En las playas de Deauville

por Florentino Portero, 19 de octubre de 2010

 

(Publicado en ABC, 19 de octubre de 2010)
 
En los tiempos de la Unión Soviética, Gromiko y Ponomariov teorizaban sobre cómo separar a Europa de Estados Unidos, logrando que el Viejo Continente, rico, ilustrado y decadente pasara a formar parte de la órbita de Moscú. Gorbachov mantuvo el ideal de sus antecesores al frente del PCUS y trató de actualizarlo con el concepto de «casa común», versión local del «América para los americanos». En Europa cabíamos todos, pero sobraban los yanquis. Rusia no ha roto con la estrategia soviética y continúa buscando el fin del vínculo por el que Estados Unidos continúa ejerciendo de potencia de referencia en los asuntos europeos. Putin y Medvédev han vuelto a presentar las viejas ideas, con relativo éxito.
 
La relación estratégica entre Estados Unidos y Europa pasa por malos momentos. Sin la amenaza soviética, el elemento de cohesión se ha perdido. Hoy Estados Unidos renuncia a su liderazgo y la derrota en Afganistán tendrá gravísimas consecuencias sobre la Alianza y sobre la propia Europa. Francia y Alemania, de espaldas a la Unión Europea y a la Alianza Atlántica, tratan de establecer un entendimiento con Rusia por el que Moscú se avenga a una relación cordial a cambio de inversiones, de una relación privilegiada a todos los niveles y de presencia en la propia Unión. Las hermosas y decadentes playas de Deauville, donde la burguesía ilustrada francesa busca paz y retiro desde finales del siglo XIX, han sido testigo de una nueva muestra de la decadencia de la Vieja Europa, que busca, otra vez, en las estrategias de apaciguamiento lo que no es capaz de ganar defendiendo sus valores e intereses.
 
Todo acercamiento a Rusia debería pasar por su retirada de Georgia y por una declaración de respeto a la soberanía de sus vecinos. De otra manera Deauville no será más que otra etapa en el camino a Múnich.