¿Se han invertido los papeles en Europa?

por Helle Dale, 28 de septiembre de 2006

(Publicado en The Washington Times, 20 de septiembre de 2006)

La mayor parte de la administración Bush ha sido criticada por unilateralismo, el hecho es que las alianzas siguen intactas. Simplemente no hay forma de luchar una guerra global contra el terrorismo sin contar con una extensa red de aliados - e igualmente importante, que los aliados acepten la premisa del liderazgo americano.
 
En Europa, la fuente más importante de aliados para Estados Unidos, ahora el 57% consideran el liderazgo americano como algo indeseable y sólo un pobre 18% aprueba el liderazgo del Presidente Bush, todo esto según una encuesta del Fondo Marshall alemán que se llama “Tendencias transatlánticas 2006” publicada en septiembre.
 
Por eso, la salida inminente del Primer Ministro británico, Tony Blair, es un acontecimiento que puede tener grandes repercusiones para la política exterior americana. E igualmente, en realidad, podría ser la elección de un nuevo presidente francés la próxima primavera. El candidaro presidencial y Ministro del Interior Nicholas Sarkozy estuvo en Washington la semana pasada y a juzgar por sus declaraciones, Francia podría reemplazar a Gran Bretaña como un gran aliado europeo en el futuro, algo que sería un insuperablemente extraño giro de los acontecimientos.
 
En Washington se extrañará enormemente a Blair. La gama de temas en los que él y Bush han estado de acuerdo durante los 6 años pasados incluyen el apoyo a una defensa antimisiles, luchar contra la adquisición de armas de destrucción masiva por Libia al igual que el compromiso de enviar tropas a Afganistán e Irak. Entre los colegas del Partido Laborista de Blair, este apoyo firme a la política americana no ha sentado muy bien aunque ha sido tolerado porque Blair ha demostrado un talento impresionante para mantenerse muy bien en las encuestas.
 
Con la llegada del líder conservador David Cameron el año pasado, la suerte de Blair comenzó a cambiar. Cameron ha estado buscando mover a los tories hacia el centro - o algo que algunos podrían ver anteriormente como el centro de la política británica - y esto ha llevado a que los tories lideren sustancialmente las encuestas por encima de los laboristas.
 
El efecto corrosivo sobre la capa de teflón de Blair ha sido dramático, culminando en la revuelta del ala izquierda del Partido Laborista por el apoyo de Blair a la posición americana en el conflicto entre Israel y Hezbolá en el Líbano. En una carta, los diputados laboristas exigían la renuncia de Blair, algo que ha provocado que el Primer Ministro declare que dejara su puesto el próximo año. Por años se ha dado por supuesto que su sucesor sería el Ministro de Hacienda, Gordon Brown, cuyas opiniones sobre política exterior son poco conocidas.
 
Cameron, que bien podría convertirse en primer ministro en dos o tres años, por otro lado, ha tratado de hacerse de una posición distinta a sus predecesores conservadores y a la de Blair, en relación con Estados Unidos.
 
En un discurso pronunciado el 11-S, Cameron dijo: “Gran Bretaña no necesita establecer su identidad atizando a Estados Unidos como hacen algunos. Pero no serviríamos a nuestros intereses, ni a los de Estados Unidos, ni a los del mundo si fuésemos vistos como el asociado incondicional de Estados Unidos en toda empresa. Nuestra obligacion es hacia nuestros propios ciudadanos y hacia nuestra propia concepción de lo que es correcto para el mundo”. Y luego llegó la frase que  concitó mayor atención: “Nuestra amistad con Estados Unidos debería ser sólida pero no servil”.
 
Lo interesante es que las declaraciones de Cameron casi coincidieron con una visita a Washington de Sarkozy, que habló en la Fundación Franco-Americana el 12-S sobre “la amistad entre nuestros pueblos”. Habló maravillas sobre los héroes del 11-S, sobre los éxitos de Estados Unidos como país de inmigrantes y líder mundial así como sobre su liderazgo en las artes y las ciencias. Habló del virulento antiamericanismo, nacido de la envidia,  en los medios de comunicación franceses y entre “una parte de las élites francesas”.
 
No es sorprendente que Sarkozy haya sido atacado duramente por Jacques Chirac, que denunció su discurso como “lamentable”. Otros políticos franceses están ya prediciendo que se convertirá en el siguiente “perro faldero” de Bush. Saber cómo le sienta ese acercamiento a los votantes franceses está por verse. Además, no importa cómo se quiera describir la relación franco-americana, es improbable que “perro faldero” sea un término muy certero, dadas las profundas diferencias culturales entre Francia y Estados Unidos.
 
Y sin embargo, ¿no sería toda una ironía que cuando Gran Bretaña está apostando por tomar otros derroteros, nos encontrásemos mirando nuevamente al “aliado más antiguo de Estados Unidos”? En el mundo en el que vivimos, tener extraños compañeros de cama es mejor que nada.


 

 
Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en The Wall Street Journal, The Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional en CNN, MSNBC, Fox News y la BBC.
 

©2006 Traducido por Miryam Lindberg