Los iraquíes, por donde solían

por Manuel Coma, 22 de diciembre de 2011

(Publicado en La Razón, 22 de diciembre de 2011)
 
La primera en la frente. Ha sido salir el último soldado americano, y ya se ha armado. Naturalmente, esto viene de atrás, pero se ha producido con la salida. Con la presencia americana, difícilmente se hubiera atrevido el primer ministro. El lunes 19, al día siguiente del final de la evacuación, Maliki lanza un mandamiento judicial de detención de su gran rival, el vicepresidente suní al-Hashemi. Una de las funciones esenciales que los americanos desempeñaban era el mantenimiento de una cierta paz y equilibrio entre los tres fundamentales grupos étnico-religiosos del país: árabes chiíes, árabes suníes y Kurdos. Los tres necesitaban a los americanos, todos por la paz general y cada uno por sus intereses particulares. Desaparecido el factor de protección individual y de equilibrio colectivo, era más que probable que volviesen a la greña. No se han retrasado un minuto. Los antecedentes pueden retrotraerse todo lo que se quiera. Los minoritarios árabes suníes han dominado el país desde hace más de un siglo y en ellos se basaba el tiránico régimen de Saddan. La intervención americana fue una liberación para los mayoritarios chiitas. La ley de los números le dió la vuelta a la tortilla y puso arriba a los tradicionalmente dominados, con el rencor de los antiguos dominadores. 

Sin embargo, debido a la múltiples divisiones políticas, las últimas elecciones, en marzo del 2010, con muchas irregularidades, dieron resultados poco decisivos. El bloque Iraqiya, fraguado por políticos laicos, sirvió en gran medida de refugio a los suníes convirtiéndose en interconfesional y resultó el grupo más votado, aunque lejos de la mayoría absoluta, con dos escaños más que el partido de Maliki. Los trapicheos parlamentarios duraron hasta noviembre, cuando, ampliando las alianzas con sus correligionarios, Maliki, anterior jefe de gobierno, consiguió volver a serlo.  Preparándose para la desaparición del tutor americano, Maliki se hizo con las riendas de todo el aparato de seguridad, tanto militar como policial, y ya la semana pasada procedió a arrestar a colaboradores y guardaespaldas de sus rivales de Irakiya, prodigando acusaciones de terrorismo y de vinculación con el régimen de Saddam y poniendo al borde del abismo a su propio gobierno, construido con mucha presión americana a lo largo de ocho meses de chalaneo, incluyendo a siete ministros de la coalición rival, según el entendimiento de lo que es democrático en las sociedades que no lo son: un reparto de poder a todos los niveles, sujeto a una incesante trifulca sobre cuál es la proporción justa, de acuerdo con todos los criterios imaginables que cada facción pueda esgrimir a su favor.  Ministros y parlamentarios perjudicados llevan ya varios días boicoteando el Gobierno y la cámara. Ahora Maliki los amenaza con formar un gabinete de mayoría, lo que hay que interpretar como exclusivamente suní. Eso podría significar reabrir la guerra civil en la que el conflicto de Irak degeneró a lo largo del 2006 y que llevó a Bush a un exitoso cambio de estrategia. ¿Quién salva ahora a Irak?