Críticos asustados por comparar la política exterior Bush con la de Harry Truman

por Max Boot, 3 de julio de 2006

Cuando leyó el discurso de graduación en West Point el mes pasado, el presidente Bush comparó sus esfuerzos por hacer frente a los terroristas con los esfuerzos de Harry Truman por hacer frente a los comunistas durante los primeros años de la Guerra Fría. Los críticos progresistas estaban furiosos. ¿Cómo se atreve este Republicano a citar como inspiración a este sagrado Demócrata? Comentaristas como Peter Beinart, ex editor de The New Republic, sugerían que Bush debería en su lugar aprender de Truman la necesidad de reconocer los límites de la fuerza americana, aparcar la retórica grandilocuente y las acciones unilaterales, y encajar el poder americano en 'una red' de instituciones multilaterales tales como Naciones Unidas o la OTAN.
 
Esto es una sentencia que se ha venido escuchando desde el 2001, y vale la pena aclarar el historial antes de que esta mitología sea aceptada como hechos. La realidad es que Bush es mucho más multilateral, y Truman lo fue mucho menos de lo que se asume comúnmente.
 
Con todos los vaivenes diplomáticos de Bush, él ha logrado la participación de muchos aliados en Irak, el Cuerno de África y más allá. Gran parte del esfuerzo militar en Afganistán se está confiando a la OTAN, que, a petición de Bush, se ha implicado en un conflicto fuera de Europa por primera vez. Bush también ha sido activo impulsando el libre comercio, igual que Truman, a través de tratados (a los que muchos Demócratas se oponen hoy) como el Central American Free Trade Agreement. Bush, al igual que Truman, ha incrementado la ayuda exterior. Y en su enfoque sobre los programas nucleares norcoreano e iraní, Bush ha sido escrupulosamente multilateralista. No con éxito, pero unilateralista a duras penas.
 
Truman, por su parte, fue menos multilateralista de lo que afirman muchos admiradores. Cierto, sí presidió la fundación de Naciones Unidas, y en ocasiones expresaba grandilocuentes esperanzas para este 'parlamento del hombre'. Pero en la práctica, su opinión se aproximaba más a la de su Secretario de Estado duro de mollera, Dean Acheson, que creía que la Carta de la ONU era 'impracticable' y que abanderaba la idea de que 'el modo de solucionar este o aquel problema es abandonar Naciones Unidas'.
 
Acheson sí hizo un uso práctico de la ONU en 1950, cuando aseguró una resolución autorizando una respuesta armada a la invasión de Corea del Sur por parte de Corea del Norte, pero solamente porque el delegado soviético estaba boicoteando el Consejo de Seguridad. En cualquier caso, Truman ya había comprometido fuerzas aéreas y navales para combatir antes de la votación. Como escribía a Acheson, un fracaso de la ONU a la hora de actuar no habría alterado sus planes - 'habríamos tenido que entrar en Corea solos'. Truman fue igualmente claro a propósito de las limitaciones de la ONU en la crisis previa - la suspensión británica de la ayuda a Grecia y Turquía en 1947, que dejó esos países expuestos a la agresión comunista. Truman decía al Congreso: 'La situación es urgente, requiriendo acción inmediata, y Naciones Unidas y sus organizaciones vinculadas no están en posición de ayudar a extender el tipo de ayuda que se necesita'. De modo que Estados Unidos ofreció 400 millones de dólares propios.
 
El mismo patrón es evidente a lo largo de toda la presidencia Truman. ¿La decisión de bombardear Hiroshima y Nagasaki? Una iniciativa norteamericana unilateral. ¿El Plan Marshall de ayuda a la recuperación europea? Lo mismo. ¿La operación aérea 1948-49 para romper el bloqueo soviético de Berlín? Más unilateralismo.
 
Incluso cuando Truman parecía ser de lo más multilateralista, había más que decir de lo que se veía. Considere el Plan Baruch - que sacó a flote en 1946 - para convertir todas las instalaciones y materiales nucleares en todo el mundo al control internacional. Esto parecía una oferta increíblemente generosa porque Estados Unidos era en aquel momento la única potencia nuclear. Pero contenía provisiones 'espinosas' - exigiendo, por ejemplo, 'castigo inmediato y certero' a las violaciones, no sujeto a veto del Consejo de Seguridad - que los observadores inteligentes se dieron cuenta que sería inaceptable para Josef Stalin. Truman nunca consideró seriamente entregar de manera unilateral el arsenal atómico norteamericano, como animaban progresistas como Henry Wallace.
 
Eso no pretendió denigrar las iniciativas diplomáticas de Truman. La creación de la OTAN en 1949 fue particularmente importante. Pero ni de lejos tan importante como la decisión de mantener tropas norteamericanas en Europa incluso antes de que existiera la OTAN.
 
El camuflaje multilateral como la OTAN puede hacer más digerible el ejercicio del poder norteamericano, y debería ser practicado donde sea practicable. Pero, ya sea a finales de los años 40 u hoy, el progreso en problemas difíciles exige la acción americana, en solitario si es necesario. Eso es algo que comprendieron tanto Bush como Truman - y a lo que demasiados progresistas no se han hecho a la idea aún.  
 
Max Boot es investigador decano del Council on Foreign Relations y ex editor de la página editorial del Wall Street Journal.