Defensa nunca dice no

por Rafael L. Bardají, 21 de diciembre de 2013

(Publicado en La Gaceta, 21 de diciembre de 2013)

Esta semana y a propuesta del ministro de defensa, el Congreso ha autorizado una nueva misión en el exterior. Esta vez en la República Centroafricana. Los señores diputados saben que han aprobado el envío de un avión de transporte y unos 60 militares para operarlo y mantenerlo. Y una factura de unos dos millones de euros al mes. Pero tengo serias dudas de que sepan de verdad por qué España debe ir allí y para qué. En el congreso el gobierno ha dado muchas razones pero la única real es que Defensa manda un avión de apoyo logístico porque Francia se lo ha pedido. Hollande, de hecho, está recabando también ayuda financiera con la que cubrir la factura de su intervención en aquel país.

 
El presidente galo ha justificado su acción militar sobre una base humanitaria: para poner fin a las matanzas de civiles en un conflicto interno progresivamente fuera de control. Para Francia puede valer habida cuenta de sus históricos lazos con la región y sus numerosos intereses nacionales allí. Pero para España no puede ser una razón válida. Si de lo que se trata es de paliar el sufrimiento humano, tendríamos que estar en muchas otras partes del mundo, empezando por el conflicto más sangriento de nuestros días, Siria. Y no lo hacemos. Además, nuestra contribución no es decisiva para la resolución del conflicto.
 
Vamos, no por los pobres que padecen la guerra, sino para contentar a París. El actual gobierno, en su empecinada lucha contra el rescate financiero, buscó en el socialista Hollande, una entente cordial con la que compensar de alguna manera la fortaleza de la Alemania de Merkel. Pero las alianzas siempre tienen un coste, sobre todo para los más débiles. España tuvo que ir a la intervención militar en Mali porque fue Francia quien la inició. Si hubiera sido otro aliado el ejecutor nos habríamos quedado en casa. Por lo mismo que ahora enviamos nuestras tropas a Centroafrica. Nuestro interés estratégico es estar con Paris, aunque sea modestamente. Pero ¿es la solidaridad entre aliados condición suficiente para poner en riesgo a nuestros militares? En lugar de refrendar ciegamente lo que el gobierno propone, el Congreso debería establecer unos criterios claros con los que juzgar la idoneidad de cualquier misión en el exterior. Otros parlamentos europeos lo ha hecho. Aquí no. Y va siendo hora. No es tan difícil: una causa justa; crear una mejor situación sobre el terreno; un objetivo militar y político claro; unos riesgos asumibles; y una duración determinada. Entre otros parámetros. Sin olvidar que, sobe todo, lo que debe primar es el interés nacional. Claro, que según como se defina, será más o menos interés y más o menos nacional.