Vladislav Surkov, el hombre de Putin para todo

por Ángel Maestro, 9 de marzo de 2007

Es un hecho bien conocido el poder ejercido en Rusia, con su enorme crecimiento económico debido en gran medida debido al petróleo, de una quincena de oligarcas por un lado, y por otra de los “siloviki” (antiguos oficiales de los servicios de seguridad y de contraespionaje). Se especula en medios políticos y económicos sobre la evolución interna y externa del poder en el Kremlin en relación con ellos.
 
Pero una vez más al tratar de los temas políticos rusos, ningún medio informativo español, y casi ninguno de relieve entre los corresponsales occidentales, nadie habla de un personaje de influencia decisiva; un hombre de 42 años Vladislav Surkov, que ejerce la jefatura del secretariado del presidente Putin, goza de su plena confianza y a menudo inspira sus decisiones.
 
Surkov en realidad se apellida Dudaiev. De origen chechenio no era nada conocida su carrera sinuosa hasta el momento en el que se integró a la sombra de Putin, en tanto que hombre de confianza y jefe de gabinete. Su padre era chechenio y su madre rusa, adoptando el apellido de Surkov merced a oscuras combinaciones para facilitar sus estudios cuando comenzó a cursar los estudios de primera enseñanza en un colegio de Moscú. Era un momento en el que las campañas de prensa no cesaban de calificar a los chechenios de bandas de salvajes, ante una población tan sensibilizada por los crueles atentados, que justificaba incluso las deportaciones realizadas por Stalin.
 
Un personaje tan poco claro como el multimillonario Boris Berezovsky -últimamente en candelero por su oscuro papel en el asesinato de Litvinenko-  estuvo al cargo del Consejo de Seguridad ruso bajo Boris Yeltsin, y jugó un papel turbio en las relaciones con los separatistas chechenos. Surkov en esa época, concluidos ya sus estudios, comenzó a frecuentar a oligarcas y futuros oligarcas, como los dirigentes de la banca Menatep. Entre sus amigos, el creador de Yukos, el oligarca Jodorkovsky, que purga actualmente una pena de siete años de campo de  concentración, sin que en ningún caso su antiguo condiscípulo haya movido un dedo para atenuar su suerte.
 
Otro poderosísimo oligarca es Roman Abramovich, residente en Gran Bretaña, primera fortuna de Rusia y segunda de Gran Bretaña, quien entre sus muchas exhibiciones ostentosas acaba de comprar por dieciocho millones de euros cuatro apartamentos en el residencial barrio londinense de Knightbridge, bautizado “Red Square”, “La Plaza Roja”, en razón de las decenas de ciudadanos rusos que han invertido en tan selecto distrito.
 
Alrededor de Jodorkovsky pululaban judíos conocidos en el campo de los negocios, que hubieron de refugiarse más tarde en Israel o en Londres, huyendo de la persecución de Putin y de las acusaciones de malversaciones, fraudes fiscales e intrigas políticas.
 
Uno de ellos en particular, Leonid Nevzlin, fue un tiempo patrón de Surkov en la banca Menatep. Surkov debe una parte de su  fortuna personal a las comisiones, cobradas, legales o no, en base a los negocios realizados entre 1991 y 1999. En 1996 rompió con Nevzlin (refugiado en Israel), so pretexto de que le había rechazado un aumento de salario. Pasó entonces bajo un nuevo protector, el oligarca Mijail Friedman, uno de los raros judíos que no han caído en desgracia ante Putin.
 
En ese tiempo hizo un camino paralelo en el dédalo de una radio- televisión en plena reorganización, interviniendo en pro o en contra de ciertos oligarcas, cuando los cronistas publicaban sus nombres y hechos en las primeras páginas de los medios. En 1999 una cristalización de personajes influyentes, bien oligarcas, bien “silovikis”, servía de sostén a las ambiciones de Putin, quien sustituye a un decadente y desprestigiado Yeltsin, y en 2000 asume la presidencia de Rusia.
 
El poder de un jefe de gabinete
 
Verdadero activista Surkov está ligado al origen del nacimiento de las juventudes ligadas a Putin y del partido Unidad. Ha sabido desplazar los polos de influencia en la Duma (parlamento ruso) y facilitado la intrusión de veteranos del antiguo KGB en la política. Ha conseguido convencer a diputados comunistas del grupo parlamentario, importante en la Cámara, para que no griten ni alto ni fuerte proclamando sus reivindicaciones.
 
Ha incitado también a Dimitri Rogozin, creador del partido País Natal  a hacer carrera, pero cuando Rogozin ha tenido demasiado éxito, ha ordenado personalmente que las medias (en un 80% controladas por el Kremlin) cesen de hablar de él. Resultado su porcentaje en la opinión pública ha caído del 13 al 9%, y en los primeros meses de 2007 a menos del 6 %.
 
Los partidarios del mercado libre han quedado reducidos a un porcentaje casi cero en la Duma donde no disponen de ningún puesto en las últimas elecciones. Que decir de la influencia de este jefe de gabinete que en menos de seis años ha tomado el control de los asuntos internos, detrás de Putin, quien deposita en Surkov su confianza.
 
Si Vladimir Dubov un antiguo asociado de Jodorkovsky ha podido abandonar Rusia y exiliarse en Israel, lo ha logrado gracias a la protección de Surkov, al cual debe Putin en gran parte el haber sido reelegido ante un Parlamento en que el jefe de su secretariado maneja los hilos y tiene acceso a todos los dossieres comprometidos.
 
Surkov agita sin cesar el tema de las ingerencias occidentales en la vida cotidiana de Rusia. “El enemigo vigila a nuestras puertas” ha declarado recientemente a un periódico moscovita.
 
Es bajo su impulso personal como los servicios de seguridad hostilizan a las ONG implantadas en Rusia, que han debido en gran parte finalizar sus actividades en Rusia, aunque es cierto que algunas ”organizaciones no gubernamentales” estaban financiadas por algunos servicios de inteligencia extranjeros. Rogozin convertido en enemigo suyo acusa a Surkov de haberle utilizado, a él y a algunos como el, por lo que buscan los medios de vengarse.
 
En torno a Putin se desarrolla una pequeña guerra interna, desarrollada en torno a las rivalidades entre oligarcas y antiguos miembros del KGB y GRU. Sukov ha tomado la precaución de asegurarse un asiento en el consejo de administración de la sociedad petrolífera Transneft, a la sombra de los dirigentes del gigante Gazprom, Dimitri Medvedev y Aleksei Miller.
 
A este propósito se afirma que Putin, cuyo mandato presidencial expira en 2008 -posiblemente, pero no seguro, sucedido por Ivanov- exigirá ser “coronado” “zar” de la Energía. Una forma muy eficaz de perpetuar su presencia. Encontraría entonces en las profundidades de Gazprom y de Transneft a su querido Surkov.
 
Pero nada puede asegurarse en una nación donde a pesar de la persecución gubernamental contra los “padrinos” pertenecientes a la oligarquía, existen todavía poderosas fuerzas mafiosas  que han penetrado en partes considerables del aparato económico. Putin se ha visto obligado a tolerar ciertas actividades puesto que de momento los “negocios” benefician a la economía rusa, y siempre que no intervengan en política. Aún si las grandes firmas están bajo la salvaguardia de diecisiete antiguos KGB, introducidos en los puestos directivos y en los consejos de administración.