Chávez hace trampas, pero gana

por Pedro Fernández Barbadillo, 4 de octubre de 2010

 

Que no nos ahogue el optimismo. La principal conclusión de las elecciones parlamentarias del domingo 26 de septiembre es que Hugo Chávez sigue teniendo la mayoría en su Asamblea Nacional. Sus soldados ocuparán 98 escaños de 165 y seguirán gritando «Socialismo y muerte» y convirtiendo en ley la voluntad de su caudillo, que les da órdenes por televisión.
 
Los españoles observamos los sucesos de Venezuela con nuestros ojos acostumbrados a la política europea: gente con traje y corbata que ni suele gritar y que se trata de señoría o de usted. La política venezolana está hecha de gritos, amenazas, bandas de la porra y tiros. El hecho es que el dictador sigue dominando el Parlamento, aunque no tenga la mayoría cualificada que le ha permitido aprobar enmiendas a su Constitución. Once años de gobierno despótico, de violencia descontrolada, de censura, de restricciones de luz, de desabastecimiento de comida… y el chavismo siguen ganando elecciones. ¿Pero cabía esperar otra cosa de un tirano tropical? Venezuela no es la Alemania Oriental ni la Polonia ni la Hungría de 1990, donde los Gobiernos comunistas cedieron el poder pacíficamente a la oposición. En la República Bolivariana, dados los antecedentes, nos tememos que semejante transición no ocurrirá.
 
Recuperemos la sensatez y no caigamos ahora en el pesimismo. Por de pronto, la oposición, reunida en la Mesa por la Unidad Democrática, va a estar en la Asamblea Nacional con 65 diputados frente a 98 del Partido Socialista Unido de Venezuela. Hace cinco años, los distintos partidos que forman la oposición al chavismo cometieron la estupidez de retirarse de las elecciones. Hubo un 75% de abstención, sí, pero de nada sirvió: los candidatos del chavismo ocuparon casi completamente la Asamblea, y todos los Gobiernos nacionales, tanto de América como de Europa, siguieron tratando con Caracas. El ausente se equivoca siempre. Ahora, la oposición estará presente y ha roto el rodillo socialista. Además, ya se sabe cuántos son los contrarios a Chávez: 5.312.293. El militar golpista cuenta con 5.399.574 adictos. Es decir, una diferencia inferior a los 90.000.
 
El régimen temía una caída de apoyo y por eso dedicó los últimos meses a modificar la Ley Orgánica de Procesos Electorales y a dibujar unas circunscripciones que primasen a los candidatos oficialistas. Así se explica que el equilibrio en sufragios entre los dos bloques se convierta en el Parlamento en una mayoría a favor de Chávez: el Partido Socialista Unido tiene un 50% más de escaños que la oposición.
 
Paradójicamente, los chavistas han recurrido a un método propio de los caciques de Estados Unidos y de los oligarcas ingleses del siglo XVIII: ya que no puedes alterar el censo electoral, alteras las circunscripciones para fabricarte un Parlamento a tu medida. Veamos un ejemplo. Al distrito de la capital se le asignaron diez diputados, de los que siete de ellos correspondían a circunscripciones inferiores de carácter uninominal y tres a una lista que abarcaba el distrito entero. En el voto a esta lista, la oposición obtuvo 484.844 votos y dos escaños, mientras que la lista socialista quedó por debajo con 484.103 sufragios y un escaño. Es decir, las dos fuerzas estaban igualadas en votos. Sin embargo, las circunscripciones están tan bien diseñadas a favor del Gobierno que éste ha obtenido seis diputados de los siete en juego. Por el contrario, la elección de los 11 diputados para el Parlamento Latinoamericano se ha hecho en una sola circunscripción, de ámbito nacional y en una lista. En esta instancia, los resultados han sido más ajustados: seis escaños para el PSUV y cinco para la oposición. Está claro que sin el sistema electoral volcado a favor de las regiones menos pobladas, Chávez podría incluso haber perdido la mayoría relativa.
 
Esta derrota salvada por los prodigios del gerrymandering, ¿va a suponer que Chávez se modere?, ¿permite esperar una alternancia pacífica en Venezuela? Acudamos a los hechos. Cuando en diciembre de 2007, el pueblo venezolano cometió la osadía de rechazar la propuesta de Chávez de reformar la Constitución para suprimir el límite a su reelección, éste montó otro referéndum en febrero de 2009 en el que su régimen se aseguró de que esta vez no hubiese sorpresas. A los gobernadores y alcaldes de la oposición elegidos en 2008, el Gobierno les ha hecho la vida imposible: les ha cortado recursos financieros, les ha detraído competencias y hasta les ha acusado de traición. La ley fundamental chavista prohíbe a los funcionarios y cargos electos intervenir en las campañas electorales, pero Chávez se ha volcado a favor de sus candidatos. Jueces sumisos han prohibido a la prensa la publicación de fotos de cadáveres durante las últimas semanas de la campaña. Y así podemos enumerar una infinidad de casos, como las amenazas a la Iglesia católica, las órdenes de expropiación dadas por televisión, el encarcelamiento de jueces desobedientes
 
Después de unas horas de desconcierto, el presidente que habla con Simón Bolívar pronunció una de sus arengas: “No se hagan muchas ilusiones. ¿Vienen por mi?, pues common (sic). Dentro de dos años será mucho más difícil, por que lo que viene es joropo, así que vayan comprando alpargatas”. Más madera a la caldera: el tren revolucionario no se va a detener. Como los nuevos diputados no se incorporarán a la Asamblea Nacional hasta enero, los socialistas van a aprovechar estos meses para aprobar nuevas leyes, incluso una nueva Ley Habilitante que conceda poderes de legislador al jefe del Estado y que la oposición no podría derogar al carecer de mayoría. ¡La revolución con la legalidad burguesa, a la manera de la Unidad Popular chilena o del Frente Popular español!
 
Hugo Chávez es un dictador. Lo peor es que, debido a su petróleo y su izquierdismo, en vez de sufrir la censura internacional, cuenta con el respaldo de muchos Estados, desde Irán a Argentina, pasando por España. Aquí radica el mayor problema.