El lado oscuro del periodismo: el GRAPO, "ultraderechista"

por Pedro Fernández Barbadillo, 24 de noviembre de 2010

 

Desde que la generación de Mayo de 1968se rebeló contra el mundo de sus mayores y dio comienzo una ola de terrorismo(1) que fue apoyada o disculpada tanto por obispos católicos como por dictaduras comunistas(2)  -que todavía dura-, sabemos que esta guerra no se limita a las ocasionales escaramuzas y a las bombas, sino que además se extiende a los medios de comunicación. Para combatir el terrorismo y vencerlo, las sociedades deben contar con unas policías competentes y, también, con unos periodistas comprometidos en vez de con la revolución, con la vida y la libertad. El caso más reciente es el de la publicación de documentos oficiales del Gobierno de Estados Unidos sobre las guerras de Irak y de Afganistán por parte de la página Wikileaks, que, de manera imprudente, “pone al descubierto” (3) ante los terroristas de Al-Qaeda a colaboradores locales con la coalición internacional. Con estereotipos y con información sesgada, no debe sorprendernos que dirigentes como José Luis Rodríguez Zapatero -en un análisis exclusivamente economicista-, atribuyan los atentados cometidos por el terrorismo islamista a un “mar de injusticia universal” (4). El caso del GRAPO español nos sirve para comprender el daño que pueden causar unos informadores que se identifican con los terroristas o tratan de usar a éstos para sus propios fines políticos.
 
Los secuestros de Oriol y Villaescusa: historia de una intoxicación
 
Alfonso Osorio, vicepresidente en el primer Gobierno de Adolfo Suárez (1976-1977), escribió en sus memorias una frase que reproduzco para comprender el gusto de las personas por las explicaciones enrevesadas o incluso imposibles. El 3 de julio de 1976, el rey designó a Adolfo Suárez, ministro secretario general del Movimiento en el Gobierno de Carlos Arias, presidente del Gobierno y el 13 de julio viajó a Francia para ser recibido por el primer ministro Jacques Chirac (5) . El historiador Ricardo de la Cierva escribió en La Historia se confiesa que ese viaje relámpago “todavía no ha sido explicado para la historia y la política”. El viaje lo montaron el propio Osorio y el rey Juan Carlos, que tenía amistad con el presidente francés Valery Giscard d’Estaing y le pidió el favor: a todos les interesaba añadir prestigio a Suárez. Concluye Osorio: “las cosas muchas veces, en su propia sencillez, no necesitan demasiadas explicaciones” (6).
 
Nos vamos a ocupar de otro ejemplo que no se limita a las gestiones entre jefes de Estado, pero que ocurrió por las mismas fechas y ha tenido graves efectos en la lucha contra el terrorismo: la campaña de la prensa de izquierdas para asociar al GRAPO con la extrema derecha o con los servicios secretos.
 
El secuestro del presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo, perpetrado por los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO) el 11 de diciembre de 1976, puso en riesgo el proceso de reforma política. Tal acto podía haberse evitado de una manera muy sencilla, tal como cuenta José Miguel Ortí Bordás, también en sus memorias. A principios de diciembre, Miguel Primo de Rivera, miembro del Consejo del Reino y consejero nacional, le pidió que aumentase con urgencia la protección policial a Oriol, suegro suyo. Horas después, Ortí Bordás, subsecretario del Ministerio de Gobernación, recibió en su despacho al director general de Seguridad, Emilio Rodríguez Román, y le ordenó que aumentase la escolta de Oriol. El subordinado le aseguró que lo haría de inmediato, pero…
 
“Pocos días después, el 11 de diciembre para ser exactos, secuestraron a Oriol. Cuando pude hablar con el director general de Seguridad, le pregunté si había cumplido mis instrucciones (…). Me respondió que no. La idea de que este secuestro –tan importante y realizado en fechas tan claves- podía haberse evitado, ya no me abandonaría.” (7)
 
Por supuesto, los ejemplos anteriores no suponen que neguemos la acción de conspiraciones, conjuras y, sobre todo, de la estupidez y la maldad humanas. Ortí Bordás cuenta unas páginas más adelante un suceso que permanece inexplicado: el general José Antonio Sáenz de Santa María, que había sido jefe de la escolta del caudillo Francisco Franco, era a la sazón jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil y “dispuso por su cuenta y riesgo, y sin contar en absoluto con el permiso ni tan siquiera con el simple conocimiento del ministro, que la Guardia Civil registrase varios chalés de una de las principales urbanizaciones de Madrid en busca del secuestrado. Uno de ellos fue nada más y nada menos que el de Juan Luis Cebrián, director del más importante e influyente diario de España. (…) Con toda seguridad, el general en cuestión, maniobrero (8) y adulador, no tomó tan descabellada decisión sin una finalidad concreta. A ciencia cierta, sabía muy bien lo que hacía. Pero jamás reveló por qué. A nadie. En el Ministerio no nos lo explicábamos. La acción era objetivamente incomprensible. Y merecedora de un inmediato cese.”  (9)
 
El País publicó un artículo (8-2-1977) (10) en el que describió el registro, realizado la víspera. Juan Luis Cebrián disponía de escolta policial y tenía controlados sus movimientos por seguridad desde hacía tiempo, por lo que no se sabe qué esperaban encontrar los guardias civiles. Estos últimos, además, se presentaron sin orden judicial de registro. La única explicación que conocemos es ésta:
 
“(…) en una cena de desagravio que Sáenz de Santa María ofreció a Cebrián y Polanco, les explicaría que en una foto de Oriol enviada por los secuestradores, en la que aparecía leyendo El País (…) habían creído ver la posibilidad de un mensaje.” (11)
 
Sáenz de Santa María desempeñó puestos aún más altos por obra de los Gobiernos socialistas de Felipe González, como la dirección general de la Guardia Civil y, ya jubilado, una asesoría del Ministerio de Interior para asuntos de terrorismo entre 1986 y 1996. El País le empleó para defender a esos Gobiernos socialistas de las acusaciones de vinculación con los GAL . (12)
 
La mención a los grapo nos conduce a uno los bulos más repetidos en la Transición y que se resiste a desvanecerse: la manipulación de este grupo terrorista de extrema izquierda, el brazo armado del PCE (re-constituido), por los servicios secretos o la extrema derecha. Rodolfo Martín Villa, que fue ministro de Interior entre julio de 1976 y abril de 1979, disponía de un informe que sostenía que el GRAPO provenía de una escisión del PC ocurrida en 1968; sus miembros optaron por “la insurrección armada para implantar la dictadura del proletariado”; también se conocían las zonas donde el GRAPO captaba a sus militantes: Sevilla, Cádiz, Córdoba, Galicia, Madrid, Barcelona… (13) Tanto Osorio (14) como Ortí Bordás (15)  recuerdan que, pese a la opinión del Ministerio de Interior, el general Manuel Gutiérrez Mellado era de uno de los difusores de la teoría de que el GRAPO constituía un instrumento de la ultraderecha rampante y que había convencido de ello a Suárez; éste, a su vez, lo repetía a algunos ministros y éstos a periodistas. En su libro, Osorio recoge que, en 15 de enero de 1977, Diario 16 publicó que los grapo o bien eran de extrema derecha o bien estaban movidos por ella, y atribuía la pista a un ministro. Tirando del hilo, se llegó al indiscreto. En un almuerzo con periodistas, el ministro Enrique de la Mata pronunció la siguiente frase al referirse al GRAPO: “Cuando se descubra lo que hay tras este grupo terrorista, tal vez nos encontremos con una sorpresa” (16). A finales de ese mes, El País, con motivo de una serie de asesinatos políticos y tumultos producidos en Madrid, que se sumaban al secuestro de Oriol y del teniente general Emilio Villaescusa, publicó un editorial en el que se abonaba a esta otra conspiración:

“¿Y qué decir de la acción llevada a cabo por estos mismos GRAPO -de harto dudoso origen- secuestrando ni más ni menos que al presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, el teniente general Villaescusa? La secuencia de secuestros y provocaciones viene sospechosamente a coincidir con una serie de gravísimos asesinatos a sangre fría llevados a cabo en esta ciudad por la extrema derecha.
 
Asistimos a una conspiración contra el Estado. La transformación por vía pacífica de la dictadura en una democracia hubiera sido insólita y hubiera pasado a los anales de la ciencia política. Era necesario, para algunos, intentar dinamitarla, y esa operación es a la que estamos asistiendo.
¿Cómo? Dispersando armamento por Montejurra, la calle del Barquillo, la de Silva, Atocha... Sometiendo a secuestro a personalidades de significación tradicionalista para soliviantar a los defensores del orden establecido; haciendo otro tanto con jerarquías militares para provocar el descontento de los cuartos de banderas; más todo lo que nos quiera deparar esta perfecta y sincronizada operación, sobre la que una duda adicional planea: ¿Quién paga a estos mercenarios del terror?
 
(…) Ya no cabe duda de que tanto el secuestro de Oriol como el del gene-ral Villaescusa tienen una misma causa y un mismo fin: el intento desesperado de grupos detentadores de amplias parcelas de poder por mantener éstas, aun después de la muerte del general Franco. Algunos servicios de inteligencia, de la multitud de redes de espías que cubren este país, están metidos, sin duda, en ello.
 
(…) El secuestro del general Villaescusa es, no obstante, un evidente fallo de los servicios de seguridad del Estado. Es inconcebible que un grupo de delincuen-tes pueda tener secuestrado durante mes y medio al presidente del Consejo de Estado sin que la investigación aporte una luz mínima que permita resolver el caso.
 
(…) Caben fundadas sospechas de que esta conspiración, que es de ori-gen interno, esté apoyada y avalada por fuerzas internacionales. La In-ternacional Fascista es una realidad, y la prensa ha denunciado públi-camente la existencia de varios de sus dirigentes en nuestro país.” (17)
 
Unos días más tarde, El País repetía el runrún:
 
“Lo que se debate en todo este tenebroso proceso no es sólo la comisión de una cadena de asesinatos, sino si ha habido, como se apuntó, una conspiración contra el Estado, y si los radicales de esta izquierda a la izquierda de todas las izquierdas pudieron ser manipulados por alguien de diverso signo.”  (18)
 
En un libro editado en 1980, el director de El País insistió con su firma en la teoría conspirativa para explicar el nacimiento del GRAPO. ¿Pruebas que aportaba? Ninguna.
 
“(…) los españoles contemplamos la invención (sic) del fenómeno terrorista de los GRAPO.”  (19)
 
“El convencimiento de que detrás de su creación y mantenimiento existe algún tipo de servicio de seguridad interior o exterior se halla más que extendido, no sólo entre la clase dirigente española, sino en sectores de la propia policía.”  (20)
 
Los políticos y, sobre todo, los periodistas de izquierdas de esos años se empeñaban en retirar al GRAPO las credenciales de luchadores por la libertad y antifranquistas que ya habían otorgado a ETA. No sólo El País, sino, también otras publicaciones, como Interviú, Diario 16 y Cambio 16, siempre que mencionaban a la banda terrorista, insinuaban oscuras vinculaciones, como si hablasen del pasado misterioso de un pariente mal visto. Ese rechazo a los indicios y a las declaraciones del propio GRAPO era anterior a los secuestros de Oriol y Villaescusa. Ya el 7 de diciembre de 1976, se publicó un suelto sin firma en la página editorial de Diario 16 titulado «Es el TIMO», en el que se sostenía que el GRAPO era un montaje de las fuerzas opuestas a la democratización situadas a la derecha del Gobierno de Adolfo Suárez. A partir de los citados secuestros, la prensa de izquierda no se contuvo en instruir a sus lectores sobre conspiraciones y dudas.
 
Mostramos fragmentos de editoriales y reportajes de Diario 16 a lo largo de varios años en los que mantiene la versión de una mano negra detrás del GRAPO.
 
“Sus autores [los de varios atentados terroristas] sólo pueden ser buscados entre los enemigos de la democracia. De ahí que resurjan, una vez más todas las dudas sobre la verdadera naturaleza del extraño GRAPO que, entre sus ambigüedades y contradicciones, nunca explicadas satisfactoriamente, hace acto de presencia siempre que se intenta un nuevo paso significativo en el accidentado camino hacia la democracia” (editorial, 6-6-1977).
 
“Inoportuno disparo para quienes tenemos interés en que los misterios del GRAPO no sigan siendo misterios. ¿Y no es también un misterio que los golpes del GRAPO vayan destinados última-mente a personalidades civiles y militares de notoria proyección liberal…?” (editorial, 2-5-1979)
 
“hay que ir al fondo, ahora que se tiene la oportunidad, ahora que es el momento de averiguar qué gato encerrado hay tras las siglas del grupo que nadie sabe tampoco cómo nació” (editorial 16-10-1979).
 
“… grupo terrorista de origen oscuro e incierto(reportaje, 23-2-1979).
 
“Un nombre de izquierdas para objetivos fascistas. Los GRAPO, una incógnita aún no desvelada que reaparece asesinando. El nuevo resurgimiento de los GRAPO, con los cuatro asesinatos de anteayer en Madrid y Barcelona, suscita los viejos interrogantes sobre la identidad de este misterioso grupo, de origen oscuro y turbulenta historia…” (Reportaje, 6-5-1981).
 
“Una exitosa operación policial dirigida por el comisario Conesa (…) consigue desbaratar los planes de la organización (…). Pero engendra también las primeras incógnitas entre la versión oficial sobre la génesis de los GRAPO y lo que se presume su verdadero origen” (Reportaje, 16-9-1990).
 
“… extraño GRAPO” (editorial, 15-5-1994).

Una página del nº 272 de Cambio 16 (22-2-1977) llevaba el siguiente título: «Muñecos de GRAPO». Y aventuraba que el grupo terrorista de extrema izquierda bien podía ser
 
“quizá el muñeco de trapo manejado por oscuras y confusas fuerzas, que serían más difíciles de encerrar en los carabancheles y las yeserías en el momento clave del programa de reforma de la nueva Monarquía.”
 
El País también participaba en esta confusión. En una fecha tan tardía como 1989 publicó un editorial titulado «El extraño GRAPO» (29-12-1989):
 
“Aclarar los atentados terroristas, detener a sus autores, seguir de cerca a los grupos de los que se tiene fundadas sospechas que son propicios al recurso de la violencia y descubrir sus conexiones y apoyos exige no sólo el esfuerzo de la policía, sino, sobre todo, unos servicios de información altamente especializados y preparados.”  (21)
 
En la misma edición, el periódico publicó el siguiente texto en un apoyo informativo sobre el GRAPO:

“Desde su aparición el 1 de octubre de 1975 con el asesinato en varias acciones sincronizadas en Madrid de cuatro policías nacionales, los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO) forman una oscura y misteriosa organización tantas veces desarticulada oficialmente como sospechosamente reconstituida siempre con acciones terroristas espectaculares.”  (22)
 
El vocabulario de los periodistas incluyó una nueva frase hecha. En la prensa española del franquismo, la sequía siempre era pertinaz, toda campaña era orquestada, el contu-bernio era de Munich, las señoras eran elegantes, las hordas eran marxistas o rojas; de la misma ma-nera, en la prensa progre el GRAPO pasaba a ser “el extraño GRAPO”.
 
La izquierda y el GRAPO hoy: la leyenda continúa
 
La leyenda sigue circulando, pese al tiempo transcurrido y las pruebas acumuladas en su contra. Desde 1979, quedó claro en juicios sucesi-vos que los miembros del GRAPO militaban en la extrema izquierda y que habían cometido sus atentados sin colaboración del Estado ni de la extrema derecha. Sin embargo, no hubo ni retractación ni enmienda. 
 
En 2001, Juan Luis Cebrián afirmó:
 
“Lo del GRAPO, al menos en parte, siempre me pareció una operación poli-cial que se le fue de las manos al Gobierno.”  (23)
 
Gregorio Morán, que en marzo de 1977 había publicado en Diario 16 una biografía por entregas del superpolicía (él se inventó el apodó) Roberto Conesa, todavía en 2009 apostilló así al GRAPO:
 
“Dos días más tarde, se presentaban en sociedad los GRAPO –Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre, supuestamente (sic) de extrema izquierda- haciendo estallar varios artefactos” . (24)
 
Y Pedro J. Ramírez, director de El Mundo desde 1989 y antes de Diario 16 (1980-1989), afirmó con desenvoltura en 2006:
 
“Se habían practicado más de 40 detenciones en pocas horas, incluidas las de supuestos fundadores de la banda, como Sánchez Casas o Collazo Araujo. Aquello era, en efecto, un queso de Gruyère de tal calibre que la única duda que ha legado la perspectiva histórica es si [el comisario de Policía Roberto] Conesa era del GRAPO o el GRAPO era de Conesa.”  (25)
 
¿A qué se debe esta contumacia en mantener un error?
 
El editor Juan Tomás de Salas, cabeza de un grupo editor que en los años de la Transición publicaba, entre otras cabeceras, el semanario Cambio 16 y el periódico Diario 16, llegó a reconocer la implicación de una parte de la profesión periodística con el terrorismo:
 
“La gente que estaba en este tipo de prensa, que además era la prensa que tenía mayor credibilidad, mayores lectores, y no estoy hablando de nuestra publicación, sino de varias otras, de alguna manera nos habíamos sentido durante muchos años solidarios de ETA.” (26)
 
Para muchos periodistas, lo reprochable de los grapo no es que matasen, sino que le estuviesen haciendo el juego a los fachas, que es como echarle en cara a Al Qaeda que haya llevado votos a la candidatura de George Bush.
 
Ortí Bordás encuentra en el nombramiento del comisario Roberto Conesa como encargado de la investigación de los secuestros una de las razones por las que los periodistas y políticos de izquierda creyeron ver en el GRAPO un instrumento de la Policía. Conesa era “odiado o poco menos por la izquierda”, ya que había trabajado en la Brigada Político-Social y se había infiltrado en grupos clandestinos. En un editorial, Diario 16 le tildó de “torturador profesional” de “dirigentes democráticos”(27). El comisario, prosigue Ortí Bordás, conocía los ambientes de la izquierda y tenía confidentes en ellos, lo que “permitió que se expandiera la idea de que quienes de verdad estaban detrás de los terroristas eran Conesa y sus hombres”, por supuesto autorizados por el Gobierno (28).
 
Los policías tenían razón
 
Pío Moa, miembro de la dirección del GRAPO que participó en los citados secuestros, ha explicado cómo se ejecutaron los dos, y ha refutado que la banda estuviese ni infiltrada ni manipulada por la Policía o los servicios secretos españoles (29). En su opinión, los éxitos de los terroristas en esos años, como estos secuestros y el asesinato del presidente Carrero Blanco por ETA, contaron con un factor muy importante: la debilidad, incluso la ausencia, de las medidas de seguridad y contra-terrorismo. El estado de incompe-tencia y desorientación por parte de las autoridades no afectaba sólo a España. Al año siguiente, en marzo de 1978, el político italiano Aldo Moro, que había sido dos veces primer ministro de su país, fue secuestrado por terroristas de las Brigadas Rojas pese a tener la protec-ción de cinco escoltas. Moro y Carrero seguían la misma rutina: todos los días, al comenzar su jornada, iban a misa. Otro atentado similar a los anteriores fue el secuestro del industrial alemán Hans Martin Schleyer en Colonia por la Fracción del Ejército Rojo en octubre de 1977, cuyos escoltas fueron asesinados. Las sociedades occidentales no estaban preparadas para la ola de terrorismo que rompió sobre ellas a partir de Mayo de 1968, impulsada por el bloque socialista, tanto en Europa (30) como en América.
 
Casi veinte años después de rescatados los dos rehenes, Rodolfo Martín Villa, ministro de Goberna-ción entre julio de 1976 y abril de 1979, argumentó en contra de la te-sis de la mano negra con estos datos: 1º) el comisario Roberto Conesa –al que algunos atribuían el control del GRAPO, como Cebrián en el libro La España que bosteza- hacía años que había muerto(31); 2º) él había dejado de ser ministro; y 3º) el GRAPO seguía operativo(32). En febrero de 2006 el GRAPO perpetró el que es su último atentado por ahora, cuando tiroteó en Zaragoza a un matrimonio, cuyo delito era poseer una empresa de trabajo temporal, y mató a Ana Isabel Herrero. En 2007, la Guardia Civil detuvo al que se con-sideraba único comando operativo de la banda(33). Entre las acciones más espectaculares de los grapos destacan varias huelgas de hambre (34) (1981 y 1989-1990) en las que murieron tres de ellos: ¿llegaba el hipotético poder de los servicios o de la policía sobre el GRAPO a persuadir a los terroristas a que se mataran de esta manera? Los periodistas progresistas no desaprovecharon la ocasión de mostrar sus buenos sentimientos: El Mundo, que había aparecido hacía unos meses y disputaba a Diario 16 la audiencia de izquierdas, publicó en portada una foto (35) de uno de los terroristas debilitados y comparó la situación de las cárceles españolas con la de los campos de concentración nazis alemanes.
 
Citamos otro testimonio autorizado, el del ex ministro socialista de Inter-ior José Barrionuevo (1982-1988):
 
“La pereza mental de algunos resiste todas las evidencias. En algún momento algún listo dictaminó que el GRAPO no era un grupo terrorista conveniente, que sus actuaciones eran sospechosas y que de alguna manera estaba influido por la Policía. Desde que se formularon por primera vez estas absurdas e infundadas teorías se había avanzado considerablemente, con información plenamente contrastada, sobre los orígenes, desarrollo, composición y fines de los GRAPO (…) Sus documentos, sus testimonios en los procesos, sus acciones y sus declaraciones eran públicas y estaban a disposición de todo el que quisiera comprobarlas. Pero daba igual. Los listos habían emitido su dictamen y no lo modificaron.” (36)
 
Felipe González, que fue presidente del Gobierno de España entre 1982 y 1996 y que nombró a Barrionuevo ministro de Interior, hizo hace años una declaración sorprendente a instancias de Cebrián en el libro-diálogo El futuro no es lo que era: “Yo jamás he sabido con claridad lo que pa-saba con este grupo” (37). ¿Es admisible semejante negligencia en alguien que estaba al frente del Gobierno, del que dependían los servicios de información, los cuerpos policiales y la fiscalía? ¿De qué se hablaba en los Consejos de Ministros?
 
A la vista de todo lo anterior, llama la atención que Alfonso Guerra, ex vicepresidente del Gobierno socialista (1982-1991), en sus memorias enlace en una misma frase el tópico sobre el origen ultra del GRAPO con una supuesta vinculación de Moa con el PP:
 
“Fue un extraño secuestro [el de Oriol y Villaescusa] repleto de detalles aún sin explicar, aunque ya entonces se rumoreó que el raro desenlace se debió a un «grapo» llamado Pío Moa, que años después dedicaría su esfuerzo a ofrecer una versión dulcificada de Franco y su régimen con el apoyo político del entorno del Gobierno del Partido Popular.” (38)
 
¿Desconoce Guerra la verdad sobre los GRAPO o es que sólo pretende manchar el nombre de alguien que le desagrada, porque quiebra su versión del régimen franquista? En el PSOE hay casos de personas que practicaron el terrorismo y se les condenó por ello, como Mario Onaindía, que fue presidente del PSOE de Álava, y de su ex presidente federal Ramón Rubial, que participó, pistola en mano, en la Revolución de Octubre de 1934 tomando el Ayuntamiento de Erandio (39). ¿No estamos ante un uso político del terrorismo?
 
¿El primer golpe de la ultraderecha?
 
Es cierto que el ambiente en la Transición predisponía a creer en conspi-raciones, montajes y campañas orquestadas. En mayo de 1976, José María de Areilza asistió a un Consejo de Ministros en que el presidente Arias dio instrucciones para que las empresas públicas del Instituto Nacional de Industria y las empresas privadas a las que pudiese presionar el Gobierno retirasen la publicidad de una serie de semanarios (40). Y a Federico Silva Muñoz, el gran rival de Adolfo Suárez en la votación del Consejo de Reino de julio de 1976, se le montó un escándalo para hundirle como posible recambio. Silva era presidente la CAMPSA, monopolio del Estado encargado de la distribución y venta de hidrocarburos, no de su compra en crudo ni del refino. Durante un viaje a Galicia a principios de agosto de 1976, cuando negó los rumores sobre el almuerzo secreto, los periodistas le preguntaron también si iba a subir la gasolina, y él contestó. Su respuesta se basaba en varios elementos: la subida de la recaudación fiscal a cuenta de los hidrocarburos por el Estado, el mantenimiento de los precios del crudo y la palabra del ministro de Hacienda, Eduardo Carriles, al respecto. La noche del 23 al 24 de agosto cenó con los ministros Osorio y Andrés Reguera, que no le dijeron nada. Al día siguiente, el Consejo de Ministros, el único que podía hacerlo, decretó la subida de los precios de la gasolina, “y se desencadenó una campaña de prensa. (…) En fin, todo lo que cabe imaginar para desprestigiar a una persona” (41).
 
En esta campaña participó, de manera consciente o inconsciente, Cebrián. En un artículo contra la candidatura de Suárez en las elecciones de 1977 (24-3-1977), el director dio pábulo a la mentira de que Silva subía la gasolina e insinuó, encima, que lo hacía para desgastar al Gobierno: “Cada asesinato, cada huelga, y hasta cada subida de gasolina -aunque sea Silva el presidente de la Campsa- se dice que son votos a favor de los franquistas (reconstituidos)” (42) . ¡Como si los franquistas fuesen grapos!
 
Osorio cuenta un curioso incidente: pocos días después del secuestro de Oriol, un grupo de familiares y amigos de éste se reunió en el edificio donde había sido capturado, y en plena noche decidieron marchar en sus coches a  buscarle a un lugar junto a la carretera de Valencia… o a dar un golpe de Estado.
 
“Aquella noche [poco después del se-cuestro de Oriol] determinadas fuentes de información transmitieron a Adolfo Suárez, que se encontraba reunido con Manuel Gutiérrez Mellado y conmigo, la peregrina idea de que aquella acción se había montado para asaltar la Presidencia de Gobierno. Andrés Casinello y sus hombres, pocos por cierto, empuñaron sus pistolas y cerraron las puertas del edificio. Pero nadie vino y todo quedó en una fantasía de opereta.” (43)
 
Posteriormente, esta “fantasía de opereta”, por la que no se detuvo a nadie, se ha querido convertir en un golpe de mano de los ultras para forzar a Suárez a dimitir y suspender el referéndum de la Ley para la Reforma Política (44). Es decir, los ultras iban a realizar el plan de los grapo, que quería impedir el referéndum. ¿No sería el búnker el que estaba manipulado por el GRAPO?
 
¿Se trataba sólo de una información incorrecta o exagerada, o bien el rumor tenía otras intenciones, como influir en Suárez para que aceptase el traslado de la sede de la Presidencia del Gobierno a un edificio más fácil de vigilar, como así ocurrió a finales de diciembre de ese mismo año, al convertirse el Palacio de La Moncloa en sede oficial y domicilio del presidente? (45)
 
Conclusión
 
En un reportaje estremecedor, Arcadi Espada cuenta «Aquel año de un muerto cada sesenta horas» (El País, 27-8-2000), en referencia al centenar largo de muertos por la violencia en 1980 y al tratamiento que recibieron en la prensa:
 
“Hay muertos que se deslizan por el sumidero de un breve; detenciones masivas liquidadas en media columna; muertos, bien muertos, que enroscados con el muerto anterior o con el siguiente -hubo días de hasta tres atentados-, no pueden alcanzar ni siquiera el titular y aparecen por la escotilla lacerante de un ladillo.” (46).
 
Pero muchos periodistas no vacilaban en dar espacio a las justificacio-nes de los terroristas:
 
“Los periodistas solían añadir algunos comentarios a la hora de explicar estas muertes. «Era de ideas derechistas». O bien: «Fue acusado de ser confidente de la policía». O incluso: «Pese a carecer de trabajo, las víctimas llevaban una vida bastante holgada». Las fuentes de esos comentarios, cuando se citaban, eran siempre las mismas: «Círculos abertzales han declarado a este periódico que la víctima...». La voz de las víctimas no se escucha en absoluto, aunque haya decenas de cadáveres en esa fosa común.”
 
Un sector de los políticos y los creadores de opinión está empeñado en que los españoles revivan la guerra civil con los objetivos de conocer la verdad, homenajear a las víctimas (de un solo bando) y denigrar a los responsables de su sufrimiento. ¿Por qué, en vez de ocuparnos de un pa-sado ya inmutable, no nos ocupamos de cosas que podemos remediar, como la connivencia o la simpatía de determinados medios de comunicación con el terrorismo, sea de origen español o islamista?
 

 
Notas
1.- JUARISTI, Jon (2008): «Mayo del 68: El camino del terrorismo», Cuadernos de Pensamiento Político, nº 19, julio-septiembre, págs. 71-82. http://www.fundacionfaes.org/record_file/filename/2192/071-82_Juaristi.pdf
2.- El que fue jefe de los servicios secretos de espionaje de la Alemania Oriental entre 1952 y 1986, Markus Wolf, declaró que el bloque socialista sacó “mucha ventaja del 68” para reclutar espías. Ver El Mundo, 21-2-2004.
4.-RODRÍGUEZ ZAPATERO, José Luis: «A Global consensus is needed to defeat terrorismUn extracto de ese artículo se puede leer en ABC, 10-7-2005, accesible en: http://hemeroteca.abcdesevilla.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/sevilla/abc.sevilla/2005/07/10/064.html», Financial Times, 9-7-2005.
6.- OSORIO, Alfonso (1980): Trayectoria política de un ministro de la Corona, Planeta, Barcelona, pág. 146
7.- ORTÍ BORDÁS, José Miguel (2009): La Transición desde dentro, Planeta, Barcelona, págs. 283-284.
8.- Rodolfo Martín Villa, que como ministro de Interior tuvo bajo sus órdenes a Sáenz de Santa María, le calificó así: “(…) es hombre inteligente, más bien listo, con gran capacidad de maniobra y cierto ingenio. Opinaba, sin embargo, que no podía fiarse suficientemente de él. En aquel momento recordaba que Fraga, en una interpelación que me hizo en el Congreso, pudo utilizar datos que le había suministrado él, a la sazón jefe del Estado mayor de la Guardia Civil. En aquella ocasión debí plantear su cese, y no lo hice por la simpatía que despierta la persona del general. Lo cierto es que entonces no cumplí con mi obligación”. Ver MARTÍN VILLA, Rodolfo (1984): Al servicio del Estado, Planeta, Barcelona, pág. 114-115. En la biografía de Sáenz de Santa María escrita por Diego Carcedo y publicada unos meses después de la muerte de aquel, el general confirmó este hecho. Reconoció que él, de acuerdo con el director general de la Guardia Civil, filtraba información a Fraga, amparándose en el interés general. Ver CARCEDO, Diego (2004): Sáenz de Santa María. El general que cambió de bando, Temas de Hoy, Madrid, págs. 186-187.
9.- ORTÍ BORDÁS, José Miguel (2009): pág. 292.
11.- SEOANE, María Cruz y SUEIRO, Susana (2004): pág. 195.
12.- SAÉNZ DE SANTA MARÍA, José Antonio (1995): «Contra ETA se han usado iguales métodos con el PSOE y la UCD», El País, 24-2-1995.
http://www.elpais.com/articulo/espana/MARTIN_VILLA/_RODOLFO/ESPANA/UNION_DE_CENTRO_DEMOCRATICO/ETA/PARTIDO_SOCIALISTA_OBRERO_ESPANOL_/PSOE/LUCHA_ANTITERRORISTA
GUERRA_SUCIA/ETA/han/usado/iguales/metodos/PSOE/UCD/elpepiesp/19960126elpepinac_20/Tes
13.- OSORIO, Alfonso (1980): pág. 249.
14.- OSORIO, Alfonso (1980): págs. 248-249.
15.- ORTÍ BORDÁS (2009): págs. 290-291.
16.- OSORIO, Alfonso (1980): pág. 264.
18.-
http://www.elpais.com/articulo/opinion/ORIOL_Y_URQUIJO/_ANTONIO_MARIA/VILLAESCUSA_ QUILIS/_EMILIO/GRAPO/PODER_EJECUTIVO/_GOBIERNO_PREDEMOCRATICO_/1975-1977/profundo/escepticismo/elpepiopi/19770216elpepiopi_12/Tes.
19.- CEBRIÁN, Juan Luis (1980): La España que bosteza, Taurus, Madrid, pág 22.
20.- Ibidem: pág. 85.
23.- GONZÁLEZ, Felipe y CEBRIÁN, Juan Luis (2002): El futuro no es lo que era, Alfaguara, Madrid, pág. 160.
24.- MORÁN Gregorio (2009): Adolfo Suárez: Ambición y destino, Debate, Barcelona, pág. 111.
25.- Pedro J. Ramírez (2006): El chófer de «Antza», El Mundo, 25-6-2006.
26.- Revista Ideas y Debate, nº 2, pág 45.
27.- «Conesa lo será usted», Diario 16, 7-12-1976. Conesa jamás fue condenado por torturas.
28.- ORTÍ BORDÁS, José Miguel: pág. 294.
29.- MOA, Pío (2002): De un tiempo y de un país. La izquierda violenta (1968-1978), Encuentro, Madrid.
30.- Véase «El Este fue un paraíso para los terroristas. El deshielo pone de relieve las relaciones entre países socialistas y bandas armadas», El País, 16-7-1990. http://www.elpais.com/articulo/internacional/HUNGRIA/CHECOSLOVAQUIA/REPUBLICA_DEMOCRATICA_ALEMANA/EUROPA_CENTRAL/EUROPA_ORIENTAL/ALEMANIA/FRACCION_DEL_EJERCITO_ROJO_/RAF/fue/paraiso/terroristas/elpepiint/19900716elpepiint_8/Tes.
32.- AA.VV.(1996):«Entrevista a Rodolfo Martín Villa», en Memoria de la Transición, Taurus, pág. 181.
36.- BARRIONUEVO, José (1997): 2.001 días en Interior, Ediciones B, Barcelona, pág. 190.
37.- GONZÁLEZ, Felipe y CEBRIÁN, Juan Luis (2001): pág. 161.
38.- GUERRA, Alfonso (2004): Cuando el tiempo nos alcanza, Espasa Calpe, Madrid, pág. 186. Pío Moa contestó a Guerra: http://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/un-gran-hombre-18927/. El periodista socialista y ex miembro de la redacción de Arriba Diego Carcedo pone en boca de Sáenz de Santa María, la misma idea: el GRAPO estaba infiltrado por la Policía y el soplón era Moa. Ver CARCEDO, Diego (2004): págs. 176 y ss.
40.- AREILZA (1977): pág. 170.
41.- SILVA MUÑOZ, Federico (1993): págs. 324-345.
43.- OSORIO, Alfonso (1980)
44.- DÍAZ HERRERA, José y DURÁN, Isabel: Los secretos del poder, Temas de Hoy, Madrid, págs. 80 y ss. Junto a este episodio increíble, los autores relatan montajes de atentados por la Policía atribuidos luego a la extrema derecha.
45.- La falta de seguridad no era ninguna exageración. En España, en poco más de un siglo (1870-1973) fueron asesinados cinco presidentes de Gobierno: Juan Prim, Antonio Cánovas del Castillo, Eduardo Dato, José Canalejas y Luis Carrero Blanco. Este último, cuando se dirigía al palacete de Castellana, 3. Cuando la presidencia de Gobierno estaba en la Puerta del Sol, sufrió varios intentos de captura por golpistas; unos lo lograron, como los conspiradores republicanos el 14 de abril de 1931, mientras que otros, como un comando socialista en octubre de 1934, fracasaron.