Hariri y Siria: siempre hemos sabido quién es el asesino

por Amir Taheri, 29 de mayo de 2007

Siria sostiene que la investigación de Hariri fue un experimento de la administración Bush y el ex presidente francés Jacques Chirac. Con Chirac jubilado y el tiempo de Bush en la Casa Blanca agotándose, todo lo que necesita hacer Siria es ganar tiempo.
 
Si el lector habla con cualquiera familiarizado con la investigación de Naciones Unidas del asesinato en el 2005 del ex primer ministró libanés Rafik Hariri y escuchará el mismo mensaje: es una investigación abierta como mero formalismo.
 
Serge Brammertz, el juez europeo que encabeza la investigación, afirma tener pruebas más que suficientes para iniciar el procesamiento de aquellos identificados como sospechosos. Aprobando esta postura se encuentra el gobierno libanés elegido democráticamente del primer ministro Fouad Siniora - respaldado, si las encuestas de opinión son ciertas, por más del 65% del pueblo de la nación.
 
Pero aún así, el Consejo de Seguridad de la ONU, que ordenó la investigación poco después del asesinato de Hariri en febrero de 2005, no sabe decidir aún si llevar ante la justicia a los autores materiales o no.
 
Al igual que cualquier otro caso de asesinato, la investigación del asesinato de Hariri tenía que establecer tres hechos: el móvil, la capacidad y la oportunidad.
 
Detlev Mehlis, predecesor de Brammertz, estableció el móvil del asesinato nada menos que en otoño de 2005. Dio a conocer pruebas que demuestran que la cúpula directiva siria, a sus más elevados niveles probablemente, hubo decidido en algún momento que Hariri era el único líder libanés capaz de poner en peligro sus antiguas ambiciones en el Líbano. A comienzos de 2005 ninguno de los demás jugadores de la escena política libanesa tenía ningún interés particular en desear quitar del medio a Hariri.
 
El informe interino Mehlis fue filtrado copiosamente - y él fue obligado a abandonar su cargo bajo fuerte presión de Siria (que señalando el hecho de su extracción judía, los sirios afirmaban que el juez actuaba en representación de 'la conspiración cruzado-sionista').
 
Mehlis tuvo menos éxito a la hora de proporcionar pruebas que demostrasen que Siria y sus aliados en los servicios secretos libaneses tuvieran tanto la capacidad como la oportunidad para perpetrar el asesinato. Estaba claro que aquellos que ordenaron el crimen querían cubrir sus huellas introduciendo elementos de ejercicio amateur en lo que fue una operación militar.
 
El asesinato de Hariri tuvo consecuencias imprevistas. Los libaneses se enfurecieron tanto que, dejando a un lado las diferencias entre sus comunidades, se revolvieron en masa para exigir que Siria pusiera fin a la ocupación de 30 años de su país. En las elecciones generales que siguieron, el bloque pro-Hariri y sus aliados obtuvieron la mayoría del parlamento y constituyeron un gobierno dedicado a llevar ante la justicia a los asesinos.
 
Incapaz de detener la investigación, Siria (respaldada por la República Islámica de Irán) intentó orientar la política libanesa en una trayectoria que marginalizase el caso Hariri. Los sirios desplegaron a Emile Lahoud - el presidente que habían impuesto a los libaneses para tres años más - con el fin de paralizar al gobierno Siniora.
 
Bajo la constitución del Líbano, las leyes aprobadas por el parlamento y los nombramientos de alto nivel hechos por el gobierno tienen que recibir la aprobación presidencial para entrar en vigor. Instado por los sirios, Lahoud ha estado posponiendo su aprobación, evitando en la práctica que el gobierno implemente el programa para el que salió elegido. El mandato extendido de Lahoud terminará más adelante este año, privando a los sirios de su veto dentro del sistema político libanés. Pero tienen otra baza a jugar: Hezbolá y su aliado, el ex-General maronita Michel Aoun.
 
El pasado verano, Hezbolá intentó aliviar la presión sobre Siria provocando una guerra contra Israel. Acabó perdiendo sus bases en el sur del Líbano y se dejó en el campo de batalla a cientos de sus guerrilleros. La guerra sí tuvo cierto crédito para Siria - pero al coste de que Hezbolá no se podrá recobrar a corto plazo.
 
Una vez que quedó claro que ni siquiera una guerra contra Israel impediría la investigación de Hariri, Siria y sus aliados en Teherán lanzaron lo que equivale a una tentativa de llevar a cabo un golpe de estado mediante política populista. Durante meses, Hezbolá y sus aliados Aounitas hostigaron la sede del gobierno, logrando detener el funcionamiento de un buen número de ministerios. En el ínterin, los asesinatos políticos prosiguieron sin descanso.
 
Habiendo fracasado a la hora de tumbar la investigación de Hariri a través de la guerra, las acciones callejeras y los asesinatos selectivos, aquellos que no quieren que la verdad salga a la luz por completo ahora han cambiado a la diplomacia. El encuentro entre la Secretario de Estado Condolizza Rice y su homólogo sirio, Wahid Muallem, en Egipto a comienzos de este mes fue la primera de muchas maniobras por parte de Damasco encaminadas a evitar la convocatoria del tribunal internacional en material del asesinato de Hariri.
 
La zanahoria que Siria está tendiendo es la perspectiva de conversaciones de paz reanimadas con Israel. Los líderes sirios dejaron caer esta posibilidad de cara a la portavoz de la Cámara Nancy Pelosi cuando ésta visitó Damasco la pasada primavera. Se supone que es tan atractiva como para imponerse a todas las demás consideraciones, incluyendo la investigación del asesinato de Hariri.
 
Siria sostiene que la investigación de Hariri fue un experimento de la administración Bush y el ex presidente francés Jacques Chirac. Con Chirac jubilado y el tiempo de Bush en la Casa Blanca agotándose, todo lo que necesita hacer Siria es ganar tiempo - lo cual está intentando hacer cortejando a Pelosi y coqueteando con el primer ministró israelí caído en desgracia Ehud Olmert.
 
Permitir que tales tácticas dilatorias tengan éxito, no obstante, tendría un efecto letal sobre la política en Oriente Medio mucho más allá del caso Hariri. Ello consagraría el asesinato santificado por el estado como herramienta política legítima, y asestaría un golpe mayor a la autoridad de Naciones Unidas, ya cuestionada. También mataría las aspiraciones democráticas del pueblo libanés y dejaría en evidencia a las potencias occidentales, las europeas sobretodo, como poderes oportunistas no tan interesados en sus valores declarados como en granjearse concesiones económicas por parte de regímenes despóticos.

 
 
Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.
 
 
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