La inescrutable Corea

por GEES, 7 de abril de 2013

 Lo llaman el Reino Eremita y a su régimen se podría aplicar lo que Churchill decía de los soviéticos: es un acertijo rodeado de misterio en el interior de un enigma. Aunque, tanto con la URSS como con Corea del Norte, la incesante repetición de una misma pauta de comportamiento proporciona bastantes pistas.

Todos los años, cuando por esta época llegan las maniobras conjuntas de las fuerzas americanas y surcoreanas, Pyongyang eleva su amenazadora voz y hace sonar su armamento. El éxito obtenido en el lanzamiento de un misil de tres fases y en la prueba nuclear en febrero –que indica los mayores avances en ese campo– sin duda hace sentirse más fuerte al tercer Kim de la dinastía imperante. Abajo se vienen las tenues esperanzas de que con él podría iniciarse un cambio, pero quién sabe. No es absolutamente impensable, aunque casi, que las profusas y enfáticas amenazas de estos días sean precursoras de una mayor disponibilidad a la negociación, desde lo que a él le pueda parecer una posición de mayor fuerza. En todo caso, las nuevas y más rigurosas sanciones con que, con plena colaboración China –al menos en la redacción–, el Consejo de Seguridad de la ONU ha respondido a los últimos desafíos armamentísticos del depauperado y agresivo régimen norcoreano contribuyen también a explicar la subida de tono. Lo último han sido unas visitas de funcionarios del Ministerio de Exteriores para dar consejos sobre evacuación, ante el inminente ataque norteamericano, de lo que la prensa local no ha informado. Suena pueril; pero, al parecer, a ellos no.
 
La respuesta americana y surcoreana, mostrando en las maniobras conjuntas más músculo militar del previsto, puede haber frustrado algunas expectativas de los provocadores; o puede ser precisamente lo que buscaban para justificar sus bravatas. Existe toda una colección de posturas ante los desafueros del inhumano régimen y de explicaciones de sus actitudes, que ya son estándar. La intimidación le produce buenos réditos, en forma de ayudas indispensables para alimentar mínimamente al país, lo que indirectamente le permite sostener el colosal esfuerzo armamentístico –en parte financiado con la exportación de sus productos y tecnologías– y los privilegios de la elite. El nuevo Kim tendrá que redorar los blasones de dureza ante los principales elementos del régimen, militares ante todo. Pero la más permanente y profunda explicación tiene que ver con la necesidad perentoria de enemigos, indispensable para la supervivencia del régimen. Este argumento, del que se abusa sistemáticamente para desacreditar cualquier posición de firmeza y de oposición a las políticas de apaciguamiento de elementos agresivos e inciviles, en ninguna parte es más aplicable que en el caso norcoreano. Hay que conceder que no se trata propiamente de comunismo. El régimen llama Juche a su ideología sustentadora: una forma extrema de nacionalismo con profundas raíces en la historia de un país empotrado entre tres mucho más poderosos y con tradiciones imperialistas,China, Japón y Rusia.