemplos de la validez del llamado “Enfoque Comprensivo”. Si consideramos la resiliencia como parte de ese enfoque comprensivo en territorio nacional veremos que no estamos tan lejos de plantear la solución en un marco ya probado.

 

Conclusiones

Más allá de ser un término al uso, la resiliencia se ha convertido en un concepto clave para la OTAN, ahora enfocado hacia la capacidad de recuperación de una sociedad tras un ataque dirigido a sus valores y su modelo social y económico como los sufridos en Europa en los últimos años.

Es en esos momentos cuando las sociedades occidentales echan de menos un liderazgo carismático, cohesivo e inspirador como el de Winston Churchill durante el Blitz. Los gobiernos vienen y van y los ciudadanos no pueden fiar su capacidad de seguir adelante esa figura providencial que no siempre se da. En un momento en que la acción del Estado es más cuestionada que nunca y el ciudadano tiene para ello más medios a su disposición, se diría que cada uno puede ser su propio Churchill. La cuestión es cómo. Israel ofrece un buen ejemplo de democracia occidental con una ciudadanía dotada de plena conciencia de defensa, cohesionada ante las agresiones, pero sin renunciar al espíritu crítico.

Una mejor educación de nuestras élites  y una sociedad preparada y bien informada no son meramente otra tarea para construir la resiliencia. Son una necesidad perentoria si queremos hacer frente con éxito al conjunto actual de amenazas.

 

César Pintado


[1]Merriam-Webster Dictionary, “Resilience.

[2]C.S. Holling, “Resilience and stability of ecological systems,” Annual Review of Ecology and Systematics 4/1973, pp.1-23

[3]U.K. Civil Protection Lexicon, version 2.1.1, revised February 2013 https://www.gov.uk/government/publications/emergency-res.1.ponder-interoperability-lexicon

[4]Trusted Information Sharing Network for Critical Infrastructure Resilience (TISN). National Organisational Resilience Framework Workshop: The Outcomes. 5th – 7th December 2007, Mt. Macedon Victoria, australia, p. 6.

[5]Franklin Kramer, Hans Binnendijk, and Dan Hamilton, “Defend the arteries of Society,” US News and World Report, 9 June
2015, http://www.usnews.com/opinion/blogs/world-report/2015/06/09/russia-ukraine-and-the-rise-of-hybrid-warfare.

[6]NATO, Resilience and Article 3, 22 June 2016, http://www.nato.int/cps/fr/natohq/topics_132722.htm?selectedLocale=en

[7]Piret Pernik and Tomas Jermalavi?ius, “Resilience as Part of NATO’s Strategy: Deterrence by Denial and Cyber Defense,” Forward Resilience: Protecting Society in an Interconnected World Working Paper Series, SaIS and Center for Transatlantic Relations,
2016, p.3, http://transatlanticrelations.org/wp-content/uploads/2016/12/Resilience-forward-book-pernik-jermalacivius-fial.pdf

[8]Lorenz Meyer-Minnemann, “Resilience and alliance Security: The Warsaw Commitment to
Enhance Resilience,” Forward Resilience: Protecting Society in an Interconnected World Working Paper Series, SaIS and Center
for Transatlantic Relations, 2016, p.2, http://transatlanticrelations.org/wp-content/uploads/2016/12/resilience-forward-book-meyer-minnemann-fial.pdf. See also Jeffrey Larsen, Responding to Catastrophic Threats: Consequence Management and Policies, New
york, Palgrave Macmillan, 2013.