Un horror ya olvidado... ¿Otra vez necklacing?

por Santiago Tazón, 27 de mayo de 2008

“Durante el régimen del apartheid se usaba un poster de promoción turística que proclamaba que Sudáfrica era “A World In One Country” Un Mundo en un País.
 
La intención era promocionar la visión del apartheid de que era una tierra multi-nacional con naciones tribales independientes pero unidas bajo el dominio de una nación blanca en una especie de confederación étnica. Era una fantasía política, un deshonesto intento de lavar la cara a un régimen malvado (...) pero paradójicamente ese concepto de un mundo en un país, esa idea de micro-cosmos encuentra ahora nueva validez en la re-encarnación que ha tenido lugar. La nueva Sudáfrica es de hecho, el mundo en un micro-cosmos, en su mezcla de población en sus diferencias económicas y sobre todo en el impacto que las poderosas fuerzas de la globalización están teniendo sobre ella tanto a nivel interno como en sus relaciones con el resto del continente africano”[1].
 
La terrible situación de la población de Zimbabwe está alterando la frágil estabilidad social de Sudáfrica. Las relaciones entre ambos países siempre han sido difíciles. Sudáfrica ha confundido la verdadera solidaridad con sus vecinos y sus actuaciones han supuesto más apoyo al dictador que ayuda a la población.
 
Unos tres millones de ciudadanos de Zimbabwe han buscado refugio en la vecina Sudáfrica. Huyen de la pobreza creada a pulso por las políticas de Robert Mugabe y de la violencia. La llegada masiva de emigrantes de Zimbabwe ha elevado considerablemente la presión en el township de Alexandra (en Jo’burg norte) donde las masas de sudafricanos negros sufren también condiciones de pobreza, desempleo y encuentran graves dificultades para alojarse.

En Alexandra comenzaron a darse las primeras reacciones violentas contra los emigrantes de Zimbabwe, esta violencia se ha generalizado a toda la zona centro de Johannesburgo y a la provincia de Gauteng en general:
 
“Sería erróneo pensar que esta explosión de xenofobia es simplemente la reacción a la inmigración incontrolada. Es también el resultado de los incrementos en el  precio de los alimentos, la caída de los niveles de vida, unas tasas de desempleo por encima del 30% y un gobierno que es percibido como sordo a los lamentos de los pobres”[2]
 
La violencia amenaza no sólo a los emigrantes de Zimbabwe, sino también a aquellos provenientes de Mozambique, Malawi, etc. Los emigrantes extranjeros están buscando refugio y protección durmiendo en  comisarías de policía y otro tipo de recintos públicos. La xenofobia desatada culpa a los emigrantes de todos los males y crea un conflicto entre comunidades que nos recuerda más a una situación de apartheid que a la pregonada Rainbow Nation (Nación del arco iris).
 
¿Necklacing?
 
Durante la época de disturbios en los townships a comienzos de la década de los noventa la violencia política en Sudáfrica alcanzó sus más altas cotas y quizás la manifestación más bárbara de la misma fueron los llamados “neklacing” (del inglés neklace: collar) que consistía en linchar a una persona colocándole un neumático viejo alrededor del cuello impregnado de gasolina al que prendían fuego mientras la multitud bailaba repitiendo: “necklace”, “necklace”, “necklace”.

El “neklacing” fue practicado principalmente por elementos radicales partidarios del Congreso Nacional Africano (agrupados como SDU self-defence units o unidades de auto-defensa) y era un “castigo” normalmente reservado para los considerados “colaboracionistas” por su connivencia bien con las autoridades blancas o bien con el movimiento zulú Inkhata.
 
La transición a la democracia y la aplastante victoria del CNA en los procesos electorales hizo que aquellos episodios de “necklacing” fueran rápidamente olvidados y que cualquier mención de dicho término fuese considerado políticamente incorrecto. Desde aquellos años tan duros no se había vuelto a ver en Sudáfrica escenas de violencia generalizada “black on black” y desde luego no se había vuelto a ver a una multitud de sudafricanos negros quemando viva a una persona.
 
Qué triste es pensar que sean razones exclusivamente económicas las que hayan abierto la espita del odio racial y hallamos vuelto a ver el crepitar del fuego en la carne humana, tantos siglos después de las cazas de brujas y de la Inquisición.
 
La cifra oficial de víctimas mortales se eleva ya a 23  y a más de 13.000 la de  personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares y huir dela amenaza.[3]. Por supuesto, estos brotes irracionales de violencia no se corresponden con el sentir general del pueblo sudafricano que siempre ha mostrado su solidaridad hacia los problemas de sus vecinos del norte.

Esa solidaridad a nivel institucional se ha administrado mal, puesto que los esfuerzos económicos y diplomáticos del gobierno de Thabo Mbeki han contribuido más a perpetuar que arreglar los problemas de Zimbabwe, ya que dieron cobertura al atroz régimen de Robert Mugabe contribuyendo, por tanto, a que la situación económica degenerase aún más y se degradasen los derechos civiles de sus habitantes. No fue ese el caso de los sindicatos de estibadores portuarios de Sudáfrica[4] que fueron ejemplo de solidaridad activa para todo el mundo libre.
 
Hace unos meses llegó a las aguas sudafricanas del puerto de Durban un barco chino[5] cargado con 77 toneladas de armas ligeras destinadas a Zimbabwe (recordemos que Zimbabwe no tiene costa). La firme negativa de los estibadores a descargarlas originó un problema internacional que terminó con la imposibilidad de que esa mercancía llegase a manos del dictador Mugabe. El SATAWU ayudó a salvar vidas y ayudó a la causa de la democracia.
 
El Gobierno sudafricano anuncia ahora que protegerá a los emigrantes, si no puede contener a las multitudes agresoras con la policía ya adelanta que podría disponer que sea el ejercito quién se ocupe del problema. El verdadero problema ha sido siempre Robert Mugabe. ¿No hubiese sido más sencillo que Sudáfrica hubiese tratado de convencerle para que abandonase el poder, tal y como solicitaron repetidamente al gobierno de Thabo Mbeki los grupos de la oposición[6]? Ahora los efectos del nefasto gobernante los sufre no sólo Zimbabwe sino todo el África meridional.


 

 


 

 
Notas


[1] Allister Sparks  “Beyond Miracle. Inside the New South Africa” 2003 pag. x
[2] Extracto de un editorial del diario Financial Times de 19 de mayo 2008
[3] Según informan los servicios de BBC News a 20 de mayo. (http://news.bbc.co.uk/2/hi/africa/7411357.stm)
[4] Pese a que la postura inicial del Gobierno sudafricano fue la de no intervenir en el asunto del carguero, el Sindicato SATAWU (South African Transport and Allied Workers Union) se opuso frontalmente en la declaración pública de su Secretario General, Randall Howard y los trabajadores del puerto de Durban se negaron a descargar el barco.  El SATAWU ayudó a salvar vidas y ayudó a la causa de la democracia.
[5] El carguero chino An Yue Jiang
[6] Especialmente el partido Democratic Alliance liderado por Hellen Zille